El coronavirus somete a la humanidad a nuevos paradigmas, a otras formas de socialización que mujeres y hombres habrán de descubrir como una suerte de invento científico y social. (Foto: Georgii Boronin)

LOS ÁNGELES. La humanidad cambió. El virus fue contundente. La vida como la hemos entendido no será la misma. En lo que resta del próximo lustro no se avisoran estadios repletos de aficionados, ni parques de diversiones con filas interminables de niños formados para la selfie con su personaje favorito, ni el Ángel de la Independencia extasiado ante el eventual y heroico triunfo de la Selección, ni mucho menos el Zócalo de la Ciudad de México abarrotado ante la presencia de líderes que pretenden el cambio histórico de la patria. Estamos ante un nuevo paradigma, una revolución no sólo científica en términos kuhnianos, sino social y cultural, de la cual resultará el devenir de esta nueva generación atacada por el coronavirus.El mundo no será el mismo. El homo virus vino a transformar los países, las ciudades, los pueblos y las familias; nadie se salva. El nuevo contrato social, herencia del estudiado por Thomas Hobbes, tendrá sus adenda; no sabemos aún los nuevos arreglos, pero tendrán que adecuarse a la nueva realidad.

¿Cuál será el cambio cultural ante esta nueva morfología social y humana? El cambio que se aproxima tendrá resultados extremos e inimaginables. Me parece, por ejemplo, que el tapabocas tendrá la misma función cultural y anatómica que el calzón. De ahora en adelante, supongo, la boca será un órgano oculto, de cuidados sanitarios extremos, como el pene y la vagina. Me imagino las tiendas de moda como Victoria’s Secret, ante la necesidad mercadotécnica y financiera, promoviendo la venta de tapabocas “sensuales”, como tangas para las bocas, que a la vez cumplan con los estándares de higiene impuestos por la nueva era coronavírica. Quizás nuestros nietos no logren entonces conocer nuestras bocas, como nosotros no conocimos las partes íntimas de nuestros ancestros.
Las expresiones corporales como las conocemos, tendrán cambios dramáticos. El ser humano por naturaleza ama por la boca: ¿qué pasará en nuestra cotidianidad ante este virus? ¿Qué devenir tendrán los abrazos y los besos, que han sido expresiones afectivas no sólo de la latinidad, sino de varias culturas en el mundo? El Homo Virus vendrá a reemplazar al Homo Amore. Dos metros de distancia nos separarán.

¿Qué expresiones nuevas habrán de identificar al homo virus? ¿Acaso la boca, lejos de representar la pasión romántica humana, sea ahora el órgano letal que la aniquile?

Casi como instinto vienen a mi cabeza los versos de Miguel Hernández, poeta perteneciente junto a García Lorca y los hermanos Machado, a la pléyade de la Generación del 27, que si bien lucharon por la emancipación política de su pueblo, inyectaron a éste también una energía romántica y sublime. Me parece certera y desgarradora su metáfora respecto a la boca en esta circunstancia:

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.

Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos tremendos aletazos.
El labio de arriba, el cielo
y la tierra el otro labio.

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