En la primera línea de tiempo que hace pública en su gestión, la secretaria de Cultura, Claudia Curiel, fijó que 1980 era un año crucial. Desde entonces, dijo en la mañanera del pueblo, se había abandonado la educación artística, la impartida por el INBAL. Del resto, es decir, de lo ocurrido desde ese año en los estados, ya habrá oportunidad de ocuparse. Igual se puede decir sobre sucedido en las instituciones de educación superior tanto públicas como privadas que imparten licenciaturas en la diversidad de las artes. La declaración incluye, por no haber hecho el deslinde, los años 2018 a 2024, los del AMLO. Gol.
En 1980 Claudia Curiel tenía un año de haber nacido. Tres cuando sucedió la cita de la UNESCO sobre políticas culturales en el entonces Distrito Federal. En mi caso, en ese aciago 1980 ingresé a la licenciatura en Comunicación en la UAM Xochimilco. Gracias a las vocaciones como a los buenos maestros, guías y gurús, uno se asomaba a los sucesos del país, sobre todo los del sector cultural. Estaba por culminar la presidencia de José López Portillo, con todo lo que no será necesario recordar.
Tras haber sido director de Prensa entre 1993 y 1996 del Conaculta, con Rafael Tovar, me fue encomendada la coordinación de la Memoria del sexenio 1995-2000. La exposición de la secretaria de Cultura me hizo volver a los dos robustos tomos de la Memoria. En ese entonces Claudia Curiel tenía 21 años. Estudiaba Historia en la UNAM, cuya tira de materias antes, como ahora, no contempla asignaturas como “Desarrollo de la política cultural” o “Historia de las instituciones culturales mexicanas”. Mucho menos “El sector cultural en la historia de México”.
Los dos tomos de la Memoria que, por sus características, siguen siendo referente, son consultables en línea después de tanto tiempo, lo cual celebro y se agradece en beneficio de la crónica de las instituciones culturales del ámbito federal y sus derroteros. Es por ello que, debido a razones de espacio, solamente cito algunos apartes sobre lo que en esos años se hizo en favor de la educación artística. Mucho más sucedió entre los años 2000 y 2024, que también es cuento aparte. Como asunto de política educativa y cultural, tanto como por interés presidencial, la educación artística ha estado presente desde los tiempos de Benito Juárez.
En el sexenio de Ernesto Zedillo fue el INBAL y el naciente Centro Nacional de las Artes (Cenart), tiempos que conoce bien Alejandra de la Paz, hoy al frente del instituto, quien desempeñó varios cargos con Rafael Tovar en el Conaculta. En el apartado del instituto se puede leer: “La incorporación del Centro Nacional de las Artes a la infraestructura cultural del país, cuyo desarrollo y avances se explican en el capítulo correspondiente, contribuyó a crear las condiciones para la operación de un modelo académico acorde con las tendencias actuales del campo de la creación artística. Este modelo funge como referente de la educación artística profesional”.
“En el marco de la reordenación académica de las escuelas de educación artística se llevó a cabo la revisión, diseño y elaboración de 34 planes de estudio, de los cuales 21 se reestructuraron y 14 fueron de nueva creación. Estos planes permiten ofrecer en la actualidad estudios en 141 opciones de formación”.
“Se revisó y reestructuró el Plan de Estudios de las Escuelas de Iniciación Artística, se redefinió su vocación institucional y se formalizaron los estudios que imparten. La reubicación de inmuebles, así como la dotación de materiales didácticos y equipo a estas cuatro escuelas permitió brindar un servicio educativo en mejores condiciones”.
“Con base en el análisis de dieciocho años de operación, los 12 centros de educación artística (cedart) reafirmaron su vocación propedéutica a través de la elaboración del Plan de Bachillerato en Artes y Humanidades. Este plan brinda la posibilidad de continuar estudios de nivel superior en alguna disciplina artística o bien en una formación humanística. En 1998 se concluyeron los 140 programas indicativos de este plan y en 1999 se inició el proceso de seguimiento y evaluación del Plan de Estudios”.
En el apartado del Cenart, por ejemplo, podemos leer: “Su programa de trabajo se fundamentó en la articulación de tres grandes áreas: educación, investigación y difusión, vinculadas entre sí mediante acciones que favorecieron la interacción entre las diversas disciplinas, así como la relación entre la enseñanza y la práctica profesional, en un marco de pluralidad y excelencia”.
“De la misma manera, su proyecto integral permitió la convivencia de los artistas en formación con los de amplia trayectoria; fomentó programas académicos complementarios y propició una intensa actividad artística en sus diversos foros, lo que le confirió un carácter de centro cultural que benefició tanto a la comunidad de estudiantes, maestros e investigadores, como al público en general”.
“La creación del Cenart tuvo como propósito enfrentar la problemática que caracterizaba a la educación artística profesional: predominio de programas de estudio basados en el diseño por materia, que reforzaban la tendencia hacia la fragmentación disciplinaria; estructuras académicas rígidas con pocas opciones de construcción de trayectorias particulares; perfiles de egreso distantes del mercado, rezago en instalaciones y equipamiento; desvinculación de la investigación y la docencia, falta de peso de la creación dentro de los estudios profesionales, así como un divorcio entre las escuelas y la vida artística del país”.
“La reunión de esfuerzos de las instituciones que concurrieron en el proyecto académico permitió actualizar los planes de estudio bajo los criterios establecidos por la Secretaría de Educación Pública (sep), con el fin de favorecer la formación integral del educando, por una parte, mediante su iniciación en el conocimiento y apreciación de los diversos lenguajes artísticos y, por otra, la valoración y el conocimiento del patrimonio cultural”.
“Así se concretó un nuevo modelo atento a los constantes cambios que demandaba la formación artística, que garantizó la continuidad en la creación y recreación del arte nacional. Entre 1995 y el año 2000, se inscribieron a las diferentes carreras, 5185 alumnos”.
“En ‘La Esmeralda’ (enpeg) se integraron las antiguas licenciaturas en Grabado, Escultura y Pintura, en una más amplia denominada licenciatura en Artes Plásticas que registró en el año 2000 una matrícula de 277 alumnos. La Escuela Superior de Música contó con dos niveles de formación: medio superior con especialidades en flauta, oboe, clarinete, fagot, corno, trompeta, trombón, tuba, percusiones, arpa, violín, viola, violoncello, contrabajo, guitarra, clavecín, piano, composición y dirección; y licenciatura con igual número de especialidades a las cuales se añadieron canto y jazz. En el año académico 1999-2000 recibió un total de 468 alumnos”.
“La reestructuración académica fue también resultado de un intenso diálogo entre autoridades, profesores, investigadores y artistas. Se definió en tres módulos: sustantivo, compuesto por las materias específicas de cada disciplina; de concentración complementaria, que permitió al alumno explorar campos específicos de su carrera y vincularse así al medio profesional; y de cultura integral, orientado a la exploración de espacios comunes entre disciplinas”.
“A partir de la inclusión de los módulos de cultura integral en los planes de estudio, alumnos de diferentes carreras y vocaciones pudieron reunirse y reflexionar sobre la teoría e historia de las artes, con lo cual fortalecieron y ampliaron sus procesos de aprendizaje”.
“Como parte de la reordenación académica y en función de la política de desarrollo cultural regional impulsada por el conaculta, con la colaboración de diversos gobiernos de los estados se propició la creación de Centros Nacionales de Formación y Producción Artística, a los cuales se apoyó en materia de diseño y operación académica nacional, en un marco de autonomía y respeto a los requerimientos estatales y regionales”.
“En el área de música, el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical ‘Carlos Chávez’ se vinculó no sólo con la Escuela Superior de Música y el Conservatorio Nacional de Música, sino con la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey y la Escuela de Laudería con sede en Querétaro, para la realización de actividades de recuperación de archivos y talleres de musicología”.
“A su vez se llevó a cabo una reforma académica en los centros de investigación. Se redefinieron y actualizaron las líneas y temas de investigación, así como las políticas que normaron la documentación, las relaciones con instituciones semejantes y con el ámbito artístico y cultural nacional e internacional. La reforma partió de un diagnóstico realizado por los consejos académicos de cada Centro, que permitió conocer la viabilidad de los proyectos, su impacto y pertinencia”.
Lo que hicieron los gobiernos panistas de 2000 al 2012, es harina de otro costal. También lo que propio Tovar pudo hacer y darse cuenta, entre 2013 y 2016, año de su fallecimiento. María Cristina García Cepeda fue partícipe de tan largo trayecto. Por supuesto Alejandra Fraustro sabe algo. Y mucha gente más.
Así son los arrastres de las fuentes.
Interesados ver
https://www.cultura.gob.mx/memoria_conaculta/memorias_1995-2000/
Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.