Golpe al corazón

En medio de la guerra mediática, entre las mañaneras de Andrés Manuel López Obrador, sus detractores y los integrantes de la mafia “fuera” del poder que gobernó México durante los últimos 25 años, se abrió una herida a la esperanza del cambio, de esas heridas fuertes que calan en lo hondo y profundo del corazón.

El pasado 19 de julio, la llamada cuarta transformación decepcionó seriamente a la comunidad cultural y en especial a la cinematográfica.  Ese día, el Senado de la República de mayoría morenista, ratificó sin cambio alguno el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) negociado por  el ex presidente Enrique Peña Nieto y su equipo entreguista de nuestra economía y de la soberanía política de la nación.

Esto ocurrió, por orden presidencial, sin hacer caso alguno a las objeciones y propuestas presentadas de manera oportuna tanto al equipo peñista como a AMLO y a los senadores de la 4T, por  diversos grupos organizados de la sociedad civil como el Grito más fuerte, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), el Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu), la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y diversos sindicatos de cine.

En un solo acto quedó más claro que nunca que no hay independencia de poderes, que la 4T no escucha a la sociedad y solo obedece a quien los designó y no a quien los nombró a través del voto, faltando así a sus promesas de campaña. Solo cuatro senadores votaron dignamente en contra del T-MEC: Jesusa Rodríguez, Ana Lilia Rivera y Nestora Salgado, de Morena y Emilio Álvarez Icaza (independiente).

Esta ratificación afectará gravemente la expresión del imaginario de los mexicanos, será un retroceso para el cumplimiento de los derechos humanos y culturales y pondrá en riesgo la propiedad del patrimonio intelectual de México en los próximos 16 años. Se continuará con el modelo de educación colonizada estadounidense, impulsado por el manejo de los medios desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, mediante el cual se educó a las últimas generaciones de mexicanos, ahora mejor llamados mexamericanos.

En el T-MEC, debido a las presiones de la comunidad artística mencionada, se logró la inclusión de un capítulo sobre “la excepción cultural”. Gracias a esto, el gobierno mexicano podrá hacer políticas públicas soberanas en beneficio de los artistas y creadores nacionales. Se podrán impulsar sus bienes culturales como son la realización de películas, series, programas de televisión, teatro, música y libros, entre otros.

Desgraciadamente los negociadores peñistas y del Senado de la 4T, no atendieron las reservas solicitadas para evitar que las obligaciones transversales establecidas en otros capítulos anularan los beneficios de la excepción cultural. Tal y cómo le paso a Canadá en 1994.

Me explico: cuando el “bien” (la película) se difunde a través de las salas o de las nuevas tecnologías, se convierte en un “servicio” y ahí se le restringe todo tipo de apoyo para su difusión y comunicación con el público.

Los negociadores peñistas olvidaron introducir reservas de excepción para que no apliquen términos como “trato nacional” o “nación mas favorecida” en materia de productos culturales. Hay que recordar que cada obra de arte es única y por ello no puede recibir un tratamiento general.

También se olvidaron de incluir medidas asimétricas de acuerdo con las escalas de nuestras economías para evitar que el gran capital elimine a los pequeños productores locales. Y la obligación de presencia local a las empresas difusoras de contenidos (NETFLIX, HBO, etc.) que utilizan el espacio aéreo mexicano y las instalaciones nacionales en nuestro territorio, para que así las empresas estadounidenses cumplan con las leyes nacionales y paguen sus impuestos, aquí. Además deberían haber implementado medidas de requisitos de desempeños para garantizar el contacto de nuestro arte mexicano con el público nacional.

Un golpe mortal es el hecho de que en el T-MEC, los exhibidores reservarán sólo el 10 por ciento del tiempo total de exhibición a la proyección de películas nacionales eliminando la obligación vigente  del 30 por ciento, establecida en el TLCAN. Con esto se viola el principio de no regresividad establecido en la Constitución Política de nuestro país y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José). Triste destino para incrementar la colonización mental con la que se han venido educando a las generaciones de los últimos 25 años, acrecentar la competencia ruinosa y la fuga de regalías hacia Estados Unidos.

Si después de que entre en vigor el T-MEC, AMLO y su 4T decidieran reformar alguna legislación secundaria en beneficio de los mexicanos, y en consecuencia las empresas norteamericanas se sintieran discriminadas o afectadas por considerar que se cambiaron las condiciones en las que se realizaron sus inversiones, podrían demandar al gobierno mexicano por la posible pérdida de expectativas de ganancia o por discriminación.

En un acto desesperado, horas antes de la ratificación, se presentó un grupo de cineastas encabezado por Jesús Ochoa, secretario general de la ANDA y del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC), ante  el senador Martí Batres, presidente de la Cámara; Héctor Vasconcelos, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores; las senadoras Ana Lilia Rivera, Jesusa Rodríguez, Susana Harp y el senador José Narro, entre otros.

Logrando que se incluyera un considerando, que a la letra dice, “Las dictaminadoras consideran necesario atender diferentes pronunciamientos de sectores de la comunidad  cinematográfica, en el sentido de garantizar el ejercicio del derecho a la cultura establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los cuales podrían configurarse en la medida que se cumplan los requisitos de desempeño, el porcentaje de contenidos nacionales que establezca la legislación interna, en las diferentes tecnologías y plataformas de divulgación cinematográfica  y audiovisual. Lo anterior a efecto de que la cultura sea una expresión más de la soberanía  del Estado Nacional, conforme a la cual se reconoce la libre determinación  para establecer las reservas que se consideren afines al interés público nacional en materia de propiedad intelectual y de derecho de autor.” Parche que se agradece pero la enfermedad será mortal.

Afortunadamente el T-MEC no ha entrado en vigor. Para que suceda tienen que pasar 60 días después de que lo ratifiquen algunos de los congresos de Canadá o EU. Por ello tenemos tiempo más que suficiente para reformar de manera urgente las leyes de cine, de telecomunicaciones y la de radiodifusión, con el objetivo de defender la comunicación entre nuestra producción de las industrias culturales y los ciudadanos mexicanos. Sólo falta la voluntad política de la 4T para  cumplir las promesas  de campaña.

En caso de no hacerse, cuando sea vigente el T-MEC las legislaciones nacionales estarán supeditadas al acuerdo y se reducirán la independencia política y la soberanía de la nación.

5 de agosto de 2019.

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