CANCÚN. Pareciera que la planificación cultural no es tema en el actual gobierno. El pasado alecciona sobre emblemáticas infraestructuras salidas casi de la nada: la transformación de los Estudios Churubusco en el Centro Nacional de las Artes, la construcción de la megabiblioteca Vasconcelos, la remodelación de la Cineteca Nacional y ahora, en este régimen, hacer del original bosque de Chapultepec un “grandioso” proyecto bajo la dirección de un artista conceptual como es Gabriel Orozco.
La política cultural de un gobierno así aparece como constreñida a un espacio, restringiendo sus efectos dentro del conglomerado social, aun cuando sea válido rescatar ese patrimonio a todas luces urgido de atención sobre todo desde una perspectiva ecológica. Sin embargo, debería acompañarse o incluso privilegiar otros “Chapultepec” en municipios como Ciudad Nezahualcóyotl, Toluca o Cancún, para hacer de la cultura un efecto múltiple, descentralizado.
Cuando llegó la pandemia no adivinábamos su impacto en los amplios sectores de la cultura. A cinco meses los sabemos y el corte de caja es muy pobre por parte del gobierno, particularmente de la Secretaría de Cultura. Estas notas surgen precisamente por haber visto la suerte de comparecencia la titular Alejandra Frausto Guerrero, en la conferencia cotidiana del doctor Hugo López Gatell. Confieso que desde una ciudad como lo es Cancún, esperaba escuchar –sí, con esa misma sonrisa que le caracteriza a Frausto- verdaderos planes para rescatar las variadas manifestaciones de la cultura actual. Los mexicanos hemos sobrevivido al confinamiento gracias a los bienes y productos culturales como el cine, los libros, las manifestaciones musicales, etc. Han sido y son el aire que respiramos muchos, pero la secretaria Frausto muy poco agregó a lo que sabemos se ha realizado para mitigar los numerosos casos de decaimiento o franca pobreza de los hacedores culturales y de las mismas instituciones. El encomio de la secretaria fue para reconocer que muchos actores culturales se han mantenido en pie, pero no oímos ningún plan de mayor energía para el salvamento del sector o bien de propagación cultural al modo en que sucede en la educación a través del uso de la televisión comercial, por citar un ejemplo.
Sabemos que la llamada 4T es consciente de la necesidad de crear nuevos intelectuales, artistas, gestores culturales y de respaldar a los verdaderos hacedores de la cultura. Sin embargo, en la intervención al lado de López Gatell el pasado lunes 24, de los labios de Frausto no salió ninguna palabra en ese sentido. Eso sí, anunció la gran exposición de Amadeo Modiglianni y sus contemporáneos, Diego Rivera entre ellos, pero más allá de las posibilidades de cualquier mexicano de acudir a semejante exposición, sus palabras en el terreno que representa fueron más bien pobres y de corto alcance.
Desde el inicio de la actual administración hemos venido escuchando acerca de las notables reducciones en el gasto en honorarios, en apoyos a los estados, servicios generales, en materiales y suministros de dependencias de la Secretaría de Cultura. Tomemos un ejemplo cualquiera de mi entorno, como el Museo de la Cultura Maya de la Ciudad de Chetumal, que semeja una condición como la de esos zoológicos de ciertos estados de la república que dan lástima por sus carencias y dan angustia ante la imposibilidad de hacer algo por los inquilinos o lamentables prisioneros como lo son jaguares, pumas, leones u osos. Quien deambule por los pasillos del citado museo se dará cuenta que estas afirmaciones son válidas, y para mucha infraestructura cultural a lo largo y ancho del país.
Es cierto que lo que en el ámbito cultural sucede, no se presenta en el campo de la salud pública donde, empujada por la crisis sanitaria del coronavirus, las políticas, objetivos y acciones, se tornan organizadas ante la emergencia ¿no debería existir un paralelo en el caso de la política cultural? Entonces pregunto: ¿no existe la necesidad en el actual régimen de hacer de la cultura una genuina política de Estado?
Carlos Generoso
Artista egresado de los Talleres Libres de la Academia de San Carlos (1985-87), en composición plástica y cerámica con Javier Anzures y Fanny Martínez Rabell. En 2018 participó en una colectiva de auto retrato presentada en la Casa de la Cultura de Cancún y actualmente en la representación del baile flamenco con modelo. Se ha especializado en arte público. Ha hecho murales en Holbox: Portal Negro (2013) y La Fuente de Sangre, una instalación iluminada con esculturas de fibra de vidrio, arco de acero y plantas verdes (2014). En Cancún, en el Callejón Fascinación, creó Pareja sobre el Infierno (2012) y en la Alberca Olímpica realizó Limulus (2015). En Tepoztlán, Morelos, llevó a cabo 400 Conejos (2016) y en Monterrey Gambusino (2017) estos dos últimos murales de gran formato que cubren enteramente las paredes de una casa. Actualmente su obra está expuesta en la Galería de la Ciudad de Cancún y trabaja en escultura para vaciado en bronces, figuras arquetípicas humanas transformadas a la mitología de la cultura maya y contemporánea.