Con un presupuesto escaso, no es posible atrincherarse con víveres para un mes: hay que salir al mercado cada vez que sea necesario. En mi rutinaria travesía por el mercado de mi barrio, saludé a mis carniceras favoritas, entre otros puesteros quienes, por cierto, no llevaban tapabocas (tampoco yo). Pensé en comprar tortillas, pero el local que usualmente tiene cerros de ellas, no había producido ni una. Me alejé con tristeza ante tal revelación. En mi camino a los oníricos túneles del Metro que siempre me reciben con versos de Octavio Paz, un muchacho se despojó de su cubreboca, prendió su cigarrillo y nos obsequió los humores imperantes en sus pulmones a todos los que pasábamos junto a él. (Luis Manuel Urrutia).
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