Doce señas para encontrar a Federico Campbell

El periodista entrevistado. Federico Campbell nació el 1 de julio de 1941. Un sentido homenaje para recordar su cumpleaños a cargo de un entrañable amigo y conocedor de su obra, Leobardo Sarabia. (Fotografías, cortesía de Eduardo Flores Campbell).

TIJUANA. En el aniversario 79 de Federico Campbell (1941-2014), es deseable recordar al escritor nacido en Tijuana, con una obra relevante, que se aparta del canon y aporta una mirada inesperada y crítica, a nuestra tradición. Este repaso debe ser acompañado con su lectura, sus novelas esenciales, los relatos, sus artículos, muchos de ellos fuera de compilación. Para una biografía intelectual y literaria, me interesan algunos aspectos de la vida, obsesiones, escritura y vivencias del escritor. Enumero algunas notas.

  1. El origen y el contexto. La época de su nacimiento en Tijuana, poco después de la Ley Seca y en los días de la Segunda Guerra Mundial. Las historias familiares de la migración. La niñez en una villa fronteriza por definir su rumbo, una ciudad por construirse. Madre, profesora y padre, telegrafista. La etapa formativa, en la pequeña ciudad. Tiempo de migrantes. La frontera casi una línea de sombra. Las jóvenes ruinas del Casino de Agua Caliente. Las novedades del turismo. Los mitos recientes como alimento de su futura literatura.
  1. El escape juvenil. ¿Qué razones psicológicas o de vocación están detrás del exilio juvenil? Ir a Hermosillo, Sonora, a cursar estudios parece una decisión misteriosa; una especie de evasión de la propia ciudad, a donde nunca volvería definitivamente. En su nueva ciudad la etapa libresca: Jean Paul Sartre, Albert Camus, y otros autores franceses de la época; los primeros textos y colaboraciones en la prensa local; el hábito de la declamación como acercamiento a la literatura y a la historia nacional.
Dos personajes de la cultura de Baja California, en el Centro Cultural Tijuana. Federico Campbell y Rubén Vizcaíno Valencia (1919-2004). La imagen data de 2012.
  1. La llegada a la Ciudad de México. La gradual y difícil adaptación. El tallerismo, con Juan José Arreola, las primeras traducciones para Huberto Batis y su revista Cuadernos del viento, la aproximación a la ciudadela literaria. Gran interés en el teatro y lectura de autores de la tradición estadunidense.
  1. La ruta atlántica. Viajes internacionales en su juventud, casi como un rito de paso. Una visita a Italia y la estancia en Barcelona, los días de la Infame turba, con la divine gauche; los intelectuales y escritores que reflexionaron mucho sobre el oficio y muy poco aludieron a la ominosa dictadura franquista. La predilección por la península italiana (que busca contrastar toda su vida con la bajacaliforniana). Este viaje le da la oportunidad de ver el boom de la literatura hispanoamericana, desde el balcón editorial de Barcelona. Y el contacto y amistad con el mexicano Sergio Pitol, y los catalanes Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, Carlos Barral y Josep Maria Castellet.
  1. El cultivo de las obsesiones. El repaso de la memoria, la melancolía y los procesos mentales. El alzheimer como la bestia negra, porque significa la pérdida de la memoria. La observancia casi clínica sobre la depresión y su vasta bibliografía. Y en su escritura, se refiere a la obra negra del oficio: la tipografía, las reiteraciones fonéticas, el valor aislado o actuante de ciertas palabras, el campo minado de la traducción y las etimologías. Vuelve también el extravío del solitario, evocando la migración familiar, la visión fragmentaria de lugares habitados en la niñez, uniendo los cabos sueltos de su educación sentimental. Otra cosa, la idea de la impunidad como marca original de la acción del gobierno. La erosión gradual e inevitable de la troika corporativa que hacía posible al PRI. Las máscaras del poder político. La desaparición del estado ante el embate de los poderes fácticos. La conexión de la nota roja con la realidad social. La vida en regiones y la periferia, como la otra historia mexicana.
La timidez de Campbell fue uno de sus signos… Pero hubo momentos en que la superó. En la Feria LéaLA, en Los Ángeles, en 2013.
  1. La conexión Noir. No le llegó esta predilección por la ruta del cine, como a la mayoría, sino de la lectura directa de los autores patricios. Su repaso se hizo sistemático en la época en que empezó a colaborar en el suplemento La comunidad del periódico angelino en español La Opinión. Un juguete literario: el mapa de Raymond Chandler en Los Ángeles, con la cartografía de personajes y escenas culminantes. En ese suplemento publicó sus reseñas de Chandler, James M. Cain, Samuel Dashiell Hammett, Hunter S. Thompson y Graham Greene. Otro de sus temas, las ficciones de espionaje en la Guerra Fría.
  1. El editor en su laberinto. Desde muy joven, se aproximó al trabajo editorial. En la revista Mundo médico, tuvo un gran desempeño. La generosa idea de la editorial La Máquina de escribir, donde apoyó a una generación emergente de escritores mexicanos (de Villoro a David Huerta). Al final de sus días, imaginó el proyecto y lo compartió conmigo, como una conjura, de fundar una editorial: Nuestra Ithaca.
  1. Tijuana como eje narrativo. Gran parte de sus conexiones literarias tenían que ver con Tijuana, el contraste, el repaso memorioso. La herencia noir, la filmografía, los ensayos, sus numerosos guiones para documentales, el recuerdo detallado de la ruta de Fernando Jordán, el delta del noroeste que conocía tan bien; las esquirlas de la narcocultura, todo concluía en la bifurcación carretera hacia Tijuana. Sus relatos y libros dan fe de ello: en Pretexta, Todo lo de las focas, Tijuanenses, entre otros.
  1. Campbell periodista. Su experiencia en la revista Proceso fue decisiva. En decenas, centenares de entregas, afinó el oficio de periodista. Se especializó en la entrevista, con la que logró maravillas, sobre todo en el ámbito literario. Reportajes, crónicas, la observancia de la vida cotidiana, la lectura mañanera de los periódicos para definir una visión del mundo. Federico Campbell encontró en el periodismo un espacio laboral y de entrenamiento. En su diario trabajo, tendía hacia los temas que lo definen: la exploración del país, los sonados casos de impunidad, la génesis del narco como nueva realidad. La conexión entre literatura y política; la observancia de una ética intelectual de compromiso urgente con la verdad. Obtuvo la beca de The World Press Institute en Minnesota en 1967. En 1969, fue corresponsal en Washington, de la Agencia Mexicana de Noticias. Colaboró en los principales diarios nacionales, como La Jornada y Milenio. En sus columnas semanales “Máscara negra” y “La Hora del lobo”, resume su visión del mundo como escritor, filias, admiraciones, el panteón literario como algo esencial. Asimismo, el autor se dio tiempo para escribir una especie de manual, muy usado en las clases de comunicación: Periodismo escrito (ensayo, 1995).
Esas niñas y niños que ves, en la avenida Revolución, querido Federico. Andar en tu ciudad en 2012.
  1. Lector de otras tradiciones. Su dominio de idiomas y la curiosidad alerta lo acercaron a las publicaciones literarias de todas partes; suscrito al Magazine literaire, Lire, The New York Review of Books, lector de Le Monde Diplomatique y de suplementos italianos. Siempre mantuvo una mirada universal contemporánea sobre escritores, tendencias y debates.
  1. La historia paralela. A contrapelo de la historia que se registra e interpreta en los medios y prensa, Campbell tenía la versión del otro país: el de las zonas rurales, de los desiertos, la contracultura y las migraciones incesantes, que reconfiguran el México actual, presidido por la impunidad y el centralismo.
  1. Un hombre epistolar. Campbell era de los pocos que mantenía la costumbre del carteo, del envío de postales y recados, de la comunicación interpersonal; ahí está parte de su biografía. Usuario intensivo del correo electrónico, a lo largo de los años ahí prevalece otro aspecto del escritor, depósito de la memoria, entrañable y afectuoso, que complementa su figura literaria y la engrandece.

Federico Campbell, un escritor por leer y descubrir, e incorporar su herencia literaria, a lo mejor de la tradición mexicana.

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