Intelectuales: una historia difícil

ENSENADA. ¿Por qué difícil esta historia? Creo que, en buena medida, porque su quehacer se presta a las veleidades del género humano (a diferencia del científico quien, por el contrario, lo caracterizan el rigor y la rigurosidad), por más que su tarea, muchas veces deba ser seria y rigurosa, lo que no siempre así sucede. Pero, más allá de esas superficialidades, ¿cómo, con cierto rigor, acercarse al análisis de esa categoría que, entre nosotros, más de una vez -ahora, de manera reciente- ha dado origen a escándalos y habladurías?

Se tratará, pues, de acercarse aquí, más allá de lo inmediato, a tratar de ver de qué se habla cuando se habla de intelectuales entre nosotros. Así, en principio, habría que remitirse a los conceptos provenientes del marxismo que hablan de trabajo productivo y trabajo improductivo para fijar los parámetros precisos que permiten ubicar la categoría intelectual como realidad.

Así, interesa lo referente al segundo tipo de trabajo mencionado por ser él en donde se ubica la categoría intelectual, dado que ellos, los intelectuales, pertenecen a quienes con su trabajo no producen valor pues no producen plusvalía, pero ellos, los trabajadores improductivos (y por ende los intelectuales, entre otros trabajadores improductivos), tienen una función muy importante: ellos son los encargados de lograr que el capitalismo como organización social se mantenga y se reproduzca, como idea (ideología) de variadas maneras.

Pero, a su vez, el trabajo también genera intelectuales que le permiten hacer frente a quienes, en el bando contrario, también tienen esa función, aunque ellos se forman de una manera totalmente opuesta a como se forman los intelectuales que le sirven al capital, como en nuestro país lo ejemplifica, en particular, la figura de José Revueltas, quien fue, más que nada, un intelectual revolucionario, cuya formación ilustra sobre cómo es que se forma un intelectual revolucionario: en la militancia y en la lucha, por decirlo en muy pocas palabras.

Desde luego, en la actualidad la división original entre trabajo productivo y trabajo improductivo ha sufrido modificaciones diversas, en la medida en que el capitalismo como organización social también se ha modificado sustantivamente en la medida en que las rutinas de producción han sufrido cambios de muy diversa naturaleza, aunque sigue siendo válido el análisis marxista sobre el presente y el futuro de tal forma de organización social. Así hoy, sólo por poner un ejemplo, la expansión del capital financiero requiere una amplia inversión de trabajo improductivo. La robótica, ¿qué cambios (aparte de los ya operativos) introducirá en el futuro en todas las rutinas de trabajo?

En fin, para el presente y el futuro inmediato es válido afirmar que hay y habrá dos tipos de intelectuales. Uno, el que se forma para ser tal bajo los requisitos que impone la militancia partidaria revolucionaria, y cuyo ideal sería, para el caso del México contemporáneo, el mencionado José Revueltas (en tiempos más remotos, los Flores Magón también serían ejemplos de intelectuales revolucionarios). Otro, muy diferente, es el intelectual que se forma bajo las utopías del liberalismo del siglo XIX, cuyo ideal es la idea de una libertad a toda costa, sin compromiso con nada ni nadie en concreto. Ambos, desde luego, viven continuamente enfrentados por más que sus tareas, en muchos sentidos, sean similares: unos trabajando al servicio del capital, los otros afiliados, totalmente, al trabajo.

*Sólo estructurador de historias cotidianas

Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

gomeboka@yahoo.com.mx