ENSENADA. Entre la tranquilidad relativa que hoy ofrecen las encuestas, que otorgan un triunfo aplastante para las huestes amloistas; huestes que entre ellas se destrozan ahora que su fuerza electoral, que no de principios, se muestra arrasadora y prepotente, sin que hasta este momento se sepa qué suerte electoral correrá el toro sin cercas de Salgado Macedonio, a uno no le queda sino dirigir su atención hacia otros ámbitos, politizados, sí, pero no políticos por esencia.
Vuélvase la mirada, pues, entonces, un poco al arte.
Entre los avatares del mundo dual (en donde tanto por enfermedad como por avances tecnológicos de la nueva revolución industrial, esa dualidad, hoy, se ha manifestado con particular intensidad) que nos está tocando vivir, lo que corresponde a las actividades artísticas es, sin duda, uno de los puntos más álgidos de la actualidad, porque ello pone en el tapete de la discusión si el arte es tal si no hay una relación directa entre quien lo hace y entre quien lo disfruta. Si bien, es cierto, la creación tiende mucho hacia la soledad, la confirmación de la esencia del arte va mucho más allá del yo, y no es sino hasta que el otro lo confirma, cuando esa esencia se concreta. Es pues el otro o la otra, con su ser y su presencia, quienes se encargan, finalmente, de confirmar el acto de la creación.
Hoy, cuando por cuestiones de enfermedad la presencia del otro u otra está limitada no sólo para ver o escuchar el arte, sino para concretar el mismo acto de crear, cuando el acto de creación conlleva la acción grupal, ¿qué está pasando con el acto de creación artística, qué tanto él se ha modificado tanto por las limitantes que hoy existen para hacerlo en grupo (teatro, danza), como para, lo más significativo, reducir a su mínima expresión la presencia del otro o de la otra para ver o escuchar la obra de creación? ¿Qué sucede hoy con el arte, cuando por necesidad si bien el acto creativo se concreta en las pantallas, él es completo allí, sin la presencia física del otro o de la otra, que está lejos, muy lejos, más allá de las pantallas, no importan que sean millones esos otros o esas otras? ¿Qué tanto los cambios que hoy registra la socialización están afectando la esencia del arte?
Es decir, en el mundo dual de la contemporaneidad, ¿qué tanto los principios de concreción del acto creativo se han modificado, toda vez que las relaciones entre creador y espectador se han transformado sustantivamente y todo se concreta en la frialdad de la pantalla? La frialdad y la lejanía del libro han sido sustituidas hoy, también, por la frialdad y la lejanía de la pantalla, cada vez más, también, como si ella, la pantalla, fuese hoy el medio predilecto para concretar el acto creativo en su conjunto: el yo y el otro o la otra.
Complejas son, pues, las nuevas relaciones que plantea el mundo dual de hoy.
*Sólo estructurador de historias cotidianas
Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
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