La función primordial de la Fonoteca Nacional de México (FN) “está puesta en tela de juicio porque le están quitando el 80 por ciento de su presupuesto, es decir, la están desapareciendo”. Lo dice con énfasis el compositor Mario Lavista Camacho (1943), quien además advierte que de no vislumbrar una salida favorable a esta condición presupuestal ni en darle seguridad laboral a los trabajadores en esa instancia, bajo el régimen del Capítulo 3000, desistirá de la donación que haría de su obra a la institución mexicana para, en cambio, llevar su acervo a la Universidad de Austin, Texas, Estados Unidos, donde se lo han solicitado desde hace muchos años.
Se trata de cerca de 150 partituras editadas o escritas; cuadernos de apuntes; su colección de 25 discos propios, además de grabaciones no comerciales como las primeras de Eduardo Mata dirigiendo obras de Lavista en Dallas y en Pittsburgh, EU. “No alcancé a firmar contrato de donación ni nada con la FN porque vino la pandemia. Al investigador a cargo, Theo Hernández, le dije que estaba dispuesto a donar mi acervo, dada la seriedad de la Fonoteca Nacional, porque es parte de la crónica de la música en México. Sin embargo, con estas acciones del gobierno actual, México no garantiza la continuidad en la preservación del acervo sonoro. Lo mismo sucederá con legados como el de Eduardo Mata, pues su hija Pilar se está echando para atrás con la donación porque seguramente piensa que se lo estaría dando a una institución cuya función primordial está puesta en tela de juicio porque le están quitando el 80 por ciento de su presupuesto; es decir, la están desapareciendo”.
Traemos aquí la charla telefónica sostenida con el músico, integrante de El Colegio Nacional y Premio Nacional de Artes 1991, alrededor de esta “biblioteca sonora fundamental para la vida cultural de México, modelo para el resto de Latinoamérica”. Su voz se suma al coro que se ha manifestado en contra del anunciado recorte del presupuesto de la FN así como de las acciones que desde la Secretaría de Cultura (SC) federal arriesgan la continuidad laboral de los trabajadores del Capítulo 3000.
—¿Cómo evalúas los recortes anunciados por la SC para la Fonoteca Nacional?
—Pienso que si las autoridades del gobierno están recortando el presupuesto de la Fonoteca, están evitando que trabajen los investigadores por fuera, por contrato, que son quienes le dan vida. Creo que las autoridades realmente no tienen la menor idea de lo que es una Fonoteca Nacional: una institución fundamental para la vida musical y sonora de México. Quizás consideren que es solamente un lugar para guardar sonidos pero es mucho más: una especie de biblioteca sonora con tareas fundamentales de investigación y preservación. Al parecer les tiene sin cuidado.
La FN tiene varias funciones: preservar toda la herencia sonora del país, y con esto quiero decir no solo las obras de los compositores mexicanos sino lo que se escucha en las calles, en los pueblos; todo lo que ha sido grabado. La FN ha logrado tener un material formidable y además muy bien cuidado y con una alta tecnología. Para que esto funcione, cuentan con un equipo de profesionales que contratan fuera de la institución. Ahora, al querer recortar el 80 por ciento de su presupuesto, le están quitando a la FN su función primordial; lo están desapareciendo. Solo están sosteniendo una institución desde el punto de vista burocrático pero sin capacidad de investigación; una de sus tareas principales.
Ahora, como creo que no tienen idea de lo que es la FN, y si la tienen, la disimulan, la estructura de la vida musical de un país es bastante compleja porque tiene varios cuartos: uno de ellos y el más notorio son las orquestas y los conciertos. Perfecto, me parece muy bien que un país tenga conciertos, orquestas de cámara y sinfónicas, que dé a conocer las obras clásicas y populares. Pero para que esto suceda, necesitan apoyar a las escuelas de música profesional. Si no hay un apoyo en serio de las escuelas de música profesionales, no tiene sentido tener orquestas porque las escuelas nutren de artistas a las orquestas encargadas de difundir esta música. Al mismo tiempo, dentro de las escuelas de música profesionales, además de las carreras propias para instrumentistas, hay carreras de musicología que tiene qué ver con la investigación y con la crítica de la historia de la música en México; y la fuente de trabajo de estos investigadores es la FN y también el Centro Nacional de investigación, Documentación en Información Musical Carlos Chávez (Cenidim, del INBAL).
—¿Cuál ha sido tu relación profesional y emocional con la FN?
—He participado en varias actividades como compositor, he tenido varios conciertos y además algunos de sus investigadores se han acercado a mí para estudiar mi obra y para que done las partituras y las grabaciones de mi propia obra. Eso lo han hecho con varios autores mexicanos, evidentemente. La donación se quedó en veremos porque vino la pandemia. Al investigador Theo Hernández, quien estaba al cargo de la investigación, le tengo listo el material porque pensaba que la FN era el mejor lugar para resguardar mi obra. Ahora me doy cuenta que en México la continuidad es casi imposible, cada gobierno tiene sus propias ideas, llamémosle ideas pero son ocurrencias.
—¿Ante esa política cultural mantienes tu idea de la donación?
—De ninguna manera. Pero quiero comentar algo: cuando no confías en tus instituciones mexicanas, lo que sucede es que el grueso de la obra de Carlos Chávez no está en el país sino en Estados Unidos, en la Biblioteca de Nueva York. Lo que pasa es que muchas universidades se acercan a uno para que done no solo las partituras sino los bocetos, los libros de apuntes y las primeras grabaciones… quieren todo. Y ellos sí lo van a resguardar, no me cabe la menor duda.
Esto lo digo para reiterar lo grave que resulta que obligues a los músicos mexicanos a que todo su trabajo se vaya a Estados Unidos o a otros países porque en el extranjero sí lo van a resguardar, mientras en México hay una enorme inseguridad.
Hay qué decir que la FN no solo resguarda la música y la obra de compositores mexicanos; es también el lugar que cuenta la historia del sonido en México con las primeras grabaciones de la voz de Porfirio Díaz, por ejemplo, que nos habla de una historia sonora muy rica del país. Y como sabemos que muchas de las cuestiones sonoras son de transmisión oral, éstas tienden a perderse y a modificarse, como los cantos populares que yo escuchaba de niño.
Otra cosa que hace muy bien la Fonoteca es resguardar la música para cine y para ello han contratado a varios especialistas en el ramo Por razones familiares, estoy enterado de que hace años reúnen las grabaciones de hace 50 y 60 años de Raúl Lavista, mi tío, un compositor de música para cine con 350 películas y cuyas cintas son antiquísimas. Ahora se han encargado de transferirlas a los nuevos medios sonoros para que no desaparezcan. Raúl Lavista pertenece a esa época de oro del cine mexicano, como otros autores como que tienen grabaciones de las décadas de los 30, 40 y 50.
Otros materiales muy valiosos son los de Agustín Lara y de Cri-Crí que se han mantenido bajo buen resguardo en la FN, un lugar espléndido que ahora las autoridades de la SC ven como una institución en donde solo sirven los burócratas (trabajadores de base) y no a los investigadores que son quienes alimentan al organismo.
El pretexto que ponen es que no hay dinero. Es una falacia: pero claro que hay dinero, y mucho, pero se está yendo al trenecito (Tren Maya) o la refinería (Refinería Dos Bocas) o a Chapultepec (Proyecto Bosque de Chapultepec: Naturaleza y Cultura), que son miles de millones de pesos y no creo que esos valgan la pena. Es más importante salvaguardar la historia sonora de México que construir una refinería que no va servir para nada. Cuando la SC dice que no hay dinero, mienten.
—¿Qué instituciones del extranjero han solicitado en donación tu acervo?
—La Universidad de Austin tiene una revista estupenda sobre música latinoamericana y he estado dando clases con ellos; siempre me insisten en que les lleve todo lo que tenga y me dicen que allá lo cuidan y harán lo que yo quiera porque les interesa muchísimo. No lo hice nunca, pensando que la Fonoteca Nacional era su lugar natural. Con estas medidas del gobierno mexicano actual piensas dos veces si no sería mejor que todo el material de la música mexicana se fuera a donde se guarde, no se pierda ni se destruya. Si los músicos no hacemos eso, no sabes lo difícil que resulta el reunir y preservar los legados cuando uno muere. Todo el material se queda en la familia y en el mayor de los casos los parientes no tiene la menor idea de lo que se deja.
Por fortuna este desconocimiento o desinterés no ha sucedido con personajes como Eduardo Mata, de los más importantes compositores y de los mejores músicos que ha dado México. Hace tiempo, con su hija Pilar hablaba que lo mejor para el acervo (cartas y partituras de estudio con sus anotaciones útiles para las directores de orquesta, entre muchos materiales más) era estar en la Fonoteca Nacional pues estaba funcionando de primera. En estos momentos sé que ella lo está pensando y quizás se eche para atrás en la donación. Sería peligrosísimo dejar el legado allí porque seguramente piensa que se lo estaría dando a una institución cuya función primordial está puesta en tela de juicio porque le están quitando el 80 por ciento de su presupuesto: es decir, la están desapareciendo. Te puedo asegurar que Pilar Mata jamás le dará el acervo de Eduardo Mata a la Fonoteca. Y haría muy bien; lo deberían de enviar a Dallas donde lo aceptarían encantados para resguardarlo y difundirlo.
“Qué depresión que quieran desaparecer la biblioteca sonora de México”, cierra Mario Lavista, en tanto los trabajadores del Capítulo 3000 de la Fonoteca Nacional siguen activos buscando diálogos y revertir esta decisión que atenta a su vida profesional y a la existencia de una institución (ver en imagen el comunicado más reciente emitido por el colectivo).
Angélica Abelleyra
Periodista cultural especializada en artes visuales y literatura tanto en medios impresos como digitales y en televisión. Es licenciada en Comunicación por la UAM Xochimilco y es autora entre otros libros de Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo (Plaza & Janés, 2001) y Mujeres Insumisas (UANL, 2007). Hizo la coordinación editorial y la curaduría de la retrospectiva en el Centro Cultural Tlatelolco/UNAM, Rogelio Naranjo, Vivir en la raya (Ed. Turner, UNAM, 2013). Es coautora de los libros Héctor Xavier, el trazo de la línea y los silencios (junto a Dabi Xavier, UV, IVEC, 2016) y De arte y memoria. Bela Gold, una propuesta visual desde los archivos desclasificados de Auschwitz (UAM). Integra el consejo consultivo del Museo de Mujeres Artistas, MUMA.