Entre los múltiples recuerdos que tengo de mi padre siempre destaca su imagen leyendo un libro, era un ferviente enamorado de la lectura y en especial de la historia de México y universal. También recuerdo que nos decía que la lectura es el gimnasio del cerebro, de la memoria, del pensamiento y uno de los baluartes de la libertad. De él aprendí y viví que leer es igual a ser libres y me permitió descubrir un mundo fantástico e interminable, a viajar de mil formas y conocer hasta lo imposible. En verdad el acto de leer es un acto de libertad y deseo profundamente poder transmitir por qué la lectura es imprescindible para transformar la conciencia y para construir un mundo mejor. Un México de personas libres, de ciudadanos libres y una mejor versión propia de cada uno a su libre albedrío.
Para iniciar quiero volver a resaltar lo que he venido insistiendo en algunos escritos: mientras permanezca la brutal y extrema desigualdad e inequidad social, la lacerante y mezquina negación a la distribución de las riquezas, de seguir sometidos y sojuzgados a sistemas económicos-políticos criminales donde el objetivo es que muy pocos tengan muchísimo o todo y otros muchos tengan muy poco o nada, de oligarquías abusivas, codiciosas, engañosas, inconscientes, genocidas y ecocidas; resultará imposible que el acto de leer pueda ser un logro plural, incluyente y nacional si la gran mayoría de los mexicanos están mal alimentados, mal nutridos y sin acceso a agua limpia o potable, porque así es imposible que haya interés y fuerza de vida para leer, donde quiénes gozan de lo contrario si no leen simple y llanamente se provoca un vacío en la persona, auto amputarse la capacidad de la especie humana de descubrir la diversidad y descubrirse a sí mismos, de no evolucionar ni darse la oportunidad de conocer la otredad. Quizás de nunca madurar como Homo sapiens. CIVILIZARSE así en mayúsculas.
Estoy de acuerdo que la negación o la dificultad de La lectura en México es un problema multifactorial, como asegura la especialista Rosa María Camacho-Quiroz (UAEM, 2013): “Cada vez son más frecuentes las reflexiones sobre el poco o, mejor dicho, nulo hábito de la lectura en México. Todos sabemos que la costumbre de leer no es una de las más apreciadas en nuestro país, y para revertir esta situación se han creado, tanto a nivel federal como estatal, varios programas para incitar este hábito. Se han echado a andar proyectos como las llamadas ‘Salas de lectura’, ‘Olimpiadas de lectura’, ‘El rincón del libro’, ‘Para leer en libertad’, entre otros. Pero, ¿por qué es un problema la lectura en México? Más del 70% de los mexicanos no lee un solo libro al año. Unos porque son analfabetos y otros porque no quieren o no pueden. En nuestro país, varios factores, entre económicos, culturales o pedagógicos, intervienen para que la lectura, entendida como práctica que conjuga la adquisición de conocimiento con el placer, no sea una rutina común en la población mexicana”.
En particular pienso que, pese a todo, hay dos pretextos o justificaciones válidas o discutibles para no leer, incluso al grado de detestar la lectura y son: la falta de voluntad y la falta de comprensión. La primera entra en el libre albedrío y, desde mi punto de vista, porque no hubo el ejemplo en casa, en el hogar y/o por una deformación escolar en el nivel básico, una deficiencia o mala pedagogía muy desalentadora. Y la segunda muy emparentada con la primera, donde se suman factores de un desarrollo de vida ajeno al uso del pensamiento y la reflexión como crecimiento humano, es decir; para qué leer, pensar, reflexionar y mejor que alguien lea y piense por mí, decida por mí, resuelva y actúe por mí, lo que implica un desdén o frustración al intentar leer porque no se entiende un tanto por falta de vocabulario y otro tanto porque el gimnasio del cerebro no se ha ejercitado ni siquiera a través del conocimiento y saberes por tradición oral. En sí no tener conciencia de la propia existencia, encerrados en nuestro mundo de lo ya conocido y heredado o como sentenció un presidente mexicano de principios del presente siglo: “La gente que no lee es más feliz”.
La lectura es un acto de decodificación fluida que se aprende y ejercita pese a que como seres humanos estemos dotados para hacerlo, es imprescindible la enseñanza, el ejemplo y el acceso a la lectura para que pueda fluir como lo hacemos al respirar e, incluso, no se traduce o significa que respiremos adecuadamente. Vivir es un aprendizaje emocionante, constante e interminable.
Los resultados del Módulo sobre Lectura (MOLEC) 2020 que presentó el INEGI evidencian una alarmante carencia de lectores en México y me parecen mucho más significativos que los presentados en este año 2021, porque la realidad que hemos vivido con la pandemia no es un parámetro permanente sino temporal de la realidad y, pese a que es lógico el gran consumo actual de “lectura” a través de la Internet es el resultado de lo que se ha venido gestando desde que se originó dicho advenimiento tecnológico. Además, que el hecho de navegar por la gran Red no es sinónimo de leer ni de comprender ni de pensar sea cual sea el motivo y/o contenidos que estemos “leyendo”. La Internet no hace ni fomenta lectores sino navegantes o consumidores en una vorágine de productos y servicios que incluyen la información, pero no asegura que se lean los contenidos ni mucho menos que se comprendan, solo es un medio de comunicación social explotado sustancialmente para el comercio, el mercado financiero, las tendencias de moda y el sensacionalismo. Aún no logra ser una herramienta total para las sociedades de conocimiento, sino en su mayoría un instrumento o intermediario a favor de los agentes económicos-políticos dominantes y sus algoritmos voraces.
Resultan paradójicos los argumentos para desinteresarse por la lectura y mencionaré algunos: “No tengo tiempo para leer”, cuando la lectura te da más tiempo de vida consciente y autonomía; “Yo vivo en mi mundo y así soy feliz”, cuando una visión plana del mundo es una felicidad muy limitada; “Prefiero gastar mi dinero en otra cosa que en libros”, cuando la falta de lectura te hace gastar más en trivialidades que te generan dependencias que nunca satisfaces; “Para qué leo si no entiendo ni me acuerdo de nada”, cuando la falta de memoria puede ser muy peligrosa al dejarte sin elementos de comunicación verbal y proclive a enfermedades mentales; “Lo vi, pero no lo leí”, cuando la falta de lectura te pudo salvar la vida o ser muy útil para tu vida diaria. Así, un sinfín de posturas ilógicas que solo te perjudican y terminas entregándote para que otros te digan qué pensar y qué hacer.
Sinceramente déjate enamorar. Me permito ponerlo en la mesa, invitándote a leer y con el ánimo sincero de que disfrutes tu lectura. Sigo insistiendo.
César Octavio Larrañaga
Comunicólogo, antropólogo, fotógrafo, museólogo y consultor de TIC. Su trayectoria incluye la gestión y difusión cultural, así como la producción audiovisual, el periodismo, el trabajo académico y editorial. Además del diseño y operación de estrategias en el manejo de crisis mediáticas y políticas. También se ha desempeñado en el sector privado y ONG’s en materia de medio ambiente. Con una amplia experiencia en museos y museología en México, así como fue becario-investigador en el MNCARS de España.