El sector cultural necesita un banco con ideas modernas

Juntos y revueltos, como ejemplo de negocios. La familia de Manuel Espinosa Yglesias, tuvo negocios en el cine. Espinosa participó del Banco Cinematográfico y luego se hizo del control del Banco de Comercio, Bancomer. Luego llegó la nacionalización de la banca. La idea de un banco dedicado a financiar proyectos culturales sigue latente. (Ilustración: Paso Libre)

 

Tan buen lema, que a estas alturas me vino a la cabeza. Fue una de las muchas genialidades de don Augusto Elías, el gran publicista. Lo ideó para el Bancomer de Manuel Espinosa Yglesias: “Un Banco con ideas modernas”. Me regresa en estos días de encierro, buscando más cuentas para el rosario del coronavirus. Aparece al lado de unas cuartillas que encontré en mis archivos. Son de agosto de 2007, cuando Rafael Tovar me decía que deseaba dedicarse a hacer negocios en el sector cultural. “¿Qué le proponemos a Carlos Slim, Eduardo?”.

En ese atropellado inicio de sexenio de Felipe Calderón, Sergio Vela, quien fuera entrañable del entonces desempacado Embajador de México en Italia, apuraba sus pasos como Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). El que decía interesarse por los negocios, optó al mes siguiente por el ofrecimiento de su amigo para tomar por decisión del mandatario panista, la dirección de las celebraciones del bi-centenario de 2010. Mis notas se quedaron ahí, con una idea central: crear un banco de nicho para financiar proyectos culturales.

Antecedentes peculiares como el Banco Cinematográfico en los años 40 y 50 del siglo XX, el influjo de las tecnologías, la expansión de las industrias del entretenimiento, el auge de la economía creativa, el emprendurismo cultural, mis propios afanes de microempresario, los límites del mecenazgo público y privado, la alternancia en la silla del águila: muchas razones para buscar innovación. Entonces deambulaba por cuatro modelos para crear un banco. El primero, inspirado en instrumentos financieros como el del Convenio Andrés Bello, que consistía en reunir capitales para un fondo de inversión para accionar a partir de intereses que serían el sustento de la institución.

El segundo, siguiendo la tradicional ruta de los paquetes accionarios. El tercero, enfilaba al fideicomiso mixto estilo Auditorio Nacional y el cuarto, que el Banco de México, sí, el banco central, tuviera una reforma a su ley que, tomando como referente la experiencia del Banco de la República de Colombia, asumiera ciertas tareas de financiamiento con base a una “mordida” a los nada despreciables remanentes que cada año entrega al gobierno federal. En esos momentos el escenario se veía ideal…

Cada chango a su mecate: proseguí con una aventura en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, luego en 2008 retomé al ciento la parranda periodística y Rafael Tovar, tras renunciar al cargo celebratorio un año después, se dedicó a sus negocios personales. Hasta que no le quedó más opción, de vuelta el PRI en el poder, que regresar al Conaculta en diciembre de 2012.

 

En la furia de la Cuarta Transformación en contra del neoliberalismo, hay un fideicomiso mixto con participación pública, el que sostiene el Auditorio Nacional. Su modelo exitoso debería inspirar al Banco de México a contar con disposiciones legales para apoyar el desarrollo del sector cultural.

 

¿Ejes con herrumbre?

La intención de volvernos banqueros, contaba con un añadido a la estructura normal de cualquier institución bancaria: un brazo de investigación e información. Esto significa que el banco contaría con su área de estudios para que nadie le tomara el pelo, con un servicio para nutrir de soporte a los aspirantes a recursos y con un área formativa para validar la viabilidad tanto de los postulantes como de sus negocios.

El banco con una docena de nombres a elegir, entre ellos Impulsora del Desarrollo Cultural, contaría con cuatro ejes de intervención. 1) Producción y coproducción. 2) División de infraestructura cultural. 3) Desarrollo educativo e investigación. 4) Intermediación para fondeo de empresas.

Estas notas reaparecen en días aciagos, cuando siento que tomamos la curva que conduce al piso de la “U” (ver en este Paso libre V W U L Las letras de la crisis del sector cultural). La actualización del Producto Interno Bruto al primer trimestre de 2020, indica una caída tan solo del Sector 71 Servicios de esparcimientos culturales y deportivos, y otros servicios recreativos, que es nodal para medir el sector cultural a través de la Cuenta Satélite de Cultura, de un ¡(-) 14.1 por ciento! ¡El registro más alto de toda la economía! Por arriba del conjunto de las industrias manufactureras y del turismo ¡de ese tamaño! Para consuelo, el Sector 51 Información en medios masivos, donde se ubican, además de negocios de la industria cultural, la llamada cultura digital, sector que tuvo un positivo de 4.7 por ciento. ¿Cómo nos imaginamos el segundo y tercer trimestre?

En las cuentas de este rosario del coronavirus, hemos puesto énfasis tanto en el análisis económico, como en las alternativas ante la recesión que vivimos. El 13 de abril, en este Paso libre, en mi columna En el paredón, con el título De Carstens para la comunidad cultural, dimos cuenta de algunas señales lanzadas por el ex Gobernador del Banco de México aplicables al sector cultural.

Como consecuencia de un esbozo de proyecto que encontré en mis archivos, inmersos en el recuerdo de la situación que le dio lugar, urgido a encontrar opciones para enfrentar lo que vivimos en el sector cultural, han dado con este relato.

En el siguiente rosario del coronavirus les platico más.

Share the Post: