Amanezco recordando casi todos mis sueños, más que nada por lo mundanos que son. Anoche viajaba a la playa en autobús. Otro día estaba en el bosque, pero ese se repite incluso estando despierto. Tengo antojo de piña y queso fresco desde hace cuatro meses. Como esa vez en Isla de Cedros soñábamos cerveza y agua fría, luego, sólo agua. Así, de a poquito, vamos deseando menos y descubrimos cómo en la infancia el tiempo es mucho y nosotros nada. Siento envidia de mis plantas que en el pasado aprendieron a ser felices solo con agua, crecer con calma y buscar el sol. ¿Será que nosotros también podemos? (Pablo Cotera).
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