Logípolis; Las sociedades de hoy

(Imagen: 1zoom.me).

 

En memoria de Enrique de la Garza,

camarada intenso y lúcido.

 

En memoria, adiós fraterno, de Javier Molina.

 

ENSENADA. Los tiempos de hoy, por razones diversas, son tiempos de reflexión, tanto por el cambio de estaciones, que milenariamente han convocado a esa reflexión (el paso del invierno a la primavera), como por, sobre todo, el fin de épocas intensamente mórbidas y por ende de reclusión forzada, a otras en las cuales, de manera paulatina, regresamos a la socialización, aunque sea aún muy medida, esperando que la cuarta revolución industrial, con la inteligencia artificial comandándola, nos ayude a ir dejando atrás los efectos mórbidos de la pandemia (ver o volver a ver las impresionantes e imprescindibles Inteligencia artificial y Minority report).

Míresele por donde se le mire, pues, la coyuntura actual nos conduce a pensar que lo que hoy está en juego es, más que nada, el tiempo. Una lucha ácida entre un presente mórbido que nos llevó a pensar en el decaimiento total (como nunca he sentido el adiós de los y las compañeros, compañeras y camaradas que ya no están) de la organización social, en donde la violencia en contra de las mujeres en particular (el crimen de la salvadoreña en Tulum por parte de una mujer-policía no tuvo madre) y la indefensión en general en que uno vive (“No salgas a la calle sin persignarte” se vuelve imprescindible) le hacen a uno añorar si no debe llegar ya, insisto, el futuro que anuncia la cuarta revolución industrial, una utopía que, como todas ellas, más tiene de sueño angelical que de realidad, pues todo lo que ella encierra, propiciado por la extensión de la inteligencia artificial, lejos se encuentra, sobre todo, de resolver los problemas sociales que envuelve el tejido del capitalismo, que para uno es lo primordial: o se rompe definitiva y brutalmente el tejido social capitalista o nada de las sociedades violentas y enfermas en que vivimos podrá cambiar. Voltear atrás no tiene ningún sentido: los tiempos pasados puede que hayan sido más amargosos que este presente mórbido y acuciante que vivimos.

No es pues fatalismo lo que esconden los discursos decadentes, entre otros, de Camus, Foucault, Baudrillard, Zizek, Chul Han y tantos otros pensadores que se cansan de señalar que, las actuales, no son sociedades fáciles, sino que a ellas, por el contrario, hay que asumirlas como sociedades en el límite y que es a nosotros, los humanos, a quienes nos corresponde luchar porque esas sociedades permanezcan mejoradas, no iguales desde el punto social, lo cual quiere decir en términos muy concretos o que pensamos en un socialismo en donde todos podamos vivir mejor (lo cual conlleva el luchar a fondo desde hoy) o si no, a todos, nos va a llevar la tía de las muchachas… Attali (Diccionario del siglo XXI) lo ve fácil, pues considera que esa etapa será larga y de convivencia pacífica entre los que vivan en los corazones de la sociedad (poseedores del dinero) y los nómadas sociales (la mayoría de los humanos) . Ojalá y tuviera razón, pero como se vislumbra hoy, si por parte de la clase obrera (lo que ella sea en la actualidad) no se aceleran los procesos de cambio (las revoluciones), es muy probable que la enfermedad y la destrucción del medio ambiente sean las que le digan adiós al género humano.

Así de simple y de sencillo.

 

*Sólo estructurador de historias cotidianas

Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

 

gomeboka@yahoo.com.mx

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