Alexandra Domarchi
Todos los días paseo a mi perro Gramsci en el parque. Ahí mis amigas se quedan horas y horas. Después de la caminata pretexto, platican de pie o sobre un banco con el cubreboca debajo de la barbilla. De vez en cuando, una de ellas se aleja con su celular : “Si. Estoy en casa. No te preocupes. ¿No contesté el celular? A poco… A lo mejor me llamaste cuando estaba en la azotea tendiendo la ropa”. Luego regresa con una sonrisa cómplice y dice: “Es que mis hijos no me dejan salir de la casa, ni para ir al parque. No puedo decirles la verdad”.
Tal vez este parque sea de alto riesgo porque es donde más se contagian las mentiras.