Estira y afloja del arte contemporáneo; fines, economías

Puppy (1992), escultura floral de Jeff Koons (Estados Unidos, 1955), Museo Guggenheim, Bilbao, España. (Imagen tomada de commons.wilkipedia.org).

 

XALAPA. Carolina Ponce de León señala que “Una de las preguntas hipotéticas planteadas por Marcel Duchamp, al incluir un urinario dentro de un museo, era ¿quién hace la obra? Antes de esto, la respuesta parecía obvia: el artista. Sin embargo, el gesto de Duchamp contradice y afirma: es el museo, es su acción validadora lo que le confiere a un objeto su estatus de obra de arte”.

Hoy el arte contemporáneo internacional plantea una respuesta distinta, ¿quién hace la obra? La afirmación parece obvia: es el mercado. Pero, convendría ir poco a poco para entender, para poder gestionar mejor una propuesta sobre la relación entre mercado y arte; esa siempre difícil convivencia entre la economía y el arte contemporáneo, ese “estira y afloja” de sentido y sensibilidad, de discurso y poder que es el arte.

Gilles Lipovetsky, en entrevista con Elena Pita, señala que “Lo que me parece revelador de esta época (…) que apunta a la desorientación general, porque el arte, en mi opinión, ha perdido su identidad sólida. Y el espectador se pregunta continuamente si es pura provocación, si es una broma o por el contrario, una genialidad. La primera premisa del arte aplicado es renunciar a la idea de que el arte se opone a lo comercial y a la celebridad. Y luego llega Warhol y proclama: ‘I’m a business artist’ [soy un artista comercial], y aquello supuso una ruptura, porque hasta entonces lo comercial era lo vulgar, pero a partir de entonces el arte comercial dejaba de diferenciarse del verdadero arte, desaparecía la contradicción entre arte y éxito comercial. Se convirtió en un artista celebridad y en su Factoría el arte se integró con la comunicación, la publicidad, el marketing. ¿Qué diferencia hoy una galería de arte de una tienda de moda?”.

Esta “desorientación general” de la que nos habla Lipovetsky es patente hoy en día con la incomodidad común cuando los públicos son enfrentados al arte contemporáneo. Igualmente son muchos los que experimentan una preocupación genuina frente a los cambios que parecen afectar el “sentido del arte”. El arte es a veces un lugar de reunión y otras de conflicto entre artistas, intermediarios, instituciones y públicos.

Pero lo que nos interesa aquí es la noción de que la legitimación actual del arte internacional y hegemónico, pasa por el éxito comercial. La competencia del mercado para validar el arte, que coincide con la glorificación del artista, de su misión “cuasi-profética” de transformar el campo artístico, y del intento sistemático del escándalo como instrumento de ventas, en el cual el público es a la vez botín y, al menos en apariencia, árbitro.

La invasión de estrategias tomadas en préstamo del mundo comercial (como la publicidad de alto impacto), en conexión con el mercado de las obras de arte internacional, es lo que ha permitido unir “lo artístico” y su universo con el mundo especulativo. ¿Es posible entonces que la desilusión del público, que experimenta una sensación de frustración o insuficiencia, genere a su vez un éxito comercial en algunas obras? De eso hablaremos después.

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