Símbolo del infinito, reloj de arena, “ocho”, el retorcido garabato que nos indica la relatividad y permanencia del tiempo. Contemplo mi falta de rapidez para decodificar los hechos, todos los hechos, porque el futuro y el pasado parecieran agolparse: todo aquí. En un presente incierto, en un espacio-tiempo en que la falta de justicia social y el colapso del capitalismo nos vuelve más que frágiles ante un bichillo bautizado Covid-19, algunos llamados “conspiranoicos” dicen incluso que es parte del teatro, otro actor puesto en escena con alevosía y ventaja (¿cómo saberlo?).
Imaginar el futuro era ya complicado, interpretar el presente resultaba de por sí confuso; vivimos tiempos de posverdades, tiempos en que todo se diluye, época en que habitar el mundo es atravesar un campo minado, entre feminicidios, estados fallidos, noticias rápidas y furiosas, cada vez más terribles corriendo alrededor del mundo. ¿Cómo vivir en un entorno que se ha vuelto un polvorín?
La cultura, esa que nos salvará de la barbarie, se encuentra hoy más estática que nunca, más vulnerada, porque no existe la cultura sin sus diversos agentes produciendo y creando (escritores, productores, gestores, artistas, técnicos, y el ya largo etc.) Mis pasos han sido dados con un pie en la cultura, con el otro pie en la responsabilidad social, cuatro décadas de camino, y el mundo es cada vez más complejo, más inasible, las promesas cada vez más necesarias pero a la vez, también más difíciles de cumplir.
Inició el año, avanzaban mis colaboraciones para Paso Libre, nombre prometedor, lleno de libertad y sentido; paso libre a la cultura, nada nos detendrá… Sin embargo, nos detiene Covid-19, al cerrarnos teatros, cines, al impedir ensayos y ahorcar uno de los insumos más importantes de la cultura: la convivencia. Covid-19 alrededor del mundo, da fuertes estocadas a la economía, y la economía cultural parece ser de las más golpeadas. Paso libre sigue dignamente trotando, porque así aún en la penumbra de lo incierto, la cultura avanza, se abre paso, como Sísifo avanza aun con su pesada piedra acuestas, lamentablemente muchas veces esa piedra representa a las instituciones, funcionarios y políticas que debiesen resolver, pero inertes e indiferentes, se mueven como ya sabemos, a paso de elefante reumático, incapaz de responder en tiempo y forma a lo que su sector requiere.
En este reloj de arena, en estos 80 quizá menos, quizá más días de encierro, veo colegas de todas las latitudes del globo luchar por sus derechos laborales, sus garantías sociales, su derecho humano por una vida digna y el ejercicio de su profesión, personificamos una obra kafkiana, las novelas de Orson Wells se vuelven el cotidiano. Ante la pesadilla del mundo, se anhela el ensueño y posibilidad, los mundos del arte y la cultura que nos prometen SIEMPRE mejores horizontes, pero ahora esos mundos, tampoco están, porque sus creadores se encuentran en las trincheras de la sobrevivencia.
Desperté recordando a Mafalda y Felipe, esos proféticos personajes del gran Quino, argentino agudo y de mirada profunda, caricaturista capaz de mostrarnos la realidad con crueldad e inocencia a un mismo tiempo. En la historieta, Mafalda y Felipe, imaginan qué pasaría si el mundo estuviera todo aquí. Ahora después de décadas está, nuestra generación lo vive, TODO AQUÍ. Todo el mundo, conectado, digitalizado, con sus grandes dudas y retos, TODO AQUÍ.
Nubia Martínez
Nubia Minerva Martínez Martínez como gestora cultural se especializa en herramientas diversas para el diseño y elaboración de proyectos sociales, culturales y ambientales, gestión de calidad en la implementación, así como en los
instrumentos de medición de resultados. Los proyectos culturales requieren a la par de una óptima elaboración, un enfoque de rentabilidad y sustentabilidad, son estos elementos en lo que también acompaña a los emprendedores y organizaciones.