Miguel Ríos no se equivocó cuando escribió la canción “El ruido de fondo”. El mundo parece extraño cuando la sonoridad cotidiana pareciera haberse escondido en la alcantarilla o resguardado como parte de la sensación de vulnerabilidad y descobijo ante lo rutinario. Sin embargo, para quienes buscamos dimensiones paralelas al estruendo modernista, es un gusto escuchar “un giro del planeta sobre su eje oxidado”. Un reencuentro con el mundo perpetuo que nunca volteamos a escuchar. (Rafael Mendoza).

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