Logípolis: Covid 19: nueva vida, nueva cultura

Una familia, de Navarrete, grabado español del siglo XIX. (Imagen: todocoleccion.net).

ENSENADA. ¿Qué tanto vivir relativamente lejos de las grandes ciudades nos aleja, hoy, de las cotidianidades del mundo que vivimos? No lo sé; pero guardadas todas las distancias uno también vive hoy, aquí, en la pequeña ciudad (Ensenada), a la escala correspondiente, lo que sucede allá, en las urbes enormes de Estados Unidos, Europa, Asia o América Latina con la misma intensidad con que allí transcurre la vida diaria (enfermedad, estrés, confinamiento). En tal sentido, la universalidad de la pandemia no se puede negar. Como no se pueden negar, tampoco, dos efectos dominantes de ella: los cambios brutales que ha generado en la vida diaria y los cambios también, obvio pero menos sensible, que se han resentido a nivel cultural.

En el primer caso, la vida diaria, la pérdida de contacto personal que se registró después de los primeros días de pandemia y que todavía se mantiene, sin duda ha modificado las relaciones humanas, al restringirlas y someterlas a reglas de contacto y comunicación muy estrictas y distantes que son radicalmente diferentes a las que se tenían antes de la enfermedad y cuyos efectos se registran particularmente en la conducta de las personas, que no estaban, para nada, acostumbradas a ese tipo de vida y que hoy que existen han causado desconcierto y angustia relativa, en la medida en que, los nuevos órdenes de vida, nos son desconocidos y ajenos y, por lo tanto, nos revelamos ante ello, pues es algo que no esperábamos y por eso nos rebelamos ante tal.

Esa nueva vida, a la vez (segundo efecto), al mantenernos recluidos, a fortiori, en casa, nos ha obligado a recuperar, en particular a quienes vivimos cerca del Ecuador, una cultura que no era casi nuestra: aquella que se desarrolla en la reclusión, muy cerca de nuestros semejantes muy cercanos (la familia nuclear) y con la que, obligatoriamente hoy, hemos tenido que convivir casi todo el tiempo. Ello, en diferente medida, ha disparado enfermedades psíquicas extremas: el suicidio, la esquizofrenia, el ensimismamiento extremo y varias otras que sería largo mencionar. Pero lo preocupante es que tal, no es la primera vez que los humanos lo experimentamos, en la medida en que, por cuestiones climáticas, los hombres hemos tenido que atravesar, a lo largo de nuestra existencia, por tal tipo de etapas y logramos sobrevivir realizando no sólo tareas vinculadas a ello (alimentarnos, vestirnos, tener vivienda y salud relativa), sino que, además, aprendimos a que dentro de la casa también podemos hacer cosas múltiples. Por mencionar algunas: las mujeres experimentar con nuevos alimentos, coser bordados estéticos, etc.  Los hombres, en casa, perfeccionaron sus artes de pesca, caza, agricultura. La casa, más allá del encierro, pues, era un laboratorio de perfeccionamiento.

Lo anterior no quiere decir, ni mucho menos, que debemos regresar a esas experiencias, pero sí experimentar con los nuevos medios que están a nuestro alcance, comenzando, claro, por manejar la soledad como una parte natural y cotidiana de nuestra existencia, en donde, en ella, a través de la lectura, la digitalización o la iconografía en pantalla podemos experimentar nuevas experiencias de vida y de cultura altamente gratificantes. Creo.

 

*Sólo estructurador de historias cotidianas

 

gomeboka@yahoo.com.mx

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