Hacia marzo de 2020, casi desde el inicio de la pandemia, aparecieron las primeras noticias sobre los efectos de este fenómeno sanitario en las condiciones laborales y de vida de los trabajadores de la cultura y el arte. Múltiples testimonios individuales y colectivos quedaron registrados en los medios de circulación impresa y en las redes sociales electrónicas, al tiempo que diversas encuestas mostraban su impacto en el empleo y los ingresos de estos creadores.
Paralelamente, se dieron a conocer informes parciales de instituciones internacionales o regionales que regularmente documentan, de modo directo o indirecto, el comportamiento de la economía y los mercados laborales del sector cultural, tales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Finalmente, en lo que va del presente año, están a la vista los primeros estudios académicos sobre este fenómeno inédito.
En este artículo buscamos resaltar, en unas cuantas pinceladas, el devenir de la pandemia entre sectores culturales contrastantes, como los trabajadores de las artes escénicas (principalmente relacionados con la música y el teatro) y los de la industria cinematográfica en América Latina, y, para ser más precisos, en las tres economías culturales de mayor peso: Argentina, Brasil y México. Cabe resaltar, que fijamos nuestra atención en los trabajadores que se caracterizan por situaciones precarias identificadas por la eventualidad del vínculo laboral, expuestos al desempleo y a la desprotección social.
La exacerbación de la precariedad y las respuestas de las agencias públicas
El informe 2021 de la UNESCO, muestra pormenorizadamente los efectos mayúsculos de la pandemia en las actividades culturales y creativas a nivel mundial. Particularmente, llama la atención sobre las altas tasas de desempleo y la caída de los ingresos. Solo en América del Sur y Central, la pérdida de estos últimos fue superior al 80% entre un poco más de la mitad de los trabajadores del sector.
Frente a este panorama devastador, las medidas tomadas por los estados latinoamericanos para atenuar la crisis del sector cultural han sido diversas, pero del todo insuficientes.
En Argentina, el Ministerio de Cultura de la Nación, a partir del programa “Cultura Solidaria”, junto con los gobiernos provinciales, elaboró una serie de acciones orientadas a paliar los efectos del fenómeno sanitario. Las principales medidas fueron de apoyo económico mediante la ampliación del presupuesto de programas de fomento preexistentes, orientados a organizaciones comunitarias y espacios culturales. También destaca la generación de nuevas políticas orientadas a trabajadores del sector en situación de emergencia.
En Brasil, la cultura ya vivía una situación difícil que acabó por estallar a lo largo de la pandemia. Los recortes en los presupuestos de las instituciones culturales vinculadas al Estado fueron contundentes, y, como consecuencia, implicaron restricciones en el ejercicio del trabajo artístico. Aun así, el Gobierno Nacional no promovió medidas excepcionales para mitigarla. Frente a este panorama, movimientos culturales de artistas y creadores impulsaron, junto con legisladores progresistas, la Ley de Emergencia Cultural Aldir Blanc, que significó un apoyo importante para este campo de actividad.
En el caso de México, la Secretaría de Cultura federal desplegó programas de colaboración con instituciones estatales de cultura dirigidos a financiar proyectos seleccionados en distintas disciplinas. Además, en respuesta a las demandas de grupos organizados, inició el registro de creadores en situación de emergencia por el Covid-19, con miras a facilitar su acceso a programas de bienestar.
En general, se trata de paliativos que difícilmente responden a la condición estructural de precariedad de la mayoría de los creadores que trabajan de forma independiente y al margen de los sistemas de protección social del trabajo y de seguridad social.
El trabajo a distancia. Desafíos y oportunidades
Ante esta situación, y el cerco impuesto por el confinamiento, los trabajadores creativos, principalmente los escénicos, poco a poco se hicieron presentes en diferentes espacios conectados en línea, por medio de plataformas como YouTube e Instagram, y en presentaciones y conciertos en vivo en Facebook-live y Zoom.
En Brasil, los músicos de distintos géneros intentaron mantener su trabajo y cercanía con el público a través de videos difundidos en estas plataformas que, en algunos casos, posibilitaron ingresos y ampliaron su cobertura. A pesar de sus carencias laborales y tecnológicas, y el control monopolista de las grandes empresas, no cejaron en sus esfuerzos resilientes como el proyecto “O de Casa” de Mónica Salmaso que en pocos meses logró una difusión extraordinaria. Algo parecido sucedió en el ámbito del Funk de Sao Paulo, género musical considerado periférico. La presencia en línea de esta música ya era usual desde inicios del presente siglo, a través de los videos musicales que circulaban en You Tube. Sin embargo, durante el período de la pandemia, a medida que disminuían los bailes callejeros y los eventos privados, los llamados “maestros de ceremonias”, promotores del género, intensificaron sus actividades en otras redes, como Instagram y TikTok.
En el caso del teatro-cabaret mexicano, la transformación digital de la producción significó un cambio organizativo de fondo, conducido por redes sociales independientes de artistas, compañías y gerentes que buscaron desarrollar sus proyectos y ampliar las fronteras nacionales e internacionales por medio de la comunicación a distancia. Por esta vía, se difundieron producciones como CabaréZoom del Teatro-Bar El Vicio y el ANTIfestival: Resistencia teatral ante la distancia, así como la creación de producciones teatrales para la pantalla. Sin embargo, con el tiempo se hizo evidente la división, cada vez mayor, entre los empresarios con recursos financieros y tecnológicos y los colectivos y artistas independientes que trabajan por su cuenta. A pesar de ello, la transformación a lo digital es ya una realidad inevitable, acelerada por la pandemia, que permanecerá junto con las formas presenciales tradicionales.
Acciones de resistencia
En relación con el cuadro descrito de precariedad laboral fragmentado entre los trabajadores de la cultura y las artes, y teniendo en cuenta la individualización de experiencias, motivada por estrategias de flexibilización empresarial y la retórica neoliberal de las últimas décadas, surge la cuestión acerca de sus posibilidades para responder colectivamente a los retos cruciales que plantea la crisis sanitaria sobre su futuro profesional. En tal sentido, los ejemplos comentados nos permiten evidenciar algunos contextos y escenarios (en función de sus legados históricos, los marcos institucionales vigentes, la orientación de la política laboral y otros factores) donde el plano colectivo del trabajo actualiza su vigencia.
Concretamente, advertimos que, en ciertos casos, las organizaciones sindicales y profesionales, cumplieron un doble papel estratégico en esta situación de emergencia. En Argentina, por ejemplo, con una fuerte tradición sindical en la industria cinematográfica, estas organizaciones fueron determinantes en la manifestación de la condición precaria de quienes trabajan en la cultura y las artes canalizando sus reclamos ante los gobiernos locales, asistiendo con alimentos y otros víveres a quienes se quedaron sin ingresos y mediando en la distribución de la asistencia provista por los organismos oficiales, contribuyendo con ello a la visibilidad pública de la precariedad laboral que caracteriza el trabajo artístico y cultural. Por otro lado, se constituyeron en herramienta clave de la resiliencia mediante la cual numerosos trabajadores tejieron respuestas ante la emergencia sanitaria, sea a través de la formación en el manejo de tecnologías digitales, la articulación de propuestas colectivas de espectáculos vía Internet o incluso informando acerca de líneas de financiamiento disponibles y presentaciones a becas y subsidios.
No obstante, debe notarse que, en virtud de que la mayoría de quienes trabajan en la cultura lo hace de manera independiente, y sin integrar asociaciones gremiales, estas organizaciones tienen un peso y capacidad de acción limitados. Con todo, es esperable que en el futuro cercano se fortalezcan estas formas de organización de los trabajadores de la cultura y las artes, y surjan otras nuevas, en atención al aprendizaje realizado durante la pandemia.
Lecciones aprendidas
Un fenómeno inesperado como el que estamos viviendo, deja secuelas difíciles de superar en poco tiempo, pero también lecciones para imaginar soluciones impensadas a viejos problemas. La inveterada condición de precariedad laboral de los trabajadores culturales, que la UNESCO ha denunciado desde hace cuarenta años, cuando propuso el reconocimiento jurídico del “estatuto del artista”, se ha hecho más evidente que nunca.
Las estadísticas internacionales y nacionales muestran contundentemente que una crisis generalizada, como la producida por la Covid-19, va en detrimento de los más desprotegidos, como es el caso de los trabajadores latinoamericanos de la cultura que viven en la informalidad, con trabajos intermitentes y sin derecho a la seguridad social. Este sismo social, obliga a reconocer el papel inexorable de la cultura y de los creadores de esta región para sanar el malestar social, pero también el rol del Estado para aliviar el malestar de la cultura y de quienes se encargan de producir este alimento simbólico indispensable para la vida. En medio de la crisis, los hacedores culturales mostraron su fuerza para resistir y para hacerse visibles con una gran imaginación. Esa capacidad de resiliencia es la que les permite autoreconocerse y mantenerse vivos, y la que eventualmente podría abrir el camino a su organización y reconocimiento social e institucional.
[give_form id=”12909″]
Rocío Guadarrama Olivera, María Noel Bulloni Yaquinta, Liliana Rolfsen Petrilli Segnini, Guillermo Quiña, Marcos Roberto Mariano Pina y Hedalid Tolentino Arellano
El grupo de autoras y autores de este trabajo está compuesto por docentes e investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana, de la Universidad Estadual de Campinas, Brasil, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina, la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Río Negro, Argentina, enfocados en el estudio de problemáticas vinculadas con los procesos de trabajo desplegados en las artes y la cultura contemporánea. Durante los últimos años han participado de distintas instancias científicas y académicas, como congresos, simposios y conferencias en torno a la temática, así como publicado los resultados de sus investigaciones en libros y revistas académicas de la región. Actualmente integran el Seminario Permanente sobre Trabajo Creativo y Cultural en América Latina, con asiento en la UAM-Cuajimalpa.