ENSENADA. La nuestra es hoy, como diría contradictoriamente Dante Aligheri, una “divina comedia”, por más que ella, como el infierno y como toda La Divina Comedia del maestro florentino, sea de hecho una permanente tragedia casi toda, con todo y que en ella Beatriz es una presencia angelical. Vivimos hoy, pues, una pesadumbre continua, nos rodee, cercanamente o no, la muerte. Sólo nos basta hoy la presencia social de la enfermedad, para que el dolor y la pesadumbre se hayan apoderado de nosotros y nos hagan sufrir si no de una manera infinita, sí sintiendo que el lado alegre de la vida ha desaparecido. Nuestro presente, habría que creer, ha abierto un nuevo ciclo de vida, diferente de manera total con aquellos anteriores del ciclo capitalista inaugurados con el consumo masivo, en donde prevalecía una falsa alegría. Quiérase o no hoy predomina la mesura (ocasionalmente la preocupación, sino es que la tristeza) a nivel mundial (aún entre los chinos, cuya economía es la única que aún registra saldos positivos).
En otro sentido, pues, la sociedad individualista pregonada por Lipovestsky (aquella en la cual el consumo imponía sus reglas) ha desaparecido y su falsa alegría se ha venido al piso, pues los consumos, suntuosos o no, se han reducido de una manera sensible (por no decir dramática) y es así que la sociedad mencionada se ha derrumbado y junto con ella, que es lo más triste, los individuos que en esa sociedad llegamos a vivir, desaparecidos por la enfermedad o disminuidos porque nuestras pautas de vida se han venido al piso. No, desde luego, aún no, la sociedad capitalista nos ha llevado al apocalipsis. Temerosa ahora, proclama aún que dentro de ella es posible vivir, sin darse cuenta que atraviesa ya por una transición que no tiene vuelta atrás, en tanto que ella, como organización social si no ha fenecido sí se encuentra en una fase terminal, aunque, como escribiera en el prefacio de Historia y consciencia de clase hace 90 años Gyorgy Luckás, quiéralo o no el capitalismo hoy, con esta pandemia, pasa por algo similar por lo que pasó Lukács después de escribir sus primeros ensayos literarios, que luego dieron paso a sus escritos filosóficos y puramente marxistas: “Así, si yo veo en este dualismo desarmónico la línea fundamental que caracterizó las ideas de aquellos años no se debe llegar por eso al extremo opuesto, a presentar una especie de cuadro en blanco y negro, como si una positividad revolucionaria en lucha contra la negatividad de las supervivencias burguesas agotara la dinámica de estas oposiciones. El tránsito de una clase a la clase que le es específicamente enemiga es un proceso muy complejo”. En otras palabras, este tiempo de angustias que vivimos, plagado de violencias cuya topología es difícil de levantar, como escribe Byung Chul Han, sí marca el fin de esa época de falso esplendor capitalista en donde el consumo prevalecía por sobre muchas cosas que hoy, por más que tratamos de recuperar, ya no podemos: mesura, humildad, sometimiento, cerviz inclinada ante la tragedia.
Apocalíptico aunque aún no en lo material, el capitalismo de hoy nos anuncia, sí, lo que será paralelamente el fin de Pacha Mama (el planeta Tierra) y el fin de los humanos. Vivimos, pues, una dura tristeza adelantada.
*Sólo estructurador de historias cotidianas
Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
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