Vida y sector cultural en México. La novela, de Palou (y 6)

Invento que perdura. Las coyotas, un pan relleno de piloncillo, viene de los inicios del siglo XIX y quizá su tierra natal no es Sonora, como se asegura, al menos si nos atenemos al escritor Palou.

 

Con esta última entrega, con muchas más citas pendientes de incorporar al rompecabezas que es México. La novela, de Pedro Ángel Palou (Planeta, 2022), esperamos animar a que los lectores hagan su propia narrativa del notable empeño del autor poblano.

Vale reiterar al cierre. La tarea no es solamente apoderarse del historial capitalino mexicano, lo vertebral de la apuesta del escritor. Es la provocación que nos pone en la mesa para construir otras novelas. Les he dado muestras de mi elección: las relativas a la vida y sector cultural.

Ya no llegaremos a la cobertura total decimonónica, menos al alud del siglo XX. Siento una proximidad que opta por acentuar, como hemos visto, el recorrido a partir de la conquista hasta las primeras décadas del siglo XIX.

Veamos los siguientes momentos. En México. La novela se alude a un empresario, en tiempos de Santa Anna, que se benefició con la construcción del Teatro Principal de la Ciudad de México. Empresario dueño de la mayor colección de aves del paraíso.

Son los años en que “Las prensas de su taller tipográfico eran de cuadros móviles y planchas intercambiables, las más modernas de México”.

En estas páginas no cesan los sabores: “A Gildardo lo apodaban la Coyota en alusión a uno de los muchos tipos de pan que producía”.

Ahí va el caballero con un “reloj de oro grabado tipo Lepine”. Es de la clase alta cuyos pasatiempos eran las corridas de toros, el teatro y la ópera, con compañías extranjeras, divas y cantantes, con la primera representación de la Compañía Nacional de Ópera.

Es el andar de las mujeres mayores que iban maquilladas con polvo de arroz y carmín. Los hombres adultos se aplicaban harina de trigo en el cabello para ocultar las canas y ungüento de pachuli en las arrugas.

Los esfuerzos por documentar el acontecer de una nación joven y emproblemada no se detenían. “Pero esta vez le llevaba el nuevo libro impreso por Mariano Galván Rivera, El cocinero mexicano, que tanto revuelo estaba causando por sus recetas”.

En la Ciudad de los Palacios hay Navidad. 1832. Se celebra con partidas de tresillo, con los sonidos de las ocarinas de barro, jugando con tiras de papel picado, con piñatas rellenas de tejocotes, cañas, colación, plumas, lápices, lentes de aumento, borradores, monedas antiguas y hasta pequeños astrolabios.

Son los días decembrinos en los que monjas cocinan fruit cake y se guisa el guajolote.

A la fecha, cotizando los pianos Erard, la marca favorita de Franz Liszt y protagonista de la novela. (Imagen tomada de todocoleccion.net)

 

Es la tierra mexicana importadora de muchos bienes culturales, sobre todo para el despliegue de las artes escénicas. Por ello un vals de Strauss se podía ejecutar en un piano Erard 1826 con sistema de doble escape, traído de Alemania, el favorito de gran Franz Liszt.

Avanza el siglo de la gesta de Independencia con el esperado ascenso del globo aerostático de Adolfo Theodore, con el daguerrotipo cuyo invento tiene maravillada a la ciudad.

La gente va a los cafés de moda, el Astrea y el Paoli donde se ordena beefsteak y tortilla de huevo. Cursa la ciudad donde se mastica chicle, resina que un tal Adams se lleva a los Estados Unidos en grandes cantidades.

Calles céntricas que dan cabida al primer hotel de la ciudad, el Bella Unión.

“México siempre había vivido entre dos flancos: el grupo de los traidores, por un lado, y el de los fieles, creyentes de la legítima soberanía de México, por el otro”, lanza uno de los personajes de Pedro Ángel Palou, y que las palabras tienen eco al 2022.

Aquí donde ahora escribo, donde tantos vivimos, hubo un tiempo de intensa diversión con las luchas grecorromanas, con la ópera cómica que llamaban zarzuela. Parrandas en numerosas cantinas, palenques, pulquerías y billares; en dos plazas de toros, en variedad de fondas y suculentas panaderías.

Una región transparente con escuelas, más privadas que a cargo del Estado. De bibliotecas, conventos, parroquias, paseos, plazas y plazuelas.

Y con abanico de periódicos: El Universal, El Demócrata, El Monitor Republicano, El Siglo Diez y Nueve.

1857: “- ¿Qué es preferible? -preguntó Eusebio-, ¿una reforma gradual que vaya paulatinamente corrigiendo los abusos, las influencias y el desequilibrio en la sociedad, o una reforma absoluta que aniquile lo malo como también lo bueno, para sembrar después en un campo fértil, pero desierto?”.

Ustedes responderán 165 años después. De ese calado México. La novela.

Querido lector: Ten presente que estas entregas forman un serial del 1 al 6 y con epílogo. Al concluir te recuerdo que las tienes a mano en este blog si sigues el orden.

 

Ahí un guajolote de Puebla, próximo al sacrificio. Igual vale para la Ciudad de México trazada por el poblano Palou. Cocina poblana (óleo sobre tela, 1865) del mexicano José Agustín Arrieta (1803-1874). (Imagen tomada de mediateca.inah.gob.mx)

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