El jueves 21 de mayo presenciamos un espectáculo de gran interés para la cultura y la política. Una iniciativa del partido MORENA firmada por el coordinador del Grupo Parlamentario en la Cámara de Diputados, Mario Delgado, buscaba radicalizar la medida tomada el pasado 2 de abril por el Presidente de la República. Refiere a la desaparición de los fideicomisos, mandatos y análogos, a efecto de transferir los recursos a la Tesorería de la Federación de una manera casi inmediata.Como aquel decreto no tocaba “aquellos fideicomisos públicos, mandatos o análogos constituidos por mandato de Ley o Decreto legislativo y cuya extinción o terminación requiera de reformas constitucionales o legales” (art. 5), pues entonces habría que proceder a modificar las leyes que daban lugar a estos fideicomisos excluidos. Ese era o es el sentido de la iniciativa firmada el 19 de mayo por el diputado Delgado y asumida por otras figuras de gran relevancia en el funcionamiento del partido como Dolores Padierna.
La propuesta afectaba a una cuarentena de entes fiduciarios entre ellos al Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (FIDECINE), que parecía haber librado su recorte tras las discusiones habidas en el mes de abril. Sin embargo, a pesar de que el sector del cine estaba en pláticas con diversos actores públicos para establecer compromisos sobre su desarrollo, el miércoles 20 fue dada a conocer la iniciativa, lo que generó un ambiente de desconcierto entre la comunidad cinematográfica.
Dos hechos notables sucedieron el jueves 21: la reacción casi unánime de figuras notables del cine y la aceptación de las principales figuras del MORENA en la Cámara de Diputados, de no atentar contra la financiación de cine en México. Sobre lo primero, la defensa de FIDECINE, fue abordada desde tres ejes. El más visible y espectacular fue la participación de importantes figuras quienes, aunque no necesariamente producen ahora cine mexicano, sí han estado presentes o son producto de la industria mexicana y de la tradición creativa en ese campo. Me refiero a los directores Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón Orozco, quienes son referentes de muchas generaciones de jóvenes interesados en la creación cinematográfica.
No es fácil para un legislador plantar cara a las opiniones del oscarizado Guillermo del Toro, al menos es más difícil que ignorar las opiniones del poeta y Premio Nacional David Huerta cuando se pronunció sobre la desaparición del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA).
De intereses a intereses
Los otros dos factores son menos anecdóticos, pero igual de poderosos. El primero es la eficiencia e impacto de FIDECINE en la promoción de la creatividad en el séptimo arte. El otro es que la industria cinematográfica no es cualquier actividad de la economía. Mueve dinero, produce riqueza y sustento para muchas familias, es fuente de orgullo de numerosos aficionados al cine y se ha incorporado a amplias cadenas de valor que van más allá de las fronteras del país.
Una pregunta que podríamos hacernos es si no merecía el FONCA un respeto semejante. Se levantaron innumerables voces que sólo recibieron el festejo de la Secretaria de la Función Pública, Irna Eréndira Sandoval, celebrando el sentido “liberador” de la desaparición del Mandato. La contradictoria declaración de que la revisión y supresión de los fideicomisos es fruto de la emergencia sanitaria y económica, pero, al mismo tiempo, que los compromisos cobijados por los fideicomisos se van a sostener, no da lugar más que a la perplejidad.
No creo que ante el paso atrás que se ha dado con relación al FIDECINE pueda haber esperanza de que se revisen las medidas ya adoptadas sobre otros fideicomisos, aunque deseo esto último. Por el momento habrá que tratar de explicarnos por qué habiendo la posibilidad de excepciones a la desaparición de fideicomisos de cultura y sobre todo de ciencia, éstas no se concedieron. ¿Porque los creadores en los campos atendidos por el FONCA no son relevantes? ¿Porque había en realidad opacidad y corrupción en su ejercicio del Fondo? ¿Porque el FONCA, pese a sus 31 años de existencia, carecía de organicidad normativa suficiente?
El fracaso en la defensa del FONCA es de incumbencia de todos los interesados en la cultura y debemos realizar un análisis cuidadoso para empezar a imaginar cómo reconstruir la política de apoyo y fomento a la creatividad desde este momento.
Las políticas culturales modernas han pretendido construir un sistema de apoyo a la creatividad mediante instancias y financiamientos específicos a la cultura. A su vez, han promovido sus acciones a partir de satisfacer los derechos de los ciudadanos a la cultura y menos con la idea de producir servicios culturales, así como han tratado de diseñar sus acciones como parte del proceso de democratización de la sociedad y el apoyo a la convivencia de los ciudadanos.
La situación que vive la cultura en México parece afectar estos compromisos, por lo que es el momento de revisarlos y rediseñarlos en función de nuevas condiciones sociales.
Eduardo Nivón Bolán
Eduardo Nivón Bolán es doctor en antropología. Coordina la Especialización y Diplomado en Políticas Culturales y Gestión Cultural desde el inicio del programa virtual en la UAM Iztapalapa (2004), donde también es coordinador del cuerpo académico de Cultura Urbana. Consultor de la UNESCO para distintos proyectos, entre los que destacan la revisión del programa nacional de cultura de Ecuador (2007). Preside C2 Cultura y Ciudadanía, plataforma de diseño e investigación de políticas culturales A.C. que, entre otros trabajos, fue uno de los colaboradores del Libro Verde para la Institucionalización del Sistema de Fomento y Desarrollo Cultural de la Ciudad de México (2012). Entre sus obras destacan La política cultural: temas, Problemas y Oportunidades (Conaculta) y Gestión cultural y teoría de la cultura (UAM-Gedisa).