1 En el sueño, de pronto apareció Carlos Slim en su féretro. Vinieron entonces numerosos homenajes nacionales y de más allá del más allá. Semanas después, los herederos anunciaron la venta de todos sus negocios a una serie de empresas de cuño patrio y otras extranjeras. En el paquete, los activos culturales. Pronto el gobierno de la 5ª Transformación hizo lo necesario para que las miles de obras, museos y demás chucherías de invaluable valor patrimonial quedaran, con justicia, en manos de la nación. Desperté cuando veía los números de una encuesta, la cual señalaba la fama internacional de la Presidenta de la República.
2 Después de los tres wiskis de rigor, sabedor de los recovecos de los cambios de régimen de dos siglos, se envolvió en la inspiración. La vehemencia dio paso al silencio sepulcral, desde el cual lanzó el acostumbrado dardo de la sentencia: nada como acrecentar día a día el dominio absoluto del ser nacional. Como en cada festín, pidió reconocerlo sin pena, al fin es la neta del planeta: el nacionalismo revolucionario ha sido y será lo mejor para los asuntos de la cultura. Sus discípulos sabemos que, próxima una nueva campaña presidencial, su mayor anhelo es entregar un par de páginas a los contendientes. En esas hojas, la estrategia para asegurar que ningún particular pueda poseer bienes culturales definidos por el Interés Supremo, y por supuesto, una renovada lista de próceres para poner manos a las obras.
3 Se sabe de un funcionario cultural con una impresionante red de soplones. Gente especializada en deslizarse por la socialite propia de afamados coleccionistas y mercaderes y, ante todo, con enormes capacidades seductoras para inmiscuirse entre las señoras que gustan de presumir lo gastalones que son sus esposos en eso del arte. Tan pronto se identifica en esas mansiones un Supremo Valor para el acervo republicano, entra en acción el Ejército del Patrimonio Cultural (EJEPACU). Jamás, nación alguna, ha podido superar el récord mexicano de tantas donaciones fruto de las revelaciones del güirigüiri.
4 Por obra y gracia de la chismografía, un bien patrimonial que, por cierto, no requiere ser adquirido por la Sexta Transformación para algún museo de glorias intangibles, circula la siguiente especie. Que los dueños del gringo Citi fueron emplazados por el Mandatario del Palacio. Miren, les soltó, necesito un banco de raíz bien mexicana para que sea a la vez del Bienestar Nacional. Siempre me gustó el Banamex; los demás, al diablo con sus instituciones por conservadores. A ustedes, señoras y señores del citero grup, la verdá la plaza no les da ya. Así que yo mero, yo mero, me encargo de la coperacha y de paso, por pasito, esas bellezas culturales son la cereza de la horchata de allá, de la enfrente de la Catedral de mi Villahermosa, que no los engañen ¿eh? Acordado el negociazo, un testigo de nombre Marcelino dijo: ¿se acordará, mi Preciso, que aquí su servilleta defendió ese enorme patrimonio en esos maléficos años de privatizaciones bancarias? Ajá ¿y? Pues si me lo permite, con sentido de facilitación, encendemos la llama del rescate justo y necesario. Anda, pue, Marcelino, para calentar las bocas.
5 El runrún entró por el Puerto de Coatzacoalcos, aprovechó los rieles transístmicos, y tras vista del oleaje del Pacífico, en Salina Cruz, corrió para poner en alta tensión a la capital oaxaqueña. Que en esos momentos del calor citadino, protegidos por el fresco del Jardín Botánico, con Santo Domingo a las espaldas, el gober Jara y el jefe Jarp lanzaban manotazos al aire. Volaron versiones como papalotes de Pancho Toledo. En el apogeo del correveidile, el gentío se movilizó hasta las puertas de Catedral. Unos minutos nada más y las puertas se abrieron. Nadie sabe, nadie supo pero ahí estaban los Señores, eso sí, sudados hasta el copete (es un decir). Con bastón de mando a la siniestra, el jerarca por voz y voto de los primores de la polaca lanzó por el micrófono: sepan coterráneos que el amigo Jarp ha decidido entregar para gloria de Oaxaca todos sus bienes culturales, tangibles e intangibles. Da por culminada una noble labor. Al comprenderlo, tomaremos las riendas de su legado. Una calle de esta hermosa ciudad llevará su nombre. El aludido hizo uso de la palabra: siga el disfrute compas oaxaqueños, que para eso nos dieron Patria los próceres Benito y Porfirio.
Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.