Para entender de quién se trata, una estampa que la describe: “Va a la mitad el informe y ya cerraron la puerta del auditorio y, en eso, una mujer grita afuera dos veces que no dejan entrar a la prensa y un guarura cae en el anzuelo y abre una rendija para ver quién grita y las hojas de la puerta saltan y se abren y entra disparada al auditorio sobre el butaquerío y sobre las rodillas de las diputadas y los diputados la fotógrafa Christa Cowrie y detrás de ella diez, veinte, treinta…todos miran a Christa que qué pantalones tiene y qué desinhibida es y que qué está haciendo y mírala como pasa sobre los hombros, butacas y cabezas hasta que ¡prack! Saca su primera foto y empieza a trabajar”.
Elsie Mc Phail Fanger titula su nuevo libro La solemnidad del poder y sus fisuras en el fotoperiodismo de Christa Cowrie. Y le da al clavo. Porque, así como se le describe en aquella nota del unomásuno (Luis Gutiérrez, marzo de 1981), Christa suele irrumpir, sin pedir permiso, en las esferas intocables del poder, para perforar la superficie y revelarnos lo que hay dentro. Pero, además, tal y como se lee en la escena mencionada, desarrolló con la danza, que practicó desde muy joven, una gran condición, agilidad y resistencia físicas, que le permitieron soportar jornadas intensas de trabajo, larguísimos trayectos a pie y, con un pesado equipo al hombro, ejercer ese periodismo que se hacía en las calles, en las montañas, en los desiertos y en los lugares más remotos de todo México.
Dice la fotógrafa: “No era un periodismo de escritorio, salíamos a la calle, íbamos a los lugares, hablábamos con la gente… Ése era el unomásuno donde le dábamos a la realidad una lectura de vida”.
Editado por la UAM Xochimilco y Editorial Terracota, el libro contiene un análisis exhaustivo de la obra fotográfica de Christa Cowrie en torno a tres presidentes de México: José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. Abarca su trabajo publicado de 1976 a 1994 en el diario unomásuno, donde trabajó 25 años. El dato resulta esencial si se toma en cuenta el papel de aquel periódico en procesos sociales e históricos determinantes como la apertura democrática y la reforma política en México. Y en el ejercicio de un nuevo periodismo donde la libertad, el humor, la creatividad, la irreverencia y el talento de toda una generación de fotógrafos, cartonistas, reporteros y cronistas, se abrió paso con intensidad y pasión crítica inéditas en el diarismo.
Como cuentan sus colegas en el libro, a Christa se le veía con su telefoto, agazapada en cuclillas, frunciendo el ceño y con una sonrisa complacida, haciendo prodigios con su cámara y con su propio cuerpo. Y es que Cowrie, reconocida y premiada en múltiples ocasiones por su obra fotográfica en torno a las artes escénicas, afirma que, si bien ver pintura fue clave en su educación visual, la danza y el teatro adiestraron a su cerebro a mirar y leer el movimiento en su instante más expresivo. Por eso sus imágenes del poder van más allá del retrato frío y aséptico de los políticos y revelan en una mirada, un gesto, una mano levantada, una postura o un modo de andar, el momento por el que pasa el poder presidencial. Cuando la figura del presidente era intocable, la fotógrafa registra el segundo en que esas estatuas de bronce bajan del pedestal y se hacen vulnerables como el resto de la humanidad.
Pero el libro es mucho más que el registro visual de tres sexenios y sus protagonistas. En La solemnidad del poder y sus fisuras Elsie Mc Phail hace análisis, teoría, sociología de la comunicación, historia del arte, trabajo hemerográfico, iconografía e iconología, periodismo de investigación, sicología, una lectura del oficio con perspectiva de género, estética…y ejerce algo más que se agradece: el humor. El lector recorre la historia del poder y su relación con los medios, la del periodismo en México, la del fotoperiodismo en el mundo y en este país. Transita asimismo por la historia de las mujeres en la fotografía periodística del siglo XX, las pioneras que se introducen con enorme tenacidad a medios donde domina la presencia masculina. Y ahí está Christa Cowrie.
Mc Phail entrevistó varias veces a la fotógrafa, se sumergió en todo lo publicado alrededor de su obra y en los archivos que Christa donó recientemente a diversos centros de investigación en México. Según los temas, depositó sus acervos en el Museo de Cultura Popular, en el Centro Nacional de Danza José Limón (Cenidi-INBAL) y en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (Citru-INBAL). Las fotos que publicó en unomásuno, las de zonas arqueológicas y los reportajes quedaron bajo resguardo del Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Dice que con la donación “quiero devolverle a este país un poco de lo que soy y de lo mucho que me ha dado”.
Christa nace en Hamburgo, Alemania (1949) y a los catorce años desembarca en Veracruz para quedarse en México. Muy joven se casa con el doctor Arturo Bodenstedt Revueltas y cuenta que su suegra, Rosaura, es muy importante en su formación cultural. Ella le auguró que sería fotógrafa y desde luego atinó, pero cuando José Revueltas le dijo que tenía “buen ojo” para el oficio, ya no tuvo dudas. La convivencia con la familia Revueltas es determinante en el desarrollo de la conciencia política que la lleva al periodismo. Ya con dos hijos pequeños comenzó a trabajar y “la fotografía me abrió un mundo mágico”.
Christa no solo es una de las fundadoras del unomásuno sino que se convierte en la primera mujer jefa del departamento de fotografía en un diario. La nombra su director Manuel Becerra Acosta quien le advierte: “No me platiques que tomaste la foto. ¡Enséñamela!”.
Y ella le muestra la imagen del político que se tropieza, el que bosteza o el que duerme en una sesión del Congreso. A Fidel Velázquez frotándose los ojos. Y mucho más. Porque el unomásuno de Becerra Acosta pone la mirada crítica en temas antes soslayados o poco abordados por la prensa como la corrupción, los fraudes electorales, las protestas de la oposición, el narcotráfico, la represión, la desigualdad, la defensa de los derechos humanos y la vida política y social del país, así como el registro de la vida cotidiana. Cabe recordar que Christa es la primera en documentar visualmente el trabajo de la primera conductora del Metro o de la primera mujer policía en la ciudad de México.
Mc Phail analiza en la obra de Chista Cowrie los factores culturales, psíquicos y emocionales “que se anidan en los cuerpos, las miradas, las bocas, los brazos y la obra accesoria -los atuendos, adornos, así como los motivos y atributos del poder”.
En el trabajo de Christa, la investigadora encuentra una “primera agenda visual: la solemnidad del poder y sus prototipos”, aquella que reúne referencias consensuadas de la sociedad como símbolos del poder. Ejemplo de esta agenda “son aquellas representaciones del poder en las que Cowrie elige la composición, el ángulo, la luz, el espacio, el tiempo adecuado para dar continuidad a la figura presidencial en los escenarios de poder, cuidándola, ensalzándola, asegurando la solemnidad, pero también colocando en ella su impronta”. El poder absoluto, grandilocuente, invicto, “la exhibición de masculinidad viril y potente que ha caracterizado desde su origen a los arquetipos del poder”.
En la “segunda agenda visual: las fisuras” está un trabajo más libre, sin contención, donde se expone el lado vulnerable de los presidentes y sus más cercanos colaboradores, para mostrar algunas resquebrajaduras del poder. El cuerpo dislocado, el cuello tieso, los ojos entornados, la postura forzada… Con sus composiciones y una mirada entrenada en la observación aguda, Christa logra captar “el dolor, la tristeza, el humor, el detalle chusco o transgresor, así como las sensaciones incómodas que percibía en el cuerpo, los gestos y las miradas de los presidentes”.
Tres presidentes
A partir de la obra de Cowrie, la autora del libro hace una radiografía del poder. Resume: José López Portillo (1976-1982) “se construye una personalidad elitista, egocéntrica, narcisista como representación mística y sacralizada de la imagen, proclive a ostentar el culto a la personalidad”. Miguel de la Madrid (1982-1988), “una personalidad privada, austera, reflexiva, retraída y tecnocrática, un hombre ajeno a los reflectores del poder y a construir un culto a la personalidad en torno suyo”. Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) “despliega una personalidad comunicativa, horizontal, a ras del suelo, preocupado por mostrarse empático con la gente”.
Uno por uno, la autora analiza a los presidentes desde la cámara de Christa Cowrie pero, además, incluye el contexto, la historia detrás de cada foto, la anécdota, la molestia del presidente o el agrado, la relación de Christa con cada uno de ellos.
La doble agenda
Con José López Portillo se construye una relación particular. Y es que, además de cubrir para unomásuno su campaña y los años que ocupó la presidencia, JLP la contrata como fotógrafa personal: “Tú serás como mis ojos”, le dice. Leopoldo Mendívil reproduce en un texto sus palabras:
“Voy viendo en las reuniones, en las ceremonias, en mis encuentros con la gente en el país, y a veces hay cosas que me llaman especialmente la atención, pero no puedo apuntarlas (…) Yo quiero que tu siempre estés detrás de mí, que te fijes hacia donde miro y principalmente aquellas cosas que me llaman sobremanera la atención. Toma todo eso. Tu, Christa, vas a ser como mis ojos. Todo ese material me lo vas a pasar constantemente para mirar las fotos y recordar lo que debo hacer”.
Desde entonces, Christa carga dos cámaras, una para el periódico y otra para Los Pinos donde “nunca me atreví a cobrar”. Era esposa, madre de dos hijos, jefa del departamento de fotografía del diario y fotógrafa del presidente. Y hay que imaginarla con su altura, su fuerte personalidad y su guapura, con su tenacidad, su alegría y su talento a cuestas rodeada de colegas varones. En el libro se recuerda todo eso, los debates dentro del periódico y cómo es que se publican imágenes que incomodan tanto al poder, incluido JLP cuando el unomásuno divulgó una foto de Christa donde él aparece, de pesca en una embarcación al lado de Rosa Luz Alegría que intenta ocultarse.
Aquel presidente tan carismático como egocéntrico aparece en una foto de Christa en los últimos días de su sexenio. Y la imagen, que se publica en la primera plana del unomásuno del 21 de noviembre de 1982, resulta histórica porque quizá nadie antes captó esa mirada triste y derrotada de José López Portillo como lo hizo ella. El hombre que exudaba energía, poder y sonrisas, aparece agobiado, está a punto de dejar a México en una de las peores crisis económicas de su historia y en un instante gira la mirada hacia Christa. Ella hace clic.
En el análisis de fotos de Miguel de la Madrid “que en contraste con los otros dos, es reservado y discreto” hay una imagen que retengo y es la de su evidente incomodidad con ese collar de tulipanes y crisantemos que le obsequian durante una gira. Siguen las de Salinas de Gortari, a quien Christa conoció muy bien: “Me llamaba su fotógrafa de reversa, porque siempre me adelantaba unos pasos para fotografiarlo de frente, mientras caminaba”. Lo que sí le incomoda, y queda registrado en la foto, es cuando se le acerca la oposición para cuestionarlo.
Las fotografías de Christa Cowrie en torno al poder, revisitadas hoy en día, desvelan historias que algunos políticos seguramente quisieran enterrar. Como Manuel Barlett que aparece varias veces en primer plano junto a la plana mayor del priismo a mediados de los años 80.
Christa le cuenta a Mc Phail que con Vicente Fox en la presidencia todo cambió: “Nos pusieron a todos en corrales (…). Yo cubrí un año prensa con Fox y era otra cosa. Todos detrás de esas vallas y todos tomando la misma foto (…)”.
Una mujer con sensibilidad y formación artísticas retrata al poder político. Esa es Christa Cowrie en este libro. La publicación de Elsie Mc Phail se suma a otros títulos necesarios para entender la relación de la prensa con el poder en México como Los periodistas de Vicente Leñero; Los presidentes y La terca memoria, de Julio Scherer García; La historia del periodismo cultural en México de Humberto Musacchio; la novela de Enrique Serna, El vendedor de silencio… También enriquece la historiografía del fotoperiodismo a la que investigadores como Alberto del Castillo han aportado tanto con sus libros: Marco Antonio Cruz: la construcción de una mirada (1976-1986) de reciente aparición, Rodrigo Moya, una mirada documental y Pedro Valtierra, mirada y testimonio. Cabe mencionar también: Autorretratos de fotoperiodismo mexicano de Luis Jorge Gallegos y, de Rebeca Monroy, Historias para ver: Enrique Díaz, fotorreportero, entre muchos otros.
La pasión por el fotoperiodismo en palabras de Christa Cowrie: “Si al día siguiente aparecía una foto mía en el diario, era la felicidad por 24 horas (…) Esta gloria de las 24 horas nos marcó… una primera plana por la que casi diste la vida”. Así era, así es.
adriana.neneka@gmail.com
Adriana Malvido
Periodista y escritora. Estudió Comunicación en la UIA. Inició en el diario unomásuno en 1979 y en 1984 fue cofundadora de La Jornada donde se especializó en reportajes de investigación en cultura. Ha colaborado en Proceso, Cuartoscuro, la Revista de la Universidad de México y Milenio. Actualmente publica su columna semanal “Cambio y Fuera” en El Universal y colabora en el suplemento Confabulario. Es autora de nueve libros, entre ellos, Nahui Olin, la mujer del sol; Por la vereda digital; Zapata sin bigote; La Reina Roja; Los náufragos de San Blas; El joven Orozco, cartas de amor a una niña y el más reciente: Intimidades, en coautoría con Christa Cowrie. En 2011 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo, en 2018, el Premio Pen México a la excelencia periodística y en 2019 fue galardonada con el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez en la FIL Guadalajara.