
Se me cruzan, un día sí, otro no, las biografías pendientes por escribir. Los personajes merecen que alguien narre sus historias. Hacerlo lejos del recuento afable, ricas en lo que fueron capaces de crear, lo cual va mucho más allá de sus zonas oscuras, que son como las que todos atesoramos en distintas dimensiones.
Regreso a la expectativa en la medida de que los no biografiados siguen sumando años de haber fallecido. Vuelvo también ya que los cuatro perviven en las marcas del desarrollo cultural en tiempos de una notable tendencia, fruto tanto de la desmemoria como de la “arro-ignorancia”, de cacarear “cambios” cuando sencillamente se siguen las rutas de lo construido en décadas.
El primero que partió fue el músico Jorge Reyes, de origen michoacano (1952-2009). Nos unió una larga amistad. Su escuela sigue inigualable, se trata de un legado de fusiones musicales que lo hacen un clásico que procuró, en su nicho, la vigencia del pasado prehispánico y de las comunidades indígenas. Un patrimonio que debería ser objeto de mayor tributo.
Días antes de su fallecimiento, le animaba a preparar un libro para sus 60 años. Ya lo platicaremos, me dijo. Unos meses después de su partida, un paisano de Jorge, cuyo contacto perdí, tras contarme acerca del estudio de su trayectoria, lo adelantado que tenía el trazo del libro, me confiaba darse por vencido al no poder avanzar debido a que, así es esto, hay fuentes que se niegan.
Al compositor Daniel Catán (1949-2011) le tomó la muerte en la Universidad de Austin. Por las características de la política cultural a la vez que burocráticas como de producción de ópera en México, las compañías norteamericanas son las promotoras de sus óperas. No hace mucho pudimos comparar los montajes de Florencia en el Amazonas, llevados a cabo en el INBAL y en la MOH de Nueva York. El influjo de Catán sella las asimetrías insuperables del canon nacionalista que privilegia el repertorio de cajón.
Nos hizo amigos el entrañable director Eduardo Díazmuñoz. Después de 12 años de su muerte, en una circunstancia de enorme sencillez, pregunté los porqués de la ausencia bibliográfica. Atreví un esbozo de abordaje, la cosa pintaba en franco. Supongo que será un experto norteamericano el privilegiado con esa tarea.

Originario de Aguascalientes (1929-2013) el genio renovador de Víctor Sandoval, en la política cultural, sigue vigente. Por ejemplo, los rieles de lo que hoy celebran como cultura comunitaria, son los que generó desde los años 70, centrando la labor de las casas de la cultura. Luego vinieron los institutos estatales como municipales, la expansión del INBAL, como de Culturas Populares y el ajuste con el Conaculta. Sandoval formó, como pocos, generaciones de promotores culturales y servidores públicos en el ámbito gubernamental.
Su legado conceptual, en él su largo como no exento de tropiezos ejercicio público, es merecedor de la recapitulación en la cual entra, por supuesto, su obra poética. Lo conocí por el escritor Marco Antonio Campos a mediados de los años 80. En tiempos de campañas electorales en el 2000, lo entrevisté para El Universal, en el Sanborns del Centro Histórico de Aguascalientes. No se movió en su renuencia a ciertos temas. De ello platiqué en diversos momentos con su hijo Alejandro (1957-2022) como con su hija Eunice. Sigamos esperando.
Un buen día con Judith Amador aventuramos los motivos para concebir no una pieza biográfica, sino una obra colectiva alrededor de Rafael Tovar (1954-2016). Ambos reuníamos acervos suficientes para pulsar su viabilidad. Con la mejor de las combinaciones de pesos y contrapesos, se lo propusimos a su primera esposa, Carmen Beatriz López Portillo y a su hijo Rafael. Con su anuencia, avanzamos rápidamente, venciendo no pocas reservas. Pese a tener una coedición asegurada, de pronto, el hoy rector del Claustro de Sor Juana nos paró en seco, sin explicaciones. En una carta nos alejamos de nutrir un conflicto y nos disculpamos con las y los autores.
Genuino como controvertido, la figura de Rafael Tovar refrenda cada año su pendiente biográfico. Su peso es tal en el devenir de la política cultural, que programas concebidos desde el salinismo son asiento de la cuarta transformación con sus dos pisos, como simiente de no pocos de sus servidores públicos.
Dirán que faltan muchos nombres. Claro. Uno de ellos es Raúl Padilla (1954-2023), otro innovador del sector cultural. En conversación con Igor Lozada, le propuse hacer un libro en tal sentido. Vaya sonrisa que soltó.
Se buscan biógrafos con bono de suerte.

Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.