Alimentar la esperanza
TEXCOCO. El arribo al poder de Alfredo del Mazo en 2017 y la designación al frente de la Secretaría de Cultura de una mujer que ya había dirigido el Instituto Mexiquense de Cultura, alimentaron la esperanza de que las graves omisiones de la reinvención institucional del ahora sector cultural serían por fin resueltas: dotar a la secretaría de un instrumento imprescindible de gobernanza, como una ley estatal de cultura, mediante un amplio proceso de consulta y participación ciudadana.
El tema de la dispersión de tópicos ligados a los derechos culturales como un rezago en materia de gobernanza ya se había subrayado desde principios de 2016, cuando la Secretaría de Cultura accedió al análisis del sector mediante la metodología de Indicadores Unesco de Desarrollo Cultural. Desde entonces quedaba claro que la positivación de los derechos culturales a través de instrumentos jurídicos compactos era la ruta indicada para garantizar su ejercicio y para la construcción de marcos de exigibilidad por parte de la ciudadanía.
Al equipo de Marcela González Salas como titular de la Secretaría de Cultura correspondió la publicación de los resultados de aquel ejercicio, que reveló otros rezagos, como la educación artística y el consumo de bienes y servicios culturales, pero también datos esperanzadores, como el robusto inventario de infraestructura cultural. Quizá por primera vez se contaba con una radiografía legible del sector y eso despertó la expectativa de que el documento final serviría como sustento del diseño de las políticas públicas que la institución estatal de cultura abrazaría en su segundo aire.
Al interior de la secretaría, al margen de los ámbitos de decisión, se mantuvo la premisa de que el proceso de transformación de la vida institucional y de sus obligaciones hacia la sociedad mexiquense implicaba necesariamente el debate, dentro de la secretaría y de cara a la comunidad cultural y a la ciudadanía en su conjunto. De acuerdo con las declaraciones de la nueva titular, había esperanzas fundadas para imaginar una Secretaría de Cultura congruente con las necesidades del desarrollo cultural en un marco de diálogo permanente.
Bajo la denominación de “foros de análisis” se llevaron a cabo reuniones internas en las que no hubo lugar para el debate y para la exposición de ideas, pero sí para oír directrices. El diagnóstico fue agua de borrajas y se desaprovechó una oportunidad inédita para democratizar el proceso de construcción de una institucionalidad moderna y congruente con una realidad en la que es cada vez más urgente abandonar el centralismo y ponderar el énfasis en los ámbitos comunitarios, donde se perciben con nitidez las construcciones simbólicas objeto de la acción pública en materia de cultura.
La posibilidad de promover la participación de la ciudadanía en la definición de las políticas públicas y en el diseño de los servicios culturales, con apego a la concepción del derecho de acceso a la cultura como una garantía del poder público para el ejercicio de la identidad de los pueblos, también se ha desaprovechado, e incluso coartado de manera deliberada mediante el abandono en que se mantienen los Centros Regionales de Cultura, bajo la coartada de una presunta redefinición de la vocación de los espacios culturales.
En Texcoco, por ejemplo, en el marco de una disputa con el gobierno municipal por la propiedad, persiste la intención de la secretaria Marcela González Salas de convertir en un museo el inmueble donde se firmó la Constitución local, pese a que personajes de la comunidad artística de la entidad, como el director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, Rodrigo Macías, y la primera bailarina del Ballet de la Ópera de Berlín, Elisa Carrillo, entre otros, pasaron por los talleres de iniciación que solía ofrecer el Centro Regional de Cultura.
Por su parte, el Centro Regional de Toluca, que se ubicaba en el Parque Metropolitano Bicentenario, cerró sus puertas definitivamente desde septiembre de 2020, como consecuencia de un rediseño institucional y para respetar la supuesta vocación deportiva del espacio, según se argumentó oficialmente.
Si bien la emergencia sanitaria que se vive todavía es un factor que ha dificultado el desempeño de las instituciones públicas, es incomprensible que los dieciocho Centros Regionales de Cultura ubicados estratégicamente en igual número de municipios se mantengan cerrados, sobre todo si se considera que en esas instancias se concretizaba la coordinación del gobierno estatal con los gobiernos locales en materia cultural.
El show debe continuar
A casi siete años de que se creara por decreto la Secretaría de Cultura, el corpus legislativo del Estado de México aún carece de una Ley en la materia. La mayoría del congreso local en manos de un partido político distinto al del gobernador priista podría explicar en cierta medida la falta de interés de la propia secretaría por liderar el debate y los cabildeos necesarios para contar con ese instrumento. Tristemente resulta comprensible. La ausencia de este tema entre las prioridades de la fracción parlamentaria de Morena, el partido mayoritario, no hace sino completar un paisaje sombrío en el que sigue soslayándose de modo sistemático la importancia de la cultura en la agenda pública. En esta coyuntura es más que nunca deseable un mayor protagonismo de la comunidad cultural de la entidad. Tal pondría en relieve el abandono del sector, que prevalece pese a los múltiples cambios cosméticos a los que se lo ha sometido.
Lo anterior no significa que la secretaría no haya buscado en ningún momento la interacción con esa comunidad cultural, o que ésta no haya tenido participación pública en ningún momento. En 2019 la Secretaría de Cultura de la federación retuvo a su contraparte en el Estado de México recursos destinados al fondeo de proyectos del PACMyC. En un comunicado oficial el organismo federal argumentó que la dependencia estatal adeudaba desde 2016, por falta de comprobación, más de cuatro millones de pesos correspondientes al Programa de Apoyo a Instituciones Estatales de Cultura. La Secretaría de Cultura estatal optó por administrar políticamente el diferendo y buscó la confrontación entre los afectados y la instancia federal. Huelga decir que en esa disputa entre ambos órdenes de gobierno la factura más importante se endosó, como era de esperarse, a la ciudadanía.
Reingeniería y concentración
En 2020, en medio de un inacabado proceso de reorganización institucional, un nuevo decreto derivó en la fusión de la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Turismo. La nueva “súper secretaría”, que entró en funciones en este 2021, parece más el producto de una caprichosa ocurrencia que el resultado de un proceso sistemático de reingeniería institucional. La ausencia de un marco normativo coherente es mucho más notoria a la luz de estas confusas y autoritarias determinaciones políticas, que son a la vez sustrato idóneo para la opacidad en el manejo de los recursos públicos. Ante la falta de un diagnóstico claro y de mecanismos de consulta y participación ciudadana que sustenten tales decisiones, es evidente que las falencias más graves en el sector cultural corresponden a los ámbitos de la gobernanza y del ejercicio presupuestal.
En la tabla anterior puede apreciarse la tendencia de las asignaciones presupuestales a las entidades públicas tributarias de la Secretaría de Cultura y Turismo a partir de 2015, cuando ocurre la primera transformación institucional, y hasta 2021, cuando entra en funciones la nueva entidad pública producto de la segunda transformación. La suma de las asignaciones presupuestales de los tres ámbitos funcionales de la administración pública que comporta la “súper secretaría” a cargo de Marcela González Salas y Petricioli registra un incremento global del 165.79 % en un cortísimo periodo de seis años. Durante ese mismo lapso, el incremento del total del Presupuesto de Egresos del Estado de México es del 42.9 %.
Las sucesivas transformaciones institucionales nada tienen que ver con un esfuerzo serio para ordenar la vida pública y optimizar los recursos y mucho se deben a los imperativos políticos de la concentración del poder y la riqueza en un escenario en el que el otrora partido en hegemónico ha perdido margen de maniobra. La falta de resultados en materia de deporte, de cultura y de turismo constituyen una dolorosa constatación.
Leonardo Reyes Terrazas
Gestor cultural, narrador, editor, productor de radio, educador y capacitador. Hizo estudios de Lingüística, de Lengua y Literatura Hispánicas y de Educación. Tiene experiencia de más de tres décadas como docente en distintos niveles de instrucción. Por alrededor de veinte años ha desempeñado distintos cargos en el ámbito cultural, tanto público como privado. Fue creador y coordinador de los festivales de Arte Urbano y de Artes Escénicas en el CCMB, de la Secretaría de Cultura del Estado de México, donde también coordinó los festivales Cultural Almas de Oriente y FestínArte. Creo el Programa de Capacitación Cultural en el CCMB, en cuyo marco se impartieron 37 seminarios de especialización, incluido el de Diseño de programación cultural. Textos de su autoría se han publicado en revistas nacionales e internacionales y en antologías de relatos. Recientemente fue incluido en la Antología de la gestión cultural. Episodios de vida, de Eduardo Cruz Vázquez, bajo el sello de la UANL (2019).