Para Armando Vázquez Ramos, “El profe”
“Si es legal, no es grafiti”, dice Arturo Pérez Reverte en su libro El francotirador paciente, cuyo personaje, Sniper, es un grafitero de identidad desconocida que busca los momentos oportunos para impregnar los aerosoles de colores en inmuebles emblemáticos de Europa. En el grafiti se defiende el anonimato y se procura la espontaneidad; tiene una semiótica a través de tags para entenderse entre grupos, marcar territorios o simplemente mandar mensajes encriptados.
El arte urbano, en cambio, aprovecha los espacios públicos para intervenir el paisaje, como pasa en Los Ángeles, que es uno de los centros más importantes de esta representación artística. Cuando uno logra la inmersión en las zonas icónicas de Venice, Melrose, el popular barrio de “East LA” o el centro de la ciudad, entre otras, no dejan de asombrar las policromadas paredes que hacen honor a personajes como Anthony Quinn, pasajes de la historia de la ciudad u otros temas que dan lustre a dicha urbe.
Se puede decir que los artistas visuales de origen mexicano han sido pioneros en el muralismo urbano de Los Ángeles, incluso aquellos miembros del arte chicano, aunque por su naturaleza tengan un discurso antihispano y antisajón. Una de las exponentes más importantes del muralismo no sólo en Los Ángeles, sino en todo Estados Unidos, es Judy Baca, quien creó el Social and Art Public Research Center (SPARC), perteneciente a la Universidad de California de Los Ángeles (UCLA), donde también es profesora. SPARC está hospedado en un curioso edificio que anteriormente fue la cárcel de Venice, transformada en un centro de enseñanza y preservación del arte público.
SPARC y Judy están a cargo del proyecto de The great wall of Los Angeles, que corre a lo largo del canal de desagüe de la ciudad, consistente en la intervención de cerca de 800 metros lineales. Este es uno de los espacios de arte urbano más icónicos de Estados Unidos. Se trata del mural más largo del mundo cuyo objetivo no sólo es recuperar el espacio público y embellecer el Valle de San Fernando, donde está ubicado, sino darle atención a más de 400 jóvenes y artistas que han participado en su desarrollo durante años.
Si bien Prometeo, la intervención al fresco que José Clemente Orozco realizó en el Colegio de Pomona en 1930 fue el primer mural de los tres grandes en Estados Unidos, es a David Alfaro Siqueiros a quien se le atribuye el origen del muralismo urbano en Los Ángeles, pues mientras que Orozco trabajó al interior de la bóveda de uno de los edificios del Colegio, Siqueiros pintó tres murales en espacios abiertos durante su estancia de cerca de seis meses en 1932: Retrato del México de hoy, América tropical y Mitin obrero.
Al chihuahuense se le reconoce haber abierto el interés en la comunidad angelina para la expresión artística en espacios públicos. Tal como ocurrió con el mural que Diego Rivera pintara en el Rockeffeller Center de Nueva York, las intervenciones de Siqueiros también se vieron amenazadas; sólo Retrato de México de hoy pudo salvarse porque lo hizo en una casa y en 2001 fue trasladado, pieza por pieza, al Museo de Arte de Santa Bárbara.
América tropical y Mitin obrero no corrieron la misma suerte. El primero, que se encuentra al costado de uno de los edificios de la Plaza Olvera, el corazón de Los Ángeles, estuvo prácticamente perdido y fue hasta el 2012 cuando la Fundación Getty, con una altísima inversión, se dio a la tarea de rescatarlo para que pudiera verse expuesto en imponente estado.
Historia distinta ha tenido Mitin obrero, que fue ejecutado por encargo en la Escuela de Artes Chouinard. Al cerrrarse dicho centro, el inmueble pasó por otras manos y el mural por la suerte aleatoria que sus propietarios decidieron, hasta quedar invisible. El dueño actual es una iglesia coreana que también funciona como escuela, y aunque han tenido la deferencia de aceptar vías de diálogo para que el fresco pueda ser recuperado, lejos está de tener una mejor vida.
El mural se encuentra cubierto de pintura y una de sus partes fue comida por la propia extensión de la escuela; sin embargo, aún se pueden observar algunos trazos. Hace algunos años el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) envió un equipo de técnicos para su valoración. Cuando se visita el inmueble, se pueden ver las calas con las pintas originales del mural que los técnicos desvelaron en la pared para sus estudios. De acuerdo con el dictamen del INBA, es factible la recuperación de ese monumento artístico. Los retos que se presentan, sin embargo, son mayúsculos. Primero, el mural se encuentra en una propiedad privada que requeriría su adquisición o algún tipo de arreglo con los propietarios; segundo, se trata de un patrimonio artístico fuera del país y, por lo tanto, no está amparado por la legislación nacional para su salvaguardia y, tercero, no existe proyecto para su recuperación, mismo que tendría un costo mayor.
Debe reconocerse, empero, que han habido esfuerzos para rescatar Mitin obrero; especial mención merece el activismo encabezado por El profe Armando Vázquez Ramos, director del Centro de Estudios California-México, de la Universidad Estatal de California de Long Beach. El seis de enero se cumplen 50 años del fallecimiento del muralista y mientras pueda resolverse la manera en que Mitin obrero salga a la vista, es momento de recordarlo y saber que está ahí pendiente, esperando su inmortalidad.
Andrés Webster Henestrosa
Andrés Webster Henestrosa es Licenciado en Derecho por la UNAM con maestrías en Políticas Públicas y en Administración de Instituciones Culturales por Carnegie Mellon University. Es candidato a doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM–CCM, donde también ha sido docente de las materias Sociedad y Desarrollo en México y El Patrimonio cultural y sus instituciones. Fue analista en la División de Estudios Económicos y Sociales de Banamex. Trabajó en Fundación Azteca y fue Secretario de Cultura de Oaxaca. Como Agregado Cultural del Consulado General de México en Los Ángeles creó y dirigió el Centro Cultural y Cinematográfico México.