Logípolis; Tristeza y… angustia

El manicomio (óleo, 1812-1814) del pintor español Francisco de Goya (1746-1828). (Imagen tomada de wikiart.org).

 

ENSENADA. De las cuestiones extremas que estos tiempos aciagos -de dualidades diversas- nos han traído, algo que se sitúa entre la tristeza y la angustia es lo referente a un mundo de los otros, al que pocas veces nos acercamos de manera consciente -el de las enfermedades mentales-, lo cual significa que a lo mejor ya estamos dentro de él. Es cierto, la cotidianidad contemporánea se ve acompañada, desde tiempo atrás, por ese mundo, pues las rutinas de trabajo que impone la organización social hegemónica -el capitalismo- ha deteriorado de manera sensible el equilibrio mental de los humanos, por la carga de stress (tensión mental) que la organización mencionada conlleva.

¿Cómo opera entonces la dualidad frente a la cotidianidad actual? ¿Estamos conscientes de esa dualidad? Es difícil, sí, pero las cifras nos señalan que hoy, la sindemia, entendida como enfermedad social, provocada por la pandemia o enfermedad física generalizada se caracteriza, lamentablemente, no sólo por los estragos de muerte y enfermedad física, que son los más conocidos, sino también un conjunto de conductas que lindan precisamente con las enfermedades mentales, generadas, en este caso, por las medidas restrictivas que acompañan a los brotes de enfermedades físicas generalizadas y que por lo común, muchas veces, se identifican con la peste. A este segundo grupo de conductas creo que poca atención se le ha puesto. Tanto Camus como Foucault mucho nos llevan a pensar en cómo se da la dualidad entre cotidianidad y enfermedad mental, y ello crea, por tanto, un territorio diferente que no termina de estudiarse y por tanto de conocerse, pero que está allí, particularmente en estas épocas de crisis de morbilidad.

Pienso, pues, así, hoy, en aquello que escribe José Hernández Rodríguez, médico cubano en un estudio publicado de manera reciente, en el cual afirma que “la COVID-19 repercute negativamente sobre la salud mental de las personas de la población en general, y en particular, sobre los grupos poblacionales más vulnerables. La incertidumbre asociada con esta enfermedad, más el efecto del distanciamiento social, el aislamiento y la cuarentena, pueden agravar la salud mental de la población; dicha situación también puede afectar al personal de la salud”. Pero no sólo allí, sino que, también escribe Marie Miguel en una nota de Periodistas en Español que “Según un estudio elaborado por el Instituto Reuters, ‘un número significativo de periodistas que informan sobre COVID-19 muestran signos de ansiedad y depresión, según los resultados de una encuesta sobre el estado actual del bienestar emocional’. El setenta por ciento de los periodistas encuestados en el estudio sufren diferentes niveles de angustia psicológica y veintiséis por ciento enfrenta el trastorno de ansiedad, presentan síntomas como preocupación, nervios, fatiga, insomnio y falta de concentración. Un once por ciento reportaron síntomas de trastorno de estrés postraumático. Tienden a desarrollar pensamientos y recuerdos intrusivos sobre un evento traumático relacionado al COVID-19”.

Por último, se acota también aquí el dato referido a la desatención de población especial del país (aproximadamente 600 mil alumnos) quienes han quedado al margen de la atención que regularmente reciben y que viven, sin deberla ni temerla, en el terrible mundo dual que nos ha tocado transitar, a veces dolorosamente.

 

*Sólo estructurador de historias cotidianas

Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

gomeboka@yahoo.com.mx

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