En “un mundo raro” como el que actualmente transitamos, una mujer rebelde e insumisa que nació hace 33 años en una historieta volvió a inspirar vida para el mundo digital: se trata de Anomia, la personaja creada por la artista Ana Barreto (1956) que ahora continúa con su mirada feminista de asombro en la que reconoce como sus únicas herramientas de sobrevivencia la flexibilidad, la pasión por compartir y hacer visibles ciertos valores relacionados con la equidad de género y la ecología a fin de continuar en la construcción de puentes generacionales.
Creativa cuantimás, y en tiempos donde la pandemia pospone o cancela proyectos artísticos, ella no solo experimenta en la vereda digital sino que se afana en crear la Lotería Acapulqueña; sus pinturas, grabados y dibujos de sirenas, flamingos, veleros y corazones ocupan lo mismo una escena en Dolor y gloria, la película de Pedro Almodóvar, que habitan varios muros en escuelas y hoteles diseminados en el puerto guerrerense. También maestra de artes plásticas, Ana ofrece talleres de artes plásticas a niñas y niños de 6 a 12 años porque cree con firmeza que “el arte nos hace mejores seres humanos” además de que les enseña teoría del arte para que conozcan sobre la vida y la obra de Da Vinci y Velázquez; Picasso, Pollock y Posada; de los muralistas Rivera, Orozco y Siqueiros, con especial atención en su pasión por las artistas mujeres: Kahlo, Georgia O’Keefe, Leonora Carrington, María Izquierdo y Remedios Varo. Siempre se divierte como enana frente a sus grupos presenciales que, ni modo, ahora tienen un receso ante el coronavirus que no respeta lugar geográfico.
La vida de Anomia inició como historieta en papel en octubre de 1987, pero tuvo aliento solo en tres números de la publicación independiente Esporádica, un punto de vista desde las enaguas. Posteriormente fue parte de las páginas de Histerietas, el suplemento que coordinó el caricaturista Magú en el periódico La Jornada. En aquel medio Barreto publicó entre 1990 y 1995 sus narraciones gráficas sobre migración y la vida de las mujeres representadas por Anomia en la casa, la calle, la política, la cama y en múltiples disidencias.
Sin embargo, la personaja permaneció resguardada por 24 años. Fue hasta octubre de 2019 que vio nuevamente la luz pública en el marco del festival FotoMéxico del Centro de la Imagen. En aquel recinto ubicado a un costado de La Ciudadela de la Ciudad de México se exhibió Anomia: Aventuras gráficas de una feminista urbana, que para su autora fue el aliciente de hacer resurgir a esta jovencita feminista tan proclive a la rebeldía. Ahora lo hace no en el papel sino en el tránsito digital en su propio sitio web que cuenta con la participación de la autora y del equipo conformado además por el editor César González Aguirre y el diseñador y colorista Mario Belta.
Con motivo de la pandemia y por la ubicación de Ana Barreto en su natal puerto de Acapulco, realizamos “el encuentro” a través de la escritura: un cuestionario con respuestas escuetas enviado por correo electrónico de forma inicial, plenamente enriquecido después con las seis hojas manuscritas que Ana fotografió y envió de forma digital. La estrategia fue un gozo: no hay algo tan fuera de moda como el leer la palabra manuscrita. La caligrafía de Ana Barreto muestra no solo su pericia gráfica llevada a la historieta sino que devela lo orgánico del trazo que traslada como agradecimiento a las decenas de planas en los cuadernos Gader que le hacían completar las monjas con las que estudió la primaria. Es también esa caligrafía que la ha sacado de apuros al rotular diplomas, hacer de tripas corazón y serle fiel a las almas luchonas de su abuela Sofía y su madre Cristina, pilares que le sirven de ejemplo en la tarea de ejercitar el humor reflexivo para hacer de este mundo un lugar mejor.
Pionera en la narrativa gráfica feminista en México, Barreto saltó hacia Estados Unidos como ilegal en varias ocasiones. La primera vez aconteció en 1985 en la ciudad de Detroit porque allí tenía una amiga. La estancia fue corta y regresó a la ciudad de México debido al terremoto y justo a tiempo para despedirse de su padre, desahuciado por el cáncer. El segundo intento fallido que hizo crecer en ella el interés de radicar en el vecino país sucedió en el 86, cuando fue deportada desde el aeropuerto de Dallas Forthworth. Prosiguió una estancia de seis meses en Los Ángeles, California, para continuar después en Albuquerque, Nuevo México, por medio año también, hasta que en San Diego encontró un ámbito de más larga permanencia por un año y medio durante el cual limpió casas y oficinas, cuidó a niños, fue fichera, cocinera en trocas loncheras, vendió paletas, biblias y enciclopedias para latinos.
Optó por la cocina en la modalidad de comida rápida en el condado de San Diego. El negocio resultó muy competitivo y difícil ante el acaparamiento de la comunidad del Medio Oriente, colmada de hombres aguerridos y machines, hasta que una amenaza de muerte la obligó a regresar a México.
Aquel contexto vivido entre la ilegalidad, la pobreza y el abuso hacia las mujeres en el ámbito laboral detonó en ella sus ganas de expresarse mediante el dibujo “para el desahogo de mis emociones”, así que al retornar a su país de origen participó en un concurso de historietas que convocó el Museo de Culturas Populares. No obtuvo siquiera una mención pero “la decisión estaba tomada: la historieta era el mejor medio para plasmar las vivencias por las que atravesaba”, dice convencida.
A su ingreso en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la UNAM se decidió por los talleres de la estampa en su creencia de generar una obra reproducible y de mayor alcance de públicos. También la formación académica la acercó al pensamiento pionero de las feministas en la Ciudad de México. Su maestro Armando Torres Michúa la contactó con Dulce María Pascual, Marta Lamas y Mónica Mayer, todavía estudiante, como ella.
El camino feminista estaba iniciado para Barreto entre reuniones, marchas pro aborto y del orgullo homosexual, hasta su militancia en el primer Centro de Apoyo a Mujeres Violadas A.C. (CAMVAC). Aquel fue el marco para que Anomia surgiera en 1987: alter ego de Ana que nacía por su necesidad de “expresar la experiencia de haber vivido como ilegal en Estados Unidos” con mirada rebelde y feminista, aunque su creadora desconoce el impacto de la personaja en el movimiento feminista: “Fueron años de mucha producción pero también de mucho aislamiento social”, evalúa quien fue colaboradora de la revista FEM.
Leyó historietas de chile, de dulce y de manteca, conoció a Gabriel Vargas y fue ferviente admiradora de su trabajo con La Familia Burrón porque “describió de forma magistral el núcleo familiar mexicano”. También Rius y Abel Quezada son, a su juicio, autores de personajes y narraciones que le dejaron una “fuerte impronta emocional”. Además de aquellos entrañables protagonistas Burrón, Ana seguía con asiduidad las aventuras de la Pequeña Lulú, Lorenzo y Pepita, Fantomas, Kalimán, Memín Pinguín, Archie. Periquita, El Llanero Solitario, el Santo y Batman. No faltaron en su mesa de lectura ni Lágrimas y Risas, Secretos del Corazón y Mujeres Célebres, como tampoco se privó de Los Supermachos, Los Agachados y Educando a papá.
El cómic como género y forma de asir la vida real e imaginada fue el preámbulo de su ingreso en la realización de guiones gráficos o storyboards para cine que tuvo su punto máximo y divertido con el largometraje Santitos, de Alejandro Springall en 1997. “Se me desborda la adrenalina cuando trabajo con las y los directores de cine que admiro y respeto. Me llena de orgullo ser parte de ese maravilloso equipo porque el bien llamado séptimo arte reúne todas las artes y convierte a sus autores en los amos de la creación”. Después del de Santitos vendrían más guiones para comerciales de televisión así como para corto y largo metrajes en donde cada responsable de la dirección le representaba a Ana un nuevo reto: de Jorge Fons pasando por Sergio Umansky, Teresa Suárez, Felipe Cazals y Mariano Barroso por citar algunos.
Realizar un guion gráfico de cine es para Ana el equivalente a la etapa del enamoramiento: “Cuatro semanas y sus demasiadas horas haciendo lo que más te gusta hacer, es decir, yo dibujando, y ellas o ellos narrándome su película o actuándomela. Soy la primera persona que ve su peli a través de las palabras, me convierto en su mirada y ese es un gran privilegio que pocas personas tienen gracias al dibujo”. Además de estas incursiones, Barreto formó parte del rodaje de la versión de Romeo y Julieta (dir. Baz Luhrmann, 1996) en donde hizo los tatuajes y algunas pinturas en personajes de la historia protagonizada por un jovencísimo Leonardo DiCaprio. Otros body painting que imprimió en actrices y actores se vieron en cintas como Dunas, La invención de cronos, La Reyna de la noche, Inferno, Arráncame la vida y Rudo y cursi.
Además de su propia creación dibujística, Ana da clases a la población infantil acapulqueña y los inspira con su temperamento alegre y empático. El 13 de noviembre de 2015 inauguró la Galería Raya y Línea en un local en plena costera Miguel Alemán, a dos cuadras del zócalo, por “la imperante necesidad” de abrir espacios de enseñanza de las artes plásticas en una área del Acapulco tradicional “que pareciera estar olvidada”.
Así, en medio de la inseguridad que transcurre en el puerto, Barreto ha enfrentado el desafío de sostener su escuela que ofrece un espacio alternativo de enseñanza para los infantes y además abre la posibilidad a artistas jóvenes para exhibir su trabajo visual en muestras individuales y colectivas.
“El arte es una pieza fundamental para reconstituir la descomposición social. La violencia y el miedo permean en una sociedad que se siente indefensa y por supuesto que es una gran responsabilidad trabajar con la niñez. La violencia en Acapulco abarca desde la zona tradicional en el Centro hasta las áreas con mayor poder adquisitivo. Son balaceras en el transporte público o en camiones incendiados de los que se rumora por su incumplimiento en el pago de cuotas. Hay ejecuciones aun con la presencia de la Guardia Nacional o la policía turística. Además, la pandemia va a agudizar nuestra ya de por sí paupérrima situación”, subraya. Por lo pronto la galería permanece cerrada desde hace dos meses y sin ser pesimista cree que no se podrá volver a activar aunque “nuestra economía esté tan dañada”.
Por lo pronto, Ana trabaja en el acontecer digital de Anomia y prepara su participación en eventos colectivos como la exposición itinerante de “mosaicos” denominada Mil artistas visuales de México que organiza el Seminario de Cultura Mexicana (corresponsalía Los Mochis, Sinaloa). Junto con productores invitados desde todos los estados de la República Mexicana, Barreto integrará el conjunto de 36 (oriundos o residentes en Guerrero) que expondrá en enero de 2021 en la Casa Siglo XXI Museo Sebastián del Instituto de Cultura de Chihuahua. Además, para lograr sobrevivir de su arte, comercializa cubrebocas muy creativos así como su Lotería Acapulqueña en la que desfilan lugares icónicos del puerto como La Quebrada, Caleta, El Fuerte de San Diego y La Roqueta o emblemas como la silla Acapulco, el soldado, la Virgen de los Mares, el pescado a la talla, el ceviche y el zanate.
Angélica Abelleyra
Periodista cultural especializada en artes visuales y literatura tanto en medios impresos como digitales y en televisión. Es licenciada en Comunicación por la UAM Xochimilco y es autora entre otros libros de Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo (Plaza & Janés, 2001) y Mujeres Insumisas (UANL, 2007). Hizo la coordinación editorial y la curaduría de la retrospectiva en el Centro Cultural Tlatelolco/UNAM, Rogelio Naranjo, Vivir en la raya (Ed. Turner, UNAM, 2013). Es coautora de los libros Héctor Xavier, el trazo de la línea y los silencios (junto a Dabi Xavier, UV, IVEC, 2016) y De arte y memoria. Bela Gold, una propuesta visual desde los archivos desclasificados de Auschwitz (UAM). Integra el consejo consultivo del Museo de Mujeres Artistas, MUMA.