El museo, medio de transformación:
Apuntes del (des)confinamiento

Devorado o bien arropado por la economía y la cultura. San Juan de Ulúa, sitio histórico, monumento, museo vivo, se integró al paisaje del puerto más importante de México, en la ciudad de Veracruz. (Imagen tomada de elpais.com Fotografía, Mónica González).

 

Ante la realidad preexistente, junto con el idóneo pretexto de la epidemia, la perenne desigualdad e inequidad social extrema que impera en México, el amplio desinterés social por la diversidad cultural-natural, la violenta entronización del comercio y el mercado; de patrones o estereotipos de vida triviales y deshumanizados, así como de actividades especulativas en la pandemia, la economía, los recursos energéticos, la naturaleza, las culturas, la vida misma y los países sometidos en ese determinismo absolutista, autoritario y totalitario que ejerce e impone la especulación, provoca que el margen de financiamiento público, privado y social a los Museos y las industrias bioculturales, no resulte prioritario ni de valor por no ser un negocio rentable y útil, ni cumple con los intereses políticos, que parecen obligar a éstas actividades o, mejor dicho, creaciones humanas o humanizantes, sujetándolas en un asidero de olvido y desdén que sólo refleja la precariedad ética que en el presente siglo, años 2020-2021, manifestamos como personas y sociedades no solo en México sino en muchos países.

Sin la intención que el presente texto sea un tratado de la historia de las epidemias y pandemias, al realizar una revisión somera se puede encontrar, por lógica misma de estos fenómenos biológicos, que siempre provocaron o llevaron a un cambio gradual y total del mundo conocido, para bien o para mal las transformaciones de la civilización son innegables y marcan una huella en la humanidad y el medio ambiente. Por lo tanto, quiero resaltar la peste negra que asoló principalmente a Europa y que, entre múltiples factores históricos, provocó o formó parte de la transición al Renacimiento que destacó en la región de la Toscana, principalmente en la ciudad de Florencia, Italia.

Como es bien sabido el Renacimiento tuvo un eje cultural, fue un movimiento cultural y científico que detonó paradigmas y transformaciones que hoy día nos siguen impactando. Entre varios componentes que se integran a las personas y comunidades, fue el impulso de las sociedades de conocimiento lo que hizo el Renacimiento, no fueron únicamente las actividades comerciales y políticas ni bélicas ni mucho menos especulaciones de mercados ni productos lo que generó el Renacimiento, fue el arte y la ciencia, el conocimiento; la cultura, subrayo, estos quehaceres humanos son la base y la estructura de dicho periodo histórico. El poder político y el poder económico tuvieron la voluntad con cierta conciencia de valorar una amplia visión que apoyó y aprovechó las creaciones y expresiones humanistas-científicas para transformar el medievo en un renacer del mundo conocido. Ahora es claro que las experiencias históricas no son lo suficientemente poderosas y claras para comprender y aceptar que estamos en un absurdo desaprovechando el conocimiento para salir de forma humanizada y no sólo monetizada. Si el dinero financió al Renacimiento, la plata por sí misma no hace ni es conocimiento, mucho menos nos hace mejores seres humanos porque no transforma, la conciencia humana es la que transforma, pero la cultura y la ciencia sí sólo sí hay libertad de creación. Ésta debería ser la apuesta.

Financiemos y consumamos cultura y ciencia. Así nomás como objetivo común, de bien común. Nuestro renacer social, biocultural. Evolucionar la civilización. Tiene que ser emocionante.

 

Dos piezas claves para cualquier discusión sobre el destino de los museos en nuestro país. A la izquierda, Jorge Sánchez Cordero, a su lado Víctor Manuel Toledo. (Imágenes tomadas de jorgesanchezcorderodavila.com y ororadio.com.mx).

 

Pero… ¿Cómo?…

Cómo y el cómo son cómos diferentes, no es lo mismo cómo lo financio que, el cómo lo hago; lo primero, en la realidad mexicana parte de la política y sus órdenes de gobierno, del erario público y, lo segundo, parte del propio museo o la gran red de museos en México el cómo hacerle para transformarse y transformar a las personas y comunidades en sociedades de conocimiento y solidaridad como patrón civilizatorio. Cómo ser una sinergia transversal de lo público y privado-civil en el entramado social de un país.

Tenemos todos que hacer sinergia en este entramado social junto con los museos y las industrias bioculturales: especie-ecosistema-conservación/comunidad-creación-producción.

Todos debemos ser corresponsables como sociedad y como país en el desarrollo y continuidad de nuestras expresiones y estructura artístico-cultural y la biodiversidad. Pese al antecedente histórico e inmediato del financiamiento gubernamental a los museos e industrias bioculturales, hoy día, en esta ya presente reconstrucción de la civilización y la evolución de las sociedades mexicanas, no podemos permanecer añorando y expectantes a que el reto únicamente sea reducido en el fundamental e inobjetable tema del financiamiento público, cuando también hay mucho más qué mejorar, incluir y fortalecer nuestra identidad y diversidad cultural-ecosistemas. Es un trabajo dual entre el financiamiento y la auto crítica del propio sector para que no sea un continuismo sino una franca mejoría y amplitud de proyectos incluyentes.

La propuesta parte de una visión y vocación comunitaria e incluyente en los museos y las industrias bioculturales.

Uno, es insoslayable e impostergable por ley y por congruencia histórica, así como por humanismo, la responsabilidad del Estado en sus diferentes órdenes de gobierno, para cumplir con el financiamiento adecuado a los museos e industrias bioculturales, atendiendo los requerimientos sanitarios que sean necesarios y procurando sociedades de conocimiento a través de la educación, investigación, conservación, protección, difusión y producción de este sector social. Entendiendo que las organizaciones, instituciones y proyectos en la materia lo hacen personas, personas que requieren sostener su trabajo, profesión y procesos creativos con ingresos económicos dignos y prestaciones por ley, por derecho natural humano. No son dádivas porque son empleos y creación.

 

Pluricultural, con diversidad de compromisos, a la vez de ser herencia generosa, todo un patrimonio, el Museo Na Bolom, en San Cristóbal de las Casas, fue fundado en 1950 por el arqueólogo francés Frans Bolom y por su esposa, la fotógrafa suiza, Gertrude Duby. (Imagen tomada de hoteles.com).

 

Dos, también es innegable e inevitable por gratitud histórica, por valores éticos y por humanismo, la obligación social de la iniciativa privada para cooperar y colaborar sin cortapisas ni condiciones ni exclusiones al financiamiento de los museos y las industrias bioculturales, sin que ello represente, obligue o comprometa a la comercialización, explotación, deterioro, extracción, apropiación para sujetar al mercado nuestras expresiones y estructura artístico-cultural y la biodiversidad. La participación empresarial en el sector tendría que evolucionar al desinterés del negocio sin fines de lucro ni planes mercadológicos. Una visión del mecenazgo como no-mecenazgo, es decir; sumar esfuerzos en acciones concretas por conciencia sociocultural y medio ambiental, insisto, por gratitud, por una visión sin nada a cambio. Así de contundente.

Y tres, de suma importancia vital y congruente como especie racional, idiosincrasia e identidad, así como por valores éticos universales, por humanismo, el tener y deber de la sociedad mexicana, de su diversidad, de las personas, familias, de la sociedad civil organizada o no, para transformarnos en sociedades de conocimiento consumiendo nuestras expresiones y estructura artístico-cultural y la biodiversidad, que se visiten los museos, que se apropien de todos éstos y todas las industrias bioculturales. Es impostergable que aprovechemos lo que hemos hecho como bioculturas y financiado con nuestros impuestos, que lo valoremos, lo difundamos y protegerlo del embate transcultural para lograr un equilibrio que nos permita ser ciudadanos del mundo empezando por ser ciudadanos mexicanos, conociéndonos y respetándonos en esta gran otredad de diversidad biocultural que es México.

Tenemos que radicar las epidemias sociales del racismo, la discriminación, la amnesia inmediata e histórica, el malinchismo, la negación, la exclusión, la aporofobia.

Los museos y las industrias bioculturales son medios de transformación para mitigar dichas epidemias o son una vacuna muy eficaz. Junto con la biodiversidad. No hay más opciones. Hablo de la ¡VIDA! Que no es necesario mercantilizar tanto ni todo. Hagamos cultura HUMANIZANTE.

Aldea global y lo Biocultural

A partir de la idea de una aldea global, de la globalización, el libre comercio, las tecnologías de la información y las comunicaciones, en la economía digital (pero no social) y en la economía cultural se han dejado constancia de que el balance por los efectos de la transculturación han sido resultados muy desfavorables que acertadamente ha cuestionado, analizado y brindado propuestas en su mayoría legales o jurídicas, el doctor Jorge Sánchez Cordero en sus diversos trabajos. La publicación de su reciente libro y sus colaboraciones en la prensa, con el fin de que corrijamos fortaleciendo y protegiendo nuestras industrias bioculturales, la libertad de expresión, los derechos de autor y patentes, en sí nuestra diversidad frente a los productos bioculturales extranjeros, haciendo énfasis en la clara posición desventajosa y vulnerable de México en la materia con el actual T-MEC y de por sí desde su antecedente el TLCAN. Sugiero el conocimiento y la valoración por parte del sector y las sociedades mexicanas para poner debida atención a los positivos aportes del doctor en derecho Jorge Sánchez Cordero.

De igual forma, subrayo un profundo énfasis a los aportes del doctor en ciencias Víctor Manuel Toledo, quien ha sido pionero en la Etnoecología que estudia la relación entre los pueblos indígenas y la naturaleza, así como creador teórico y práctico del concepto Biocultural, que así en mayúsculas debería y tendría que ser eje de todo pensamiento y actividad humana para ser integrales en nuestra persona y el entorno, debido a que es un principio científico totalmente humanizante que reconoce en sí mismo la otredad. El doctor Víctor Manuel Toledo ha investigado y publicado mucho de su teoría y visión biocultural.

 

La fama del Museo de los monos, en Parras, Coahuila, le hace un recinto de culto, ya que reta con sus “monos” y su espíritu barroco, cualquier intento biográfico, museístico y de análisis académico. (Video de Eduardo Cruz Vázquez, que aparece en la crónica “Estampas parreñas”, 15 de diciembre de 2019).

 

Los museos y su re ingeniería

La diversa gran red de museos en México no puede evitar ni minimizar su imperiosa necesidad de llevar a cabo una profunda re ingeniería a partir de la misión, visión y vocación que a cada museo le dio origen, con base en el cumplimiento de los principios fundacionales de cada uno: educación, investigación, conservación, protección, difusión y producción de exposiciones y actividades diversas e incluyentes. Hago énfasis subrayando que, de principio, los museos se deben a sus comunidades: la comunidad dónde se ubica y la comunidad que justifica su creación porque los museos son agentes de servicio y, por ende, transformadores.

Los museos son agentes comunitarios, al servir a la comunidad que los alberga se vuelven detonantes cívicos del turismo biocultural y, al servir a la comunidad que provoca su origen se cumple en atender la diversidad creativa y de expresiones culturales, por ejemplo; si el museo es universitario no puede excluir de sus salas de exposiciones y la programación de sus actividades paralelas a los estudiantes y creadores universitarios, porque sería incongruente excluirlos y así, cada museo debe darse la tarea de romper con la endogamia característica, los intereses grupales, políticos y de mercado hasta lograr saber cómo atender a los públicos, usuarios y creadores en plural. Si todos aportamos en el erario público tenemos que caber todos, mayor aún si se cuenta con una diversa gran red de museos en México.

Esta reflexión y propuesta de que los museos y las industrias bioculturales tienen y deben de ser proyectos transversales en las políticas públicas, la iniciativa privada y la sociedad en sí, considera fundamental el involucramiento y gestión del sector educativo como de las familias, los padres o tutores, son indispensables para que esto funcione y se construyan fuertes y correctos cimientos del renacimiento en México por una patria, un país donde ya quepamos todos. Insisto.

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