Padierna y la demagogia cultural de la 4T

Las opciones a titular de la Alcaldía de Cuauhtémoc. (Imagen tomada de excelsior.com.mx).

 

Tiempos de campañas, tiempos de promesas, tiempos extraños. Son los días en que los políticos ensayan sus mejores mentiras y le apuestan a nuestra desmemoria. Nadie se acuerda de las firmas falsificadas por Armando Ríos Piter, en el registro fallido de su partido; tampoco que el antipático Pablo Gómez haya sido Secretario Ejecutivo del odiado -por los pejistas- Pacto Por México, el mismo que exoneró a López Obrador de venta de la candidatura que acusó Abarca, y por tanto, su responsabilidad en lo hechos violentos de Ayotzinapa, lo que la valió el apoyo de AMLO para entrar a MORENA y ser diputado en esta Legislatura que termina. Estas figuras que emergen de las cloacas del poder nos prometerán grandes y maravillosos cambios, para seguir haciendo lo mismo que han hecho toda su vida: mentir, traicionar y corromper. Aunque no se espera más de este perfil de candidatos, la novedad es que ahora han descubierto una veta en la demagogia cultural.

El trinomio Frausto, Suárez y Taibo II

En la campaña electoral de 2018 se afinaron los elementos psicológicos de la demagogia cultural. Recordemos que la cultura ha sido un sector olvidado, despreciado por todos los gobiernos de la alternancia: Fox-Calderón-Peña Nieto. La comunidad cultural no tenía defensas para evitar sucumbir a la combinación de las plañideras y sentimentalistas propuestas de Alejandra Frausto: nunca más una política cultural excluyente; nunca más una política cultural desvinculada de las comunidades. Prometía una política cultural (integral) whatever it means “integral”; una política cultural fundada en los derechos culturales; incrementar el presupuesto, que la cultura sería el motor del cambio prometido por el entonces candidato AMLO y, por si fuera poco, cerraba con el galimatías de “realizar las utopías posibles”.

Mientras las lágrimas de la futura secretaria corrían al mar de la cultura, José Alfonso Suárez del Real y Paco Ignacio Taibo II hacían de las suyas para encumbrarse en la futura Secretaría de Cultura de la CDMX. Suárez prometía: triplicar el presupuesto de cultura; implementar su ley de derechos culturales de los habitantes, visitantes y casi, casi también los extraterrestres; festivales, intensa producción cultural con cientos de actividades; un proyecto editorial para la historia de la CDMX y por su fuera poco, la cereza del pastel, un reglamento para establecimientos culturales. Taibo II, en su demencial carrera al poder ofrecía: regalar un millón de libros en el Zócalo; mil festivales al año; el pago a los artistas a pie de escenario y la identificación a los artistas de calle, con credencial para agradecerles su labor sin que fueran molestados por ninguna autoridad.

 

Sigue el mano a mano: López Obrador y Dolores Padierna en septiembre de 2017. (Imagen tomada de regeneración.mx).

 

Del sueño a la pesadilla

En los hechos, a casi tres años de gobierno podemos registrar para la federación: una caída drástica del presupuesto cultural: recortes, retiro de subsidios, transferencias, donativos; no existe hasta el momento una política cultural; se violentan los derechos laborales y culturales de artistas, trabajadores y especialistas del sector cultura. En 2021, hasta el programa de cultura comunitaria tuvo un recorte drástico para quedar en 97 millones de pesos, de los 400 que tenía asignados. Ineptitud, arrogancia e ignorancia, son los términos con los que creadores, públicos y trabajadores identifican la labor de la Secretaría de Cultura y de su titular Frausto. Mientras las instituciones culturales, los museos, los centros culturales se encuentran ante imposibilidad de operar, al borde del cierre, el cuestionado proyecto de Chapultepec tiene asignados 10,335 millones de pesos sin haber desarrollado hasta el momento un plan maestro, un proyecto ejecutivo, ni siquiera un desglose preciso.

En la CDMX no es muy diferente la miseria inducida a la cultura: pago de servicios culturales por beca de 4 a 6 mil pesos, sin ninguna prestación para los profesionales de cultura en PILARES; el primer incremento de 2019 se redujo en los hechos en 2020 y para 2021 ya tuvo un recorte mayor. No hay indicios, menos presupuesto, de que se produzcan, ya no digo cientos, sino decenas de festivales, de hecho, en antes de la pandemia fueron sólo cuatro festivales. No hay producción cultural, no hay recursos, solamente abusos para artistas y trabajadores de la cultura, a quienes se le imponía acudir a las zonas COVID para atender enfermos. No hay la menor voluntad de que cumplan las promesas de campaña, mucho menos con el famoso reglamento de establecimientos culturales. La pandemia ha acentuado la ceguera, la sordera y la indiferencia de la burocracia cultural de la 4T a nivel federal y local y lo que fue la gran promesa, el sueño del sector cultura, se ha convertido en la peor pesadilla. La palabra que más se escucha en contra de Frausto, Suárez del Real y Taibo II es: traición.

El factor Padierna

La realidad en México siempre es más sorprendente que la fantasía, si la pesadilla ya parecía habernos arrojado a los infiernos de la traición, ahora viene la versión reloaded. Por si las traiciones del pasado inmediato no fueran suficientes, se está fraguando una nueva fase de la demagogia cultural, de la simulación y mentira de la 4T. En sus afanes por ser de nuevo cabeza de la Alcaldía de Cuauhtémoc, Dolores Padierna está en campaña y tiene su propia demagogia cultural. Como si su candidatura hubiera emergido del poder del pueblo y de los cuadros renovadores del sistema político mexicano, la exdiputada, exsenadora, exdelegada promete, promete y promete. Entre el cúmulo de sus promesas está desarrollar una política cultural, o lo que tristemente ella entiende por política cultural: una plaza del bolero y un museo del bolero, entre otras cosas. No está mal apoyar al gran género musical del bolero, ni de prometer un nuevo museo, pero en el obcecado estilo del presidente AMLO, tratará de imponer un nuevo museo, cuando más de la mitad de los 22 museos de la alcaldía están en riesgo de cierre o descapitalizados, sobreviviendo en la precariedad. Es evidente que será tan sorda a las crisis de las instituciones culturales en la postpademia, como lo ha sido la secretaria Frausto con las necesidades del sector cultura para imponer el proyecto de Chapultepec.

Como diputada, en las diferentes legislaturas en que ha participado, ¿acaso no ha sido antagónica a la cultura? Por ejemplo, en la LIX Legislatura votó, como integrante de la Comisión de Hacienda, contra el estímulo 226 para el cine: yo mismo tuve que explicarle que cambiara el sentido de su voto, porque era una propuesta que emergía del trabajo técnico y político de la izquierda, del PRD. Como senadora fue repelente al tema cultural, lo mismo como diputada local en la Asamblea Legislativa. Apenas en este periodo en la Legislatura LXIV, 2018-2021, fue de la mayoría levantadedos que fue omisa ante los presupuestos insuficientes enviados en los proyectos de Presupuesto de Egresos del Ejecutivo y calló ante los bestiales recortes de hasta el 75%, que de nuevo ordenó el presidente López Obrador a partidas presupuestales del sector cultura. En ningún momento se pronunció ante las múltiples denuncias de violación de derechos culturales, laborales y libertad de expresión de artistas, colectivos, periodistas, y trabajadores de la cultura.

 

Sin filtro, sin nada. Néstor Núñez dejará la Alcaldía de Cuauhtémoc con más penas que gloria. Un trienio que le valió ser desplazado de la reelección vía Morena. (Imagen tomada de política.expansion.mx).

 

Si consideramos su gestión como delegada en Cuauhtémoc, en 2000-2003, lo único destacado de su gestión fue la cancelación ilegal del festival Tecnogeist en 2002. Una cancelación que operó por órdenes de López Obrador. Aún cuando los productores el Festival del Centro Histórico, el Instituto Goethe y Arteria contábamos con los permisos firmados por la propia delegada en funciones, la misma que ahora es candidata, Dolores Padierna, ella desconoció estos documentos y ordenó la cancelación de uno de los festivales con mayor aforo en espacio público en la historia de nuestro país.

La animadversión del entonces Jefe de Gobierno y Dolores Padierna vino apoyada por una campaña de difamaciones y mentiras, como denunciar violaciones, muertos, violencia, narco y atracos en los años anteriores del festival Tecnogeist. Les demostramos que eran mentiras lo que declaraban y no tuvieron más alternativa que dejar que el festival se llevara a cabo como marcha y protesta política, pero sin las condiciones de producción que se habían previsto. Carlos Monsiváis criticó las acciones de censura de Padierna desde una izquierda intolerante, represiva y la consideró digna heredera de la intolerancia priísta del Regente de Hierro Uruchurtu al decir: “Es un acto de censura que posiblemente se deba al deseo de salvar almas para la revolución. Supongo que con esto la delegada de Cuauhtémoc pensará que habilita a los jóvenes para que concentren todas sus energías. La lógica de las prohibiciones salva almas para el cielo o para la revolución; permite las libertades gracias a las cuales estas almas conocerían el don de las alternativas. Prohibir simplemente porque se prevean escándalos, haría que la vida parlamentaria se interrumpiese para siempre. Prohibir porque se desconfía de los jóvenes nos devolvería a los sagrados tiempos del regente Ernesto P. Uruchurtu; prohibir porque en el diccionario de las autoridades perredistas no se encuentran los términos juveniles, es un elogio al anacronismo y al gozo represivo”. (La Jornada, 29 de marzo de 2002, Espectáculos).

En tanto que Jenaro Villamil, sí, el actual presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Gobierno Federal, publicó un amplio artículo de análisis en La Jornada y criticó la cerrazón, la política cultural aldeana y autoritaria de Padierna, de cuya gestión se refirió así: “Estos hechos indican que el Tecnogeist y el Love Parade están muy lejos de la idea aldeana e intolerante que ha llevado a ciertas autoridades capitalinas a poner restricciones a la realización este año de esta gran fiesta del arte y del espíritu de una nueva época”. (La Jornada, 4 de abril de 2002, Sección Espectáculos).

¿Vamos a creer en las promesas de quienes han demostrado ser enemigos de la cultura? Ya tuvimos bastante con las gestiones de Ricardo Monreal, al que vimos extorsionando a Cuarón; o Néstor Núñez sin ninguna propuesta para apoyar a los teatros, a los establecimientos culturales e indiferente ante el desempleo y necesidades de artistas y trabajadores de la cultura durante la pandemia. Estamos viviendo en la pesadilla, hay que despertar y cerrarles la puerta: Padierna no puede repetir en la Cuauhtémoc y tampoco puede engañarnos de nuevo, con sus promesas y su demagogia cultural.

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