Coronavirus inyecta vitalidad al mercado cultural

Las economías creativas pasan por innumerables nichos. Uno de ellos, que sufrió fuerte impulso a partir de la emergencia sanitaria, es el mercado de antigüedades y segundas manos. Una vista a un negocio de la colonia Portales en la CDMX. (Fotografía de Julio Ortega tomada de ddmbj.mx).

 

XALAPA. Las tecnologías virtuales han sido fundamentales ante la crisis del coronavirus. Las insólitas posibilidades de interacción del público introducen una nueva dimensión de participación y comprensión del arte, pero también de las políticas culturales. Las revolucionarias posibilidades que nos brindan las redes sociales sobre la participación ciudadana hacen pensar en cuáles pueden ser las mejores formas de activar la economía cultural ante la crisis sanitaria. Esto sugiere una revisión de los principios mismos de la economía, la difusión y el consumo del arte.

La crisis del coronavirus constituye un riesgo muy importante para el desarrollo cultural y, en consecuencia, digno de ser atendido con urgencia. Es ahí donde las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones aumentan de manera significativa la disponibilidad de acceso a los servicios culturales. En la actualidad se combina el acceso a la información y el conocimiento con las transacciones electrónicas y la acelerada distribución de productos y servicios. La distribución ya no está sujeta a los medios tradicionales y esto ha incrementado la competencia en la producción de bienes simbólicos.

Afortunadamente, ahora el mundo digital multiplica las posibilidades de elaborar proyectos culturales y generar alianzas estratégicas locales y externas, para potenciar el emprendimiento. Las redes sociales son buenas herramientas para difundir y posicionar los servicios culturales. Para esto, los productores requieren conocer estrategias efectivas de administración y marketing cultural.

Las instituciones culturales públicas tienen obligaciones que cumplir para activar la economía cultural. Una acción importante sería generar la marca de la cultura local, como un paraguas para ofrecer servicios, experiencias y productos. Para esto, los productores y diversos agentes tienen que hacer su parte.

Hoy día es imprescindible tener presencia en internet. Es un escaparate permanente para difundir, vender e interactuar con otros pares, invertir tiempo y dinero en ello es rentable. Los creadores deben de disponer de un buen portfolio de trabajo. Ofrecer información precisa y buenas imágenes del producto. También es fundamental tener siempre actualizado el historial artístico, los datos de producto o servicios y los datos de contacto. La capacidad de respuesta ante una oferta es fundamental.

Diversificar el trabajo es otro de los retos más importantes. Es conveniente transformar la producción y los servicios en varias áreas que estén relacionadas entre si. Con esta medida se logra también, diversificar las fuentes de ingresos. Diversificar hará más rentable y continuo el trabajo y permitirá dar valor a la marca personal y posicionar la marca cultural local, como una posibilidad amplia.

Los productores deben aprender a administrar y ahorrar. El dinero es necesario y hay que saberlo administrar. Conocer y ser consciente de todos los gastos fijos es de vital importancia. Es común observar como proyectos de gran potencial no salen adelante por una mala planeación, administración y gestión.

Otro rubro necesario es aprender a valorar de manera justa el trabajo cultural y esto empieza por los creadores. El precio razonable del trabajo es muy importante. No precios muy altos, tampoco “malvender” el producto. Subir los precios es fácil, pero hacerlo sin un justo estudio de mercado es una irresponsabilidad. Analizar, comparar y determinar una valoración justa depende del productor y de alianzas estratégicas para educar al consumidor.

Las empresas culturales tienen un enorme potencial para enfrentar la crisis del Coronavirus, merecen que se les ponga en primera línea dentro de las políticas públicas. La economía creativa tiene una gran posibilidad para generar desarrollo y bien común. La creatividad puede ser una fortaleza para la vida económica.

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