El Teatro Nazas, de Torreón, es uno de los proyectos que se abordan en el libro.
Ejercicio sociodemográfico sobre el gestor cultural en México
Antología de la gestión cultural.
Episodios de vida.
Eduardo Cruz Vázquez, coordinador.
Editorial Universitaria UANL, 2019.
Es común escuchar entre artistas el reclamo sobre la incursión del nuevo profesional en cultura, el gestor cultural. Saúl Juárez recoge el testimonio anónimo de un artista, al que por antigüedad ya le tocaba ser el titular de cultura en Morelia, cuando él, recién divorciado, regresa a su tierra a ocupar dicho cargo. Dice: “(una) especie conformada por antropólogos, sociólogos, investigadores en general que estudian culturas populares, ¿así se les nombra ahora? (…) (que) son excelentes organizadores, no se les escapa detalle y son, también, los más politizados. Los historiadores resultan parecidos aunque con una mayor dosis de reflexión”[1].
Antología de la gestión cultural. Episodios de vida, coordinado por Eduardo Cruz Vázquez, va más allá de ese lugar común y comienza una tarea pendiente para este nuevo profesional: escribir su historia y a la vez visualizar las tareas pendientes para dar “estatus” de especialización a la actividad.
De los testimonios que recoge el libro podemos hacer un ejercicio sociodemográfico sobre el gestor cultural.
Sexo:
Observamos que a pesar del esfuerzo del coordinador de la obra, que presenta de forma intercalada las experiencias de hombres y mujeres que ejercen la profesión, finalmente resultan ser más las mujeres dedicadas a la gestión: 31 mujeres y 28 hombres, 52 y 47 por ciento, respectivamente.
Edad:
El rango de edades va de los 30 a los 70 años y más, en donde el grupo mayoritario se encuentra entre los 51 y 60 años: 27, que representan el 47.76 por ciento; le sigue el grupo de 61 a 70 años: 13, que representan el 22 por ciento; observamos que 5, el 8.5 por ciento, están en el rango de 41 a 50 años, mientras que solo 4, el 6.7 por ciento, está entre los 31 y 40 años de edad.
Podemos observar que los agentes activos son en su mayoría profesionales que cuentan con una trayectoria de más de 20 años de trabajo; los cuatro autores que se encuentran en el rango de 30 a 40 años de edad muestran que el acceso es restringido, aspecto que enuncia en el libro Marcela Flores Ruvalcaba cuando señala la incongruencia de “continuar estimulando la profesionalización de las artes (si antes) no fincamos las bases para generar empleos para los jóvenes (que van egresando de las escuelas)”. Por otra parte, podemos observar que ser un profesional implica una larga curva, antes de ser reconocido y contar con una trayectoria en la gestión. Análisis más finos son necesarios para observar el descenso y la permanencia de los profesionales en el campo.
Trabajo en territorio: “¿Así se le nombra ahora?”, artista anónimo dixit.
Las experiencias presentadas se desarrollan a lo largo de 24 estados de la República Mexicana y dos testimonios dan cuenta de la tarea de dos agregados culturales en Estados Unidos, ambas experiencias de trabajo en ciudades fronterizas, Texas y San Francisco.
De tan común ha dejado de ser sorpresa: observamos que 27 de los proyectos aquí presentados se llevaron a cabo en la Ciudad de México, esto es el 45.7 por ciento; en sentido contrario se exponen dos acciones, la experiencia del Programa Cultural de las Fronteras, dependiente de la Secretaría de Educación Pública, que atendía 12 entidades fronterizas, siete en el norte y cinco en el sur, que se desarrolló entre 1985 y 1991 como “un modelo descentralizador, autogestivo y democrático” (Alejandro Ordorica, p. 27), y el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que desde su inicio adoptó un carácter itinerante, ya que empezó en la Ciudad de México y fue acogido por las entidades de Querétaro —donde se llevó a cabo tres años—, Oaxaca y finalmente Aguascalientes, en donde tuvo diez emisiones. Así, otra línea de investigación se abre con el fin de responder qué pasa en las diez entidades que no contaron con representación en este texto.
En qué se emplean los gestores culturales:
De estas trayectorias, 36 (el 61 por ciento) están vinculadas con el Estado en todos los niveles de gobierno: federal, estatal y municipal; donde las universidades públicas son importantes productoras de eventos culturales y artísticos.
Aparentemente, las reglas de la “nueva” —hoy vieja— configuración del sector cultural estuvieron dirigidas a incentivar la participación de la sociedad, de sus proyectos y acciones culturales; actividades gestadas por artistas en lo individual u organizados en colectivos. Aun así observamos que, de las experiencias aquí plasmadas, el 22 por ciento, menos de una cuarta parte (13 de 59) representan a este sector, el de la Sociedad Civil Organizada.
De las experiencias registradas en el texto, solo 6 (10 por ciento) son proyectos o iniciativas vinculadas con el mercado, poniendo de nuevo en evidencia que este es un sector inasible, que se desarrolla en una vía que observamos poco los estudiosos y lamentablemente también los distintos niveles de gobierno.
En el libro se enuncian dos casos (3.4 por ciento) de actividades de participación público-privada: el Teatro Nazas en Torreón, Coahuila, y el Claustro de Sor Juana.
También se nos exponen los casos de la creación del mandato del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el que participó Dolores Beistegui, y la constitución del fideicomiso en favor de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, el Fidosem, que expone el compositor Eduardo Diazmuñoz, modelo que sin embargo suele quedar sujeto a la disposición del funcionario en turno. Aspecto vinculado con las finanzas en cultura, lo cual podemos considerar que es el Tema, con mayúsculas; las finanzas para el sector cultura, que tiene que ver con las leyes hacendarias, una largamente prometida ley de mecenazgo, en fin, con crear los mecanismos que faciliten la participación de todos los sectores en la producción cultural y artística.
Perfil profesional:
Sobre el perfil profesional del gestor cultural encontramos que, contrario a la percepción general, el grupo mayoritario se formó en alguna disciplina artística, artistas que frente a la urgencia de resolver el cómo llevar a cabo sus presentaciones transitan a la especialidad de la gestión. De los testimonios aquí reunidos, 24 de 59 son artistas, el 40.67 por ciento[2]; otro grupo importante son los comunicadores: 13 (22 por ciento); seis son formados en humanidades; el libro recoge el testimonio de un científico; y finalmente los científicos sociales, que no son tantos como se nos quiere hacer creer: 9 (15.25 por ciento). El dato preocupante es que solo tres son egresados de carreras de gestión (5 por ciento).
Qué lecturas podemos hacer sobre estos datos:
Lo primero lo señala el coordinador en su estudio introductorio al referirse a quienes se dedican a la gestión cultural: “su identidad aún no puede equipararse a disciplinas como la medicina, la abogacía, la arquitectura” (p. XXVII).
Que el grupo de gestores culturales que está en el rango de los 50 años sea mayoritario responde a que estos son la generación de precursores que en la década de 1990 comenzaron con la labor de la gestión cultural, pero desde una formación más autodidacta, poniendo los cimientos sobre los que se ha desarrollado la especialización.
Ante la presencia mayoritaria de artistas podemos suponer que muchas de las acciones dependen de las habilidades adquiridas a través de su experiencia. Sin ser definitivos podemos concluir que prevalece el empirismo, de ahí que, cito otra vez al compilador de esta obra, “resulta fundamental para la escuela cultural recuperar y transmitir la experiencia cotidiana del gestor cultural”, lo que nos llevará en un plano ideal a sistematizar y organizar las experiencias, y a la vez valorar la importancia de incluir en los programas de formación artística contenidos de gestión cultural, en vista de que sus actividades están, o en lo ideal deberían estar entrelazadas.
Sobre los profesionales de otras áreas: ciencias sociales, humanidades, comunicadores es necesario también observar analíticamente la transferencia de sus saberes al campo de la producción cultural y artística, preguntarnos por qué los artistas se sienten incomprendidos frente al profesional.
El que solo tres de los participantes en esta antología sean profesionales formados en la disciplina, entre muchos otros problemas que de este dato derivan destaco que los programas universitarios se encuentran en una etapa inicial, y por otra parte el desinterés de las universidades que alojan los programas de formación en gestión cultural en el área de extensión universitaria, como diplomados.
Cierro enlistando a los maestros, amigos, colegas, funcionarios, gestores; en resumen, a los iniciadores de este nuevo campo profesional, todos ellos mencionados a lo largo de la obra por los propios autores, lista que seguramente ameritará escribir otra obra:
Víctor Sandoval, “habilísimo promotor cultural”.
Alejandro Aura, director del primer programa de cultura de gobierno en la Ciudad de México en 1997.
Martín Reyes Vayssade, subsecretario de Cultura del gobierno federal en el periodo 1985-1991.
Manuel de la Cera, promotor cultural.
Lucía García Noriega.
Fernando Gamboa.
Bob Littman, director del Museo Centro Cultural Arte Contemporáneo de Televisa.
Saúl Juárez.
Evodio Escalante, director de Difusión Cultural de la UAM.
Leonel Durán.
Jorge Pantoja.
Gerardo Estrada, coordinador de Difusión cultural de la UNAM.
Ángeles Mastretta, directora del Museo Universitario del Chopo.
Alejandro Ordorica.
Jorge Esma Bazán.
Luis de Tavira, en donde habrá que estudiar la dupla formada con Miguel Ángel Cárdenas.
Lucina Jiménez.
Winston Licona.
María O’Higgins de Monterrey.
Por mi parte sumo a Leonel Maciel; con el fin de ir afinando esta lista, les invito a que me ayuden a completarla.
29 de julio de 2019.
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* Bola de nieve es el nombre de esta columna. Es también la técnica utilizada en la revisión de la literatura, especialmente para la recolección de información de temas escasamente investigados.
En el caso de la cultura como tema de investigación, encontramos tópicos como política cultural, gestión cultural, cultura y ciudadanía… la cultura se nos revela así como una esfera de la realidad social escasamente estudiada, que además conceptualmente encierra un alto grado de indeterminación; razón por la cual, la técnica bola de nieve nos permitirá identificar esos abordajes múltiples, esa convergencia entre la teoría social y las humanidades que han puesto al centro la importancia de la producción simbólica para reflexionar sobre este cambio de época.
La coincidencia con el cantante Bola de Nieve nos viene bien, ya que parte de una sensibilidad extrema que va del “vete de mí” al “todos los negros tomamos café”. Iniciemos esta participación en Paso Libre tomando un buen café.
Patricia Chavero
Patricia Chavero es investigadora de artes escénicas y docente en gestión cultural. Estudió Literatura Dramática y Teatro en la UNAM, realizó la Maestría en Sociología en la Universidad Iberoamericana. Su trabajo se centra en el estudio de los procesos de producción, distribución y consumo de la cultura y las artes, especialmente del sector teatro. Desde 1994 ha participado en investigaciones que abordan aspectos relacionados a las políticas culturales, como la descentralización, modelos de producción y política de mecenazgo, entre otros temas. En su libro Los asuntos de cultura en tiempos de cambio (2016) estudia la construcción de la institucionalidad cultural en la Ciudad de México. Asimismo, imparte conferencias y cursos sobre la política y gestión cultural en universidades y dependencias de cultura de los estados de la República.