El presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró el 11 de octubre el Estadio Francisco Carranza Limón de los Algodoneros de Guasave, que fue remodelado con fondos privados, estatales y federales. En el acto tiró la primera bola. (Foto: Instagram de @gobmexico).
Homo Ludens
El deporte de Estado
Raúl Nivón-Ramírez
“¡Juéguela!”
Una de las promesas anunciadas por la Cuarta Transformación fue fomentar la práctica del béisbol. En principio, el hecho no debe sorprender. Después de todo, los presidentes de los últimos años han mostrado en algún momento sus preferencias deportivas. Enrique Peña Nieto se inclinaba por las carreras de fondo, al igual que sus predecesores Vicente Fox y Felipe Calderón. Este último también se declaraba seguidor de los Monarcas de Morelia, aunque era más conocido el fanatismo de Ernesto Zedillo por los Rayos del Necaxa. En su momento fue muy sonada la intervención del exmandatario para que Álex Aguinaga desistiera de su intención de dejar a los Rayos, todavía capitalinos en aquella época.
Carlos Salinas de Gortari también tuvo una relación especial con el deporte. A menudo se le veía por el Bosque de Chapultepec con su entrenador personal Jesús Bandera. De igual forma fue partícipe de un acercamiento importante con el box durante la época de los grandes triunfos de Julio César Chávez. Asimismo, fue en su sexenio cuando se creó la Comisión Nacional del Deporte —nombre original de la dependencia, el 13 de diciembre de 1988—, encabezada por el exmarchista olímpico Raúl González. Pero el vínculo de Salinas con el deporte es todavía más profundo, ya que es el único expresidente mexicano que puede presumir una medalla de plata en una competencia oficial —equitación, en los Juegos Panamericanos de 1971 en Cali, Colombia—.
El alarde de los gustos deportivos no es exclusivo de nuestros políticos. De hecho, es una herramienta discursiva muy poderosa para ganar simpatías y adeptos. La imagen de Vladímir Putin como un experto en artes marciales, esquí y hockey lo confirma como uno de los mandatarios con mayor presencia en el imaginario colectivo. El Justin Trudeau exboxeador y el Barack Obama basquetbolista colegial han contribuido también a sus relaciones públicas. Incluso la inclinación de Donald Trump por el béisbol –por lo demás, el deporte típico americano— completa este cuadro de relación entre el deporte y los jefes de Estado.
Sin embargo, el fanatismo de López Obrador se ha mostrado muy particular y distinto al de sus predecesores y homólogos de otros países. Durante la campaña presidencial el entonces candidato disfrutaba de utilizar metáforas beisboleras en las que señalaba, por ejemplo, que iba a tener una victoria “por blanqueada”. De igual forma, si la circunstancia lo permite, el presidente gusta de presumir de su pasado en el diamante. Durante el recibimiento de la selección mexicana de béisbol campeona de la Serie Mundial Cal Ripken Jr., el pasado septiembre, López Obrador se pavoneó de cómo se desempeñaba de “jardín central” hasta que una lesión lo obligó a “bajar a tercera base”. A la fecha, pocos dudan de que la Cuarta Transformación haya adoptado al béisbol como el deporte de Estado.
“¡Salvajada de batazo!”
El compromiso de orientar un esfuerzo oficial hacia el béisbol comenzó a ponerse en marcha en enero de 2019. A finales de ese mes, López Obrador anunció la compra de estadios, la creación de escuelas y la reactivación de las ligas profesionales. Prometió además que al final de su sexenio habría entre 60 y 80 beisbolistas en las Ligas Mayores de Béisbol americanas (MLB, por sus siglas en inglés). Para lograrlo, hizo comprometerse con este objetivo a la titular de la Conade, Ana Gabriela Guevara, quien declaró durante el abanderamiento de la novena mexicana para el Campeonato Panamericano (Sao Paulo, 2019) que el béisbol se convertiría en una prioridad de la dependencia.
De acuerdo con los datos publicados por El Economista (1 de agosto de 2019), el proyecto deportivo del presidente comenzará cuando la Secretaría de Hacienda, junto con Banobras, liberen mil millones de pesos (mdp). La cifra es independiente de los recursos asignados a la Conade y es equivalente a una tercera parte del presupuesto total de la dependencia (3,131 mdp). De acuerdo con la misma fuente, la partida se destinará a la adquisición de dos estadios en Hermosillo y Ciudad Obregón.
Adicional a lo anterior, se confirmó otra inversión de 350 mdp para fomentar la práctica de este deporte, aunque no se detalla el organismo o institución que la gestionará. El proyecto contempla alianzas con las Ligas Mayores americanas, así como con inversionistas privados, que permitirán la creación de 20 academias de béisbol. Por demás está decir que esta decisión le ha valido al presidente numerosas críticas y un encabezado del diario El País (22 de marzo de 2019) señalando que esta acción inédita significa asignar recursos por encima de algunos programas sociales.
A lo largo del año se ha visto en más de una ocasión al presidente portando la franela de la novena mexicana, inaugurando estadios e insistiendo en la creación de sus academias. En sus primeros cien días de gobierno logró convencer a una serie de empresarios para revivir a los Algodoneros de Guasave (Sinaloa), y en marzo inauguró el nuevo estadio de los Diablos Rojos de la Ciudad de México. En su discurso lo ha justificado como una forma de promover la salud entre los jóvenes y para alejarlos de los vicios. Así mismo ha subrayado la idea de fortalecer el espíritu, la autoestima y la convivencia a través del béisbol (mensaje publicado en Twitter el 23 de septiembre de 2019).
“¡Díganle que no a esa pelota!”. (Confesiones)
Confieso, sin considerarme un experto, que el béisbol me despierta un interés personal tanto por la parte atlética como por el fenómeno sociohistórico que genera. Las interminables conversaciones con mis amigos y colegas historiadores colombianos Javier Ortiz y Óscar Barrera terminan siempre por reconocer las particularidades que hacen del “rey de los deportes” todo un fenómeno cultural en la región del Caribe. También debo decir que una de las reflexiones que más marcaron mi interés por este deporte fue aquella que escuchara de mi padre durante la primera Serie Mundial que recuerdo, en 1992. En aquel último lanzamiento del séptimo juego protagonizado por los Azulejos de Toronto contra los Bravos de Atlanta aprendería que “no hay deporte que concentre tanta tensión en un solo movimiento”.
Confieso también que, en un sentido práctico, es mi deseo ver que la sociedad mexicana trascienda del consumo casi exclusivo de la liga de futbol. A este respecto, estoy convencido de que el interés social por la práctica del deporte nace de las condiciones que permiten que haya diversidad de oferta deportiva. Sin recurrir a ejemplos muy alejados, Colombia puede presumir de tener público y práctica profesional, además de en el futbol, en disciplinas como el ciclismo, el patinaje de velocidad y, por supuesto, el béisbol. Brasil y Argentina, a pesar de su afamada cultura futbolística, tienen ligas muy fuertes de voleibol y basquetbol. Por ello, no veo con malos ojos que haya un esfuerzo para fomentar la práctica de un deporte, por lo demás único en sus características competitivas y que goza de una historia importante en nuestro país (consúltese el artículo del historiador Miguel Esparza sobre la institucionalización del béisbol en las décadas de 1920 y 1930).
Sin embargo, confieso también que las formas presidenciales mostradas para tal fin me parecen preocupantes. Lejos de ser parte de una concepción integral de fomento al deporte encabezada por la dependencia especializada, los esfuerzos del presidente se muestran como una agenda paralela y desarticulada de los objetivos de la Conade. Me resulta igualmente preocupante que la medida se presente más como una obsesión o un capricho personal que como una política que pueda perdurar más allá de esta administración. Y es todavía más preocupante aún el hecho de que esta política deportiva paralela tiene en la práctica más difusión, sentido y objetivos claros (por increíble que pueda parecer) que la propia política deportiva de la Conade.
De momento, resta esperar y observar si el presidente batea de jonrón o se va de faul. “¡Tranquilo Bobby, tranquilo!”.
nivon2099@gmail.com
Twitter: @ra_niv
1 de noviembre de 2019.
Raúl Nivón-Ramírez
Raúl Nivón-Ramírez ofrece el dominio de un catálogo de capacidades vinculadas a la historia, sociología y política deportiva. Concibe y despliega cualquier investigación que se estreche a asuntos de orden público en el campo de la ciencia del deporte, particularmente en áreas de comunicación, legado y procesos de planeación de políticas de desarrollo. Diseña y organiza eventos académicos en torno a sus líneas de trabajo, además de crear las vinculaciones con intereses del sector cultural.