Las palabras tienen significados literales y claros, pero también guardan un poder simbólico muy fuerte y una manipulación evidente o sigilosa en la historia de los lenguajes verbales de la humanidad, hasta el punto de secuestrar el significado en un monopolio de las palabras para que respondan a intereses particulares o bien, para coartar las libertades en trampas y engaños que nos alejan de la intención real y prístina de las palabras. Se ha dicho que “una imagen vale más que mil palabras” a lo que considero que una palabra es un territorio de apropiaciones, distorsiones y lecturas que valen más que mil imágenes.
En la actualidad y principalmente desde hace cuatro décadas las palabras democracia y cultura se han utilizado y destacado entre un vocabulario económico-político-civil muy particular, que ha generado múltiples binomios como el de democracia cultural y en el que someramente me ocuparé en este apunte del (des)confinamiento. No pretendo avocarme al significado de cada una de las dos palabras, sino en un intento de abordarlas conforme al párrafo anterior de este escrito, sin antes recomendar el muy interesante y muy discutible libro Breve historia de nuestro neoliberalismo. Poder y cultura en México de Rafael Lemus (Debate, 2021), que ha sido publicado recientemente, cito:
“¿Cuál es el balance, al día de hoy, de la época neoliberal en México? Mírese alrededor y se encontrará por todas partes incontables pruebas de su rotunda victoria, de su rotundo fracaso. Mírese otra vez y se verá que la cruzada neoliberal en México cumplió cabalmente con sus objetivos a la vez que quebrantó casi todas sus promesas. La más indiscutible de sus victorias es negativa: el neoliberalismo destruyó deliberadamente -y más allá de toda posibilidad de reparación- estructuras, corporaciones y arreglos del México posrevolucionario. Con similar potencia reacomodó las piezas económicas del país y construyó las instancias y avenidas por las que hoy circula la vida pública y privada de los mexicanos. Acaso ésa sea su mayor conquista: haberse confundido con la forma misma del país. (…) Lo que alguna vez fue un proyecto se vive hoy como una condena” el neoliberalismo mexicano o en México también fue facilitado, no solo por elementos económicos y globales, sino por la intensa actividad cultural y de intelectuales que se adueñaron y permearon de “democracia” el proyecto neoliberal para suavizarlo y que fuera digerido, aceptado e impuesto a la diversidad social y cultural de nuestro país. Varios personajes que hoy día transitan y continúan como elocuentes y feroces defensores de dicho proyecto y de sus propios intereses, obvio económicos y de poder simbólico, para que ya: “Inserta en todos los ámbitos, la razón neoliberal despide a diario una amenaza: no es posible romper con los actores, acuerdos y hábitos vigentes sin derribar, en el mismo movimiento, la economía mexicana” sin derribar también la ¿democracia? ¿cultural?
En dicho proyecto es irónica, paradójica y/o esquizofrénica la forma e intención de utilizar y promover la democracia, la cultura y la democracia cultural hasta la fecha, porque el neoliberalismo en sí no es democrático ni cultural en su significado más prístino, solamente son palabras que se han prostituido para vestir de “democracia cultural y ciudadana” un orden económico mundial en su versión mexicana para cumplir sin chistar el autoritarismo dictatorial de la especulación financiera que incremente los capitales de oligarquías nacionales y globales a costa de lo que sea y de quiénes sea. Amén de que la “libertad de expresión” ha sido otro anatema del maquillaje tecnócrata. Por el contrario, el régimen neoliberal erosionó, dinamitó y secuestró la democracia, la cultura y la ciudadanía, no porque antes el régimen fuera mejor o peor, sino porque se impuso sin considerar otras vías ni otras voces, no consensó nada en lo absoluto; al régimen neoliberal no le importó incluir la diversidad social-comunitaria salvo como un producto comercial y financiero, como lo fue la democracia cultural y ciudadana, un activo más del inventario o el stock de una mercadotecnia intelectual y sociocultural para que, a través de la sobre producción y el sobre consumo voraz puedas sentirte libre física y simbólicamente. Ahora ve cómo vives en ¿libertad?…
Del libro aludido, cito: “En el papel, el neoliberalismo desconfía del Estado y aboga por su abatimiento. En los hechos, necesita del Estado a cada paso: para crear y mantener sus propias condiciones de existencia, para abatir las redes de seguridad social del Estado mismo, para dinamitar sindicatos, para precarizar la fuerza de trabajo, para sofocar las alternativas”.Para que únicamente sea válida una forma de existencia y de ser, es decir; no pienses y no discutas, sólo obedece y acata porque si no eres anti democrático-cultural-ciudadano. Eres en el régimen neoliberal o eres desechable, de igual manera en ambos no dejas de ser desechable.
La voluntad de totalidad del neoliberalismo necesita hacer uso de la democracia, la cultura y la ciudadanía, por lo qué mejor instrumento técnico que pensadores o artífices tecnocráticos del ámbito sociocultural para desmantelar las palabras en un nuevo relato hegemónico de la democracia-cultural-ciudadana como mecanismos aparentemente plurales que permitan simular las libertades en una sola: la libertad del consumo y, por ende, la libertad de sobre producción, desregulación financiera y de los usos bioculturales para sostener el régimen neoliberal. Como se podrá comprobar en la historia de la humanidad y sus regímenes, el neoliberalismo tiene y debe de emplear a los agentes culturales e intelectuales y, científicos, hoy día un caudal de “líderes de opinión” como empleados de nómina que definan y otorguen una re significación de lo que es democracia y un ciudadano democrático, que es la cultura y la biodiversidad, que son los valores civiles en un neo antropocentrismo que se acuña al ritmo de las leyes del mercado en un poder simbólico y financiero que dicte y señale qué y quiénes son democráticos o no, culturalmente aceptables o no. En suma, si estás fuera o estás dentro para favorecer o pretender arruinar la economía global: qué tipo de activo eres para la tasa de ganancias neoliberal o un riesgo para el libre comercio ¿Cuál es el precio de tu libertad? Me permito ponerlo en la mesa, has cuentas. Sigo insistiendo.
César Octavio Larrañaga
Comunicólogo, antropólogo, fotógrafo, museólogo y consultor de TIC. Su trayectoria incluye la gestión y difusión cultural, así como la producción audiovisual, el periodismo, el trabajo académico y editorial. Además del diseño y operación de estrategias en el manejo de crisis mediáticas y políticas. También se ha desempeñado en el sector privado y ONG’s en materia de medio ambiente. Con una amplia experiencia en museos y museología en México, así como fue becario-investigador en el MNCARS de España.