Me cuesta advertir los ojos llenos de lluvia contenida. Unos apretujones en el Metro nos hicieron amigas. Confiamos. El estar con tanto tiempo a cuestas, la trajo a la pantalla de mi celular. Habrán pasado unos tres meses del fugaz encuentro. Es recamarera de un motel que se encuentra por Calzada de Tlalpan. La mandaron a su casa. Extraña su uniforme, la presión insolente del dueño -español ya entrado en años- para que apure el cambio de sábanas, de toallas, el aseo del baño, recoger la basura, borrar cualquier residuo de olores, de aromas. Quiere que pase pronto el tiempo. Es feliz en un trabajo donde reina el sexo, donde juega a adivinar historias de parejas (de todas, me dice). (Cris Cantoral).