Covid-19: el drama del deporte
atrapado en la salud

El coronavirus golpea, tumba, hacer perder el conocimiento a todo el universo deportivo. De quien busca una buena salud, al profesional del deporte, nadie se salva de un futuro incierto.

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La “nueva normalidad” ha traído consigo una serie de lineamientos orientados a la prevención de la propagación del Covid-19 y, dicho sea de paso, de otras enfermedades de fácil trasmisión tales como la influenza o la gripe común. Como director del Museo Regional de Puebla he tenido acceso a muchos borradores orientados a los parámetros a través de los cuales se pretende reabrir los espacios públicos cerrados. De manera general puedo señalar que estos documentos se orientan en acciones concretas que tiene como principal objetivo prevenir posibles contagios a través de tres estrategias: 1) Sanitación y desinfección de las áreas. 2) Acceso controlado o restringido y 3) Medición de temperatura de los usuarios.

Lo anterior es similar a lo que ocurre con la práctica de la actividad física y el deporte. De hecho, uno de los temas que más preocupa a quienes somos cercanos a estos asuntos son las condiciones de apertura de los centros deportivos públicos y privados (estos últimos, sobre todo). El personaje que más activo a este respecto es el ex director de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), Nelson Vargas, dueño de una de las franquicias deportivas más importantes. Desde mitades de mayo el empresario ha insistido en una reapertura organizada y bajo estrictos protocolos de los gimnasios bajo el argumento de que estos espacios contribuyen a mejorar la salud de las personas y a disminuir el estrés (17 de mayo de 2020).

¿En qué consisten estos estrictos protocolos? Si bien no he tenido acceso a lineamientos oficiales del deporte, empresas como Smart Fit han publicado en sus páginas y redes sociales los procedimientos a través de los cuales pretenden transitar a la “nueva normalidad”. A saber, estas acciones se implementarán en las tres líneas antes señaladas.

Ahora bien, la solicitud de Vargas es comprensible, aunque discrepo de su retórica en pro de la salud. Dado el caso, bastaría con la apertura los espacios públicos y abiertos tales como los parques y polideportivos para cumplir con los 20 minutos (o más) de actividad física moderada que propone la Organización Mundial de la Salud (OMS) para combatir el sedentarismo. No. Los gimnasios deben abrir por razones económicas en la medida que son una industria de gran importancia y fuentes importantes de empleo.

Los protocolos en el deporte están aún lejos de encontrar la solución adecuada para quienes se desarrollan en él. Una buena parte de ellos, quedarán sujetos a la voluntad de las personas. (Fotografía, cortesía de Raúl Nivón-Ramírez).

No debemos olvidar que la llamada industria del fitness es un concepto que abarca espacios de la actividad física –los gimnasios—, la ropa, el calzado y las “prácticas del buen comer” orientado, principalmente, a la apariencia física y a un “estilo de vida saludable” de ciertos estratos sociales. Hasta antes de la pandemia se mostraba como una actividad económica global de lo más rentable. Tan solo en nuestro país, de acuerdo con Entrepreneur, en 2018 el valor de esta industria se calculaba en 1,800 millones de pesos (mdp). Conforme a lo establecido en la revista Forbes los gimnasios están en riesgo de perder hasta 6 mil mdp en esta cuarentena; hasta el 80 por ciento de sus ingresos y hasta el 40 por ciento de sus usuarios.

Pero volvamos a las nuevas obligaciones sanitarias. ¿Son realmente factibles? Sinceramente lo dudo, tanto desde la perspectiva operativa como desde el punto de vista de ser estrategias que realmente eviten los contagios. Sobre esto último diré, sin ser un experto, que queda claro que si dichos espacios quieren garantizar su supervivencia en el mercado, tendrán que adoptar unas medidas que a la larga, me temo, terminarán por encarecer servicios que ya de por sí son exclusivos de ciertos estratos sociales.

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Sin embargo, los gimnasios son solo la punta del iceberg. Existe mucha expectativa sobre cómo se han de aplicar estos protocolos en los centros deportivos especializados y, dentro de esta industria, en uno de los sectores más afectados. Me refiero a los doyos de artes marciales y mixtas, rings de box, canchas de futbol, vóleibol, básquetbol, bádminton, gimnasios de gimnasia, por mencionar algunos, cuyo servicio está más orientado a la niñez y a la juventud, y que podrían no sobrevivir a los estragos de la pandemia.

A este respecto, las medidas estrictas a las que hace referencia Nelson Vargas simplemente no tienen cabida en los entrenamientos de contacto, de equipo o donde la intervención del entrenador es necesaria. Salvo el registro de la temperatura, no veo forma de salvar las reglas de la “nueva normalidad” ni creo viable, por ejemplo, que un gimnasta en formación pueda evitar la cercanía física con su entrenador en el proceso de aprendizaje de nuevos elementos.

Lo anterior trae muy consternados a muchos colegas entrenadores que no ven claro sobre el curso que han de tomar sus actividades ante los nuevos protocolos. Sin embargo, me parece, esta preocupación se da en la medida que hay una visión limitada que pone la total responsabilidad en el prestador del servicio en la transición a la nueva normalidad.

Por el contrario, y sobre este punto debería hacerse mucho énfasis, ninguna política pública o privada, pre o post pandemia, tiene sentido si no hay una responsabilidad compartida entre la sociedad, los individuos y los prestadores de servicio. En otras palabras, ninguna de las tres acciones orientadas hacia la reapertura de los espacios públicos y privados cerrados cabría sin la conciencia individual y colectiva de la necesidad, por ejemplo, de lavarse las manos constante e independientemente de que se proporcione gel antibacterial; de la pertinencia de autoevaluación de síntomas antes de salir al espacio público, o de la responsabilidad por adoptar hábitos de vida más saludables.
¿Cómo ha de traducirse esta conciencia individual y colectiva en la reapertura de los espacios deportivos? Lamentablemente no puedo pensar en otra solución que no sea un “pacto social” que complemente las tres medidas antes expuestas y a través del cual exista la confianza de que los individuos han tomado todas las prevenciones y precauciones para evitar los contagios. Sólo así, estoy cierto, un deportista, los entrenadores, directivos y familiares podrán tener la “tranquilidad” de retomar la actividad deportiva y especialmente aquella que implica contacto.

Entre la eficacia ante el riesgo, el diseño de moda y la norma reglamentaria, los cubrebocas llegaron para convertirse en un gran negocio.

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Ahora bien ¿cuál es el papel de Estado en todo este “tortuoso camino” hacia la normalidad con respecto a la reapertura deportiva? Algunas de ellas son evidentes y no solo exclusivas del deporte, entre las cuales destacan 1) El informar clara y transparentemente a la población. 2) Establecer y vigilar el cumplimiento de los protocolos y 3) Monitorear y alertar sobre el estado de los contagios en niveles nacional, estatal y municipal. La otra labor es aún más clara, aunque no es exclusiva de la pandemia, y que consiste en robustecer el sistema de salud en todos sus niveles, pero particularmente en el tema de prevención a través de la actividad física.

No quisiera ahondar en algo que por demás se ha insisto por años y que es el hecho de que el fomento y la práctica de la actividad física deviene en una mejora en la salud de la población. Al respecto, hoy, no puedo esconder la tristeza y la frustración que tengo al ver que en México gran parte de las cifras de muertes por Covid-19 se relacionan directamente con sobrepeso, obesidad y comorbilidades asociadas. Y es que, tal y como había establecido la OMS al inicio de la pandemia, era previsible esta afectara más a México que a otros países, debido a estos altos índices (hasta un 7 por ciento cuando la media mundial es de un 4 por ciento).

Me siento poco o nada calificado para establecer si la estrategia adoptada por el gobierno federal ha sido la más eficaz, pero sí puedo señalar que los años de opacidad en políticas preventivas de salud orientadas a la actividad física y la práctica del deporte han cobrado una factura muy cara. Sin embargo, tratemos de ver hacia adelante. Además de las sugerencias hechas por expertos desde hace años, se señalan: 1) Rediseñar la materia de educación física (en donde se incluya la importancia de una alimentación adecuada). 2) Aumentar la inversión para democratizar y garantizar el acceso digno, limpio, seguro y con perspectiva de género a la actividad física y deportiva y 3) Estimular la profesionalización de la investigación/docencia deportiva y de los entrenadores (lo cual incluye la alza de salarios).

¿Quién se salva del cubrebocas en los deportes? Tal parecería que algunos deportistas se libran del protector universal del contagio. Entre ellas, los que se dedican a las modalidades acuáticas. Ya veremos…

Es tiempo de establecer otras políticas transversales que coadyuven a hacer de la actividad física un medio para fortalecer la salud de los mexicanos. A mi parecer son tres las estrategias estatales relacionadas con la actividad física (algunas de hecho ya se están poniendo en práctica), que pueden aplicarse en lo inmediato y que están relacionadas con movilidad, trabajo y seguridad/infraestructura.

En cuanto a la primera, se habla de insistir en el uso de la bicicleta como una medida de solución al problema de movilidad, pero también, para evitar la saturación y el contacto en el transporte público. Sobre el trabajo se propone escalar los horarios de entrada y salida, así como la reducción de la jornada laboral. Lo anterior en vista de que, de acuerdo con los estudios disponibles el principal factor que impide a los individuos en edad productiva (30 a 50 años) de realizar actividad física son las largas jornadas laborales.

Finalmente, respecto a la seguridad e infraestructura, se señala la necesidad de garantizar que el espacio público no sea una limitante para que las personas dejen de realizar actividad física. Lo anterior implica fortalecer la vigilancia policial, atender el tema del alumbrado, así como la infraestructura que facilite “adueñarse” del espacio público para realizar actividad física (pavimentación y señalización de calles, mantenimiento de parques y colocación de bebederos, basureros y lavamanos públicos).

Como bien dice mi padre: “la nueva normalidad no me atrae”, aunque en realidad es una broma que esconde un compartido temor por la situación sanitaria actual. Sin embargo, hoy mas que antes estamos ante una situación en la todos y cada uno de los actores sociales debemos adoptar un papel responsable ante esta situación que ya se ha convertido en una cuestión de vida o muerte.

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