Cañas, lanzas, la fuerza del machete, menos que la de los brazos de la compa,
menos que las luciérnagas de sus ojos de torcaza.
R.A. Landa: “Zapatistas”
ENSENADA. ¿Qué tanto, hoy, se han incrementado las contradicciones de clase? Muchísimo, pienso, sobre todo por la manera brutal en que la pandemia o sindemia que nos agobia ha provocado que el número de pobres en el mundo (y en el país, desde luego) se haya incrementado a grado tal que, supuestamente, sea mejor inundarlos a ellos, en Tabasco, que a los habitantes de Villahermosa, según dicen que dijo AMLO; sin duda una frase sacada de contexto y que sólo quienes conocemos el estado del sureste sabemos lo que ello significa: cómo vivir en aguas pantanosas favorece la posibilidad de ampliar las áreas de cultivo y, obvio, obtener más beneficios por esa vía. Eso lo aprendí con AMLO precisamente, cuando allá por 1975 o 76 él era el delegado INI-COPLAMAR en Tabasco y me tocó recorrer con él toda la zona de Nacajuca donde él residía e impulsaba, en aquella época, importantes planes de desarrollo en toda esa región.
Pero, al margen de lo anterior, lo que aquí me interesa tratar con un poco más de detalle es cómo hoy se están generando fenómenos diversos en la medida en que, mientras por un lado se incrementa la pobreza (América Latina encabezando ese desastre, en donde hoy, según cifras del Banco Mundial, en el mundo son hoy más de 600 millones de personas las que viven con menos de un euro al día y contando), por el otro aumenta -porque si no quedas al margen de todo, comenzando por el saber mínimo (lo que pone en el tapete de la discusión si ya llegó el tiempo de jubilar a la escuela, lo que será, pronto, objeto de otra nota)- contradictoriamente, tus expectativas de vida se encuentran cada vez más ligadas a las tecnologías digitales e icónicas de la contemporaneidad, que cotidianamente acelera más sus cambios, dinamizada por las tecnologías mencionadas y, de manera paralela, inunda e impone (cada “buen fin” capitalista) a nuestra cotidianidad de cosas sin sentido e inventando utilidades ficticias, como si nuestra vida diaria estuviera sujeta de manera obligatoria a esa brutal aceleración tecnológica, mientras que, por el otro lado, la pobreza y la miseria se vuelven cada vez más avasallantes y extendidas, como hoy lo muestran, de una manera magistral, el cine y la televisión, con películas tales como Ya no estoy aquí, Nuevo orden, mexicanas, la serie de televisión española Las barreras o las películas orientales Mother y Shoplifters (japonesas) y la clásica ya, sudcoreana, de Parásitos, en donde todas ellas, nos anuncian que vivir en sociedades tan polarizadas económicamente como las actuales no será, para nada, vivir en el paraíso, a menos que éste se quiera entender en donde los unos –pobres, hambrientos, excluidos-, estarán siempre expectantes -con razón justa- para dar el zarpazo a quienes tienen de sobra y en exceso, demostrando con ello que el futuro que nos espera, si seguimos por donde vamos, será un mundo de perros y gatos de muy desagradables sorpresas, con todo y las tecnologías que, supuestamente, están aquí, a la vuelta de la esquina.
Un mundo, pues, de contradicciones el que hoy nos toca vivir y que nos obliga, precautoriamente, a pensar en el futuro que nos tocará vivir.