(Imagen: Arty/El Libro durmiente, Pinterest)

 

Poema inédito

 

Lección de Juan Rulfo

 

Como

el vacío

escondido

entre dos

gotas de lluvia,

como

el silabeo

de la savia

en la sombra

del árbol,

como

un emisario

de aquello

que no existe

o

el paso

de la araña

sobre el agua,

nos legó

su palabra.

Lejos,

un mar ejercita

sus puños

de boxeador

en la escollera,

mientras

él

nos traduce

la voz

de lo que calla.

Entre una palabra

suya y la siguiente,

anida

la mudez

de las sombras.

Rulfo

nos enseña

una música

callada,

el arte de esparcir

silencios.

Nos revela

la forma de cruzar

un poblado

de ecos y rumores,

de voces muertas

que susurran

lejanías

entre el ahora

y el nunca,

la negra paloma

que viaja

entre dos nadas.

 


 

Rumbo a Comala*

 

Usted,

don Juan Nepomuceno,

me enseñó

que hay lugares sin mapa,

feudos de Nadie.

Comala es uno,

un reino fantasmal

de huellas sin pisadas.

También lo es

la tumba de agua

del capitán Nemo,

del capitán Nadie,

un alias clásico

escamoteado del latín

para esconder lo que fuera

un oscuro pasado

y un heroico presente.

Perdone mi insolencia,

don Juan,

pero algo en usted delataba

su vocación de Nadie.

Con pasaporte de Comala

y licencia de otro mundo

he viajado por países

y parajes inciertos.

Acá se lo cuento:

un día de verano

visité en Nueva York

la oficina de un escribiente

de nombre Bartleby,

un raro bicho

cuyo invencible no-hacer

deberían tomar como divisa

los Nadies del mundo.

A Spoon River llegué

en el tren del azar,

llegué

entre ladridos de perros

que comparten el mismo

idioma en todo el mundo.

Allí vi en la colina

una larga mesa

bien dispuesta,

un mesón de platos vacíos

y sillas sin gente,

un banquete servido

un domingo de difuntos.

Me pareció

percibir entre la niebla

una voz lenta y clara,

semejante al silencio.

 


 

Monólogo de José Guadalupe Posada**

 

Para Felipe Agudelo Tenorio

 

El mundo cabe en los ojos de una calavera.

La que portaba Hamlet como lámpara votiva

quizá sea una testa de segunda,

comprada en el ser o no ser del cementerio.

¡Y pensar que somos, dicen las calaveras,

nada más que un futuro ya cumplido!

Es tiempo, despojados de cuerpo,

de sonar sus guitarrones,

sus trompetas resurrectas.

Ahora que habito un reino de ceniza

recuerdo que trabajé a un ritmo

más endemoniado que la muerte.

Hijo de panadero, amasé la greda

en cada grabado y fue como gritar:

¡vivan los muertos, gavilla de Lázaros

regresados de sus tumbas!

Siempre supe que la muerte estaba

más viva que nosotros, que podía

ataviarse de Quijote y lancear hombres secos.

Vi los esqueletos de los novios

posando en el retrato.

Vi la calavera de un soldado de Zapata

regresando de la tumba a pelear por la tierra.

Mi estancia, morgue de peones y funcionarios,

de mujeres de bien y federales.

Ahora que el día de muertos es todos los días

evoco al hombre del sombrerón

que bebía tequila y parecía cantar,

al borracho en la cantina frente al cementerio

gritándole a los muertos:

aquí hay danzones, estamos mejor

que en sus lechos. Vi a la muerte en un baile

tras los jarros de pulque,

a la muerte nupcial envuelta en un zarape.

Ví un ejército de esqueletos,

galería de ausentes, tertulia de sombras.

Siempre estuve grabando mi retrato.

 


 

Notas:

Lección de Juan Rulfo, es un poema inédito escrito en 2019.

* “Monólogo de José Guadalupe Posada”, es del libro Un violín para Chagall (2003).

** “Rumbo a Comala”, es del libro Cartas a Ninguem (2020).

Los poemas han sido elegidos por el autor y autorizados para su publicación.

Ambos libros pertenecen al sello editorial El Ancora, de Bogotá.

 

Fotografía del autor, de Carlos Mario Lema.

 

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