Echar las barbas a remojar. Bien podemos traer el dicho popular a nuestro presente en relación con las posibles consecuencias del coronavirus (Covid-19) en las actividades del sector cultural del país. No se trata solo de que, llegado el momento, las autoridades determinen el cierre de espacios como museos, cines, centros de espectáculos, escuelas, universidades y otros que por sus condiciones pueden ser caldo de cultivo para el contagio de la enfermedad. Lo que se vislumbra es una batalla perdida de antemano: son inexistentes las alternativas para paliar los posibles efectos en diversidad de procesos educativos, culturales, de recreación y de entretenimiento que se verían afectados. Si es el caso, dirán algunos, podrán medianamente salvarse aquellos bienes y servicios que gocen de ventanas virtuales y modalidades de la cultura digital. Al detener todas estas dinámicas, para la gran mayoría de los involucrados solo quedaría sentarse a esperar las consecuencias, sin mayor remedio que la resistencia humana materialmente posible. Al repasar lo que ocurre en países como Estados Unidos, China, España, Francia, y sobre todo Italia, habría que mirarnos en su espejo por si algo de lo que han decidido hacer dichas naciones representa un aprendizaje emergente que se podría asumir en México. Más allá del pesimismo que se puede vislumbrar en estas palabras, queda la prueba reina de una inercia insalvable en la actitud gubernamental, de las empresas y de varias capas que permean en el total de la sociedad en estas semanas.
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