MURCIA, ESPAÑA. Solo el nombre me llamó a entrar. Un paso libre es el que nos va pidiendo la vida para poder avanzar. Un paso que nos lleve a donde vayamos necesitando llegar. Recuerdo cómo nos encontramos. Fue la cultura la que nos unía. Llenos de ideas, volvíamos de un congreso sobre políticas y gestión cultural, de Mérida, en Yucatán. Yo le escuché en su ponencia, fue un tiempo que alimentó mis inquietudes por los cambios culturales. No es un hecho novedoso que la cultura una, cure o limpie, no. No lo es. Pero ese día, además de por la cultura, fue de gran riqueza porque conocí a Eduardo Cruz Vázquez. Nos hablamos de vuelta en un aeropuerto, y compartimos inquietudes vivas mediante lo cultural. Y así, es como fui conociendo muchas de las historias que dan sentido a una cultura de raíz.
A veces nos pienso como pequeños soldados que defienden la importancia de la cultura, que ansían encontrarla en cada minúsculo detalle o instante para señalar una vitalidad que, durante tiempos, ha permanecido invisible. Porque, ¿qué nos queda sin la cultura?, ¿Cómo saldremos más reforzados de la pandemia y de cuantas cosas nos sucedan en sociedad? La cultura, siempre presente y con gran fuerza, ha demostrado en este tiempo su valor.
En los últimos meses, ante una situación sanitaria tan extrema, nuestras vidas se han hecho más interiores, hemos ido encontrando refugios en los hogares, y la cultura ha seguido ahí, convirtiéndose en la protagonista de ellos. Acompañándonos desde otra esfera más íntima y con gran diversidad de expresiones, nos ha ido salvando de una realidad que está siendo clave para vivir las siguientes décadas en la tierra. Un futuro al que también señala la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconociendo al arte como mejora de la calidad de vida y también como medio para incorporar a los sistemas sanitarios porque reduce el tiempo de hospitalización de los pacientes. ¿No es maravilloso uno de sus muchos sentidos? Sobre una esencia muy similar también en el Reino Unido se ha publicado “El valor de la cultura para la sociedad”, donde dejan claros algunos de estos principios, mientras aportan datos de cómo aumenta la esperanza de vida al individuo la vida cultural, o de cómo crece la participación en la vida política de la comunidad si has desarrollado actividades culturales, etc.
Estos son tan solo algunos datos de las muchas propuestas para la cultura de cara a la Agenda 2030. De modo que la tarea parece quedar clara: encontrar el posicionamiento transversal de la cultura y aplicarlo a todos los ámbitos de una vida que no solo cambia a una velocidad que nos deja sentados en ocasiones, sino que, además, nos pide ser reinventada por instantes. Viva en todo caso, sí, pero con cordura, con calma y con mucho respeto. Tres acciones que, casualmente, crecen desde lo cultural.
Victoria Clemente Legaz
Académica, investigadora y gestora cultural, se desempeña en el Museo Ramón Gaya, en Murcia, España. Ha dedicado parte de sus empeños al análisis de la ciudadanía cultural.