Es la primera vez que estamos juntos de esa manera. El jueves 26 de septiembre, en el Centro Cultural de España. Una cita con el propósito de colaborar al rico mosaico del V Foro de Economía y Cultura (FEC) que dirige la economista Marissa Reyes desde la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. La quinta edición que constata tanto la abultada agenda de intereses del sector cultural como la creciente comunidad de involucrados en este ramal de la realidad mexicana. Protagonistas de esta evolución son los periodistas culturales y los distintos medios de comunicación. Por ello en el Grecu les pedimos coincidir para dialogar a Judith Amador, de la revista Proceso; a Vicente Gutiérrez, de El Economista; a Sonia Sierra, de El Universal y a Juan Carlos Talavera, de Excélsior.Como coordinador del diálogo así como periodista cultural, de lo primero que dejo constancia es de la emoción de compartir con mis colegas. También de que, al estar juntos en esta jornada, reconocemos que en la fuente cultural habitan numerosos compañeros con enorme experiencia y talento en la cobertura informativa del sector. Claros de la trayectoria de reporteros y medios que se agolpan fundamentalmente en la Ciudad de México, el encuentro de esa mañana de jueves deja puertas abiertas a que el FEC amplíe la participación de los informadores en sucesivos eventos. Me refiero a una mayor conexión entre los estudiosos, analistas y estudiantes con quienes tienden un canal de comunicación hacia la sociedad. Una relación que, más allá de su reflejo en páginas de papel, en portales en internet, de tuits, de imágenes en Instagram o entradas al Facebook, puede ser de complicidad para frentes comunes. Y vaya que los necesitamos.
De chile, de dulce y de manteca
El diálogo como una labor colectiva surcó numerosos temas. Referiré algunos de ellos en esa perspectiva de intervenciones coincidentes. No solo la visión de sector marca una línea clara de trabajo en la cobertura de la fuente cultural. También la inclusión de los asuntos que vinculan cultura y economía, sobre todo cuando se trata de atender al principal actor del fenómeno informativo: la acción gubernamental, cuyos principales actores son las instituciones públicas tanto a nivel federal como de los estados de la república. Esta es una tendencia de enorme peso, por lo cual existe la expectativa de que en lo posible se de un mayor registro a otros agentes del proceso cultural nacional. Dicho de otra manera, lograr una oferta diversa de contenidos en las secciones culturales de periódicos y revistas, principalmente.
Hubo un notable acento en el papel que juegan las redes sociales en el desempeño de las tareas informativas. Las noticias centrales corren por diversidad de pistas y el reportero debe estar corriendo en cada una de ellas para afinar la calidad de su información. Hay una incesante exigencia para el desempeño periodístico. Esto es palpable justo cuando se incorpora la ciencia económica al fenómeno cultural. Es menester no solo recurrir a quienes apoyan la labor de análisis y comprensión de los sucesos que se dan; se espera que los directivos de los organismos, como parte de un compromiso con la transparencia, entreguen los fundamentos de su quehacer, así como las cifras que se requieren dar a conocer. Los colegas Amador, Gutiérrez, Sierra y Talavera coincidieron en señalar que dichas coberturas siguen generando tanto rispidez como tensión en las relaciones entre medios y estructuras de poder. En las autoridades persiste la conducta de ocultar información financiera.
En virtud de lo anterior, los periodistas estiman que en lo general no hay una notable diferencia entre los funcionarios de antes con los de la Cuarta Transformación en la esfera de la Secretaría de Cultura federal y de la Ciudad de México (se habló de “reciclamiento” en las maneras de proceder). Incluso deslizaron que en sexenios anteriores podía identificarse una disponibilidad al diálogo. Ahora es prácticamente inexistente e incluso con situaciones graves como la falta de emisión oportuna de boletines, obstáculos para el acceso tanto a fuentes como a servidores públicos o la circulación de comunicados intimidatorios en el afán de replicar posiciones editoriales. La postura es irreductible: quienes escriben el diario acontecer no están para aplaudir las intervenciones de gobierno. Su responsabilidad es investigar, preguntar, cuestionar, ser incisivos, objetivos, equilibrados en sus entregas. Ahí están y “aquí vamos a seguir”.
En otro orden de ideas, los periodistas Amador, Gutiérrez, Sierra y Talavera subrayaron los compromisos que tienen con sus lectores. Se aprecia la necesidad de ampliar la capa de interesados en las secciones culturales y de brindarles buenas historias. Se reconoce que la atención que demanda el sector cultural puede ser laberíntica, con una agenda definida día a día, siendo la fuente de gobierno por demás abrasadora. En tal escenario resulta vital no perder el vínculo con los grupos sociales y tampoco con quienes hacen cultura en el sector privado y en las universidades; es indispensable contrarrestar la centralización informativa, generar opciones de lectura más allá del Estado (dicho en su noción más amplia) tanto como es crucial atender el escenario de la memoria, es decir, no perder de vista el proceso histórico para comprender mejor lo que se vive en esta etapa del país.
Al final de cuentas, la condensación podría enunciarse así: la defensa de la buena nota.
Lo que no está en la Agenda 2030
El V Foro de Economía y Cultura fue del martes 24 al viernes 27 de septiembre. De su vasta programación de sol a sombra, acudí a la conferencia de Lázaro Israel Rodríguez Oliva, de quien supe hace años por su Transformatorio cultural para el desarrollo, espacio de promoción y análisis desde donde proyecta su acción y pensamiento que cubre Iberoamérica. Lázaro es un caleidoscopio de saberes de múltiples raíces (cubano de nacimiento, mexicano por adopción, radicado en Panamá) que para efectos prácticos resumiré como un prestigiado experto en cultura y desarrollo. En estos años forma parte del grupo de expertos de la UNESCO.
Su intervención “Desarrollo sostenible como economía creativa”, la definió como una “ruta de incomodidades”. En mi caso digo que fue una brutal y brillante crítica a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Lázaro desnuda al grupo de trabajo que, al elaborar los objetivos del catálogo de intenciones cobijados por la ONU, ignoró el “cuarto pilar” del desarrollo: el sector cultural. El maestro en Comunicación por la Universidad de La Habana expuso con lujo de detalle todos los elementos que fueron soslayados, a efecto de construir su propuesta para incorporar a la Agenda 2030 lo que es una imperdonable omisión. Referimos a la visión de la cultura como sector de la economía, a la trascendencia de los derechos culturales, a la importancia de la política cultural en la refriega política desarrollista, a las acciones económicas creativas de superación de la pobreza, a la posibilidad de generar indicadores culturales en la definición y construcción del bienestar para las personas y los pueblos; así mismo de categorías como contar con una economía creativa socialmente responsable.
Muchísima argumentación corrió en el tablado del Centro Cultural de España la tarde del martes 24 de septiembre. Entre mis numerosas coincidencias con Rodríguez Oliva señalo su mirada aguda sobre la UNESCO. También sus cuestionamientos sobre esa cosa llamada “Economía naranja”, justo donde se expresa burdamente el uso político de la economía creativa; el gran teatro que instancias como el Banco Interamericano de Desarrollo convierten en turismo académico (bueno, que su presidente Luis Alberto Moreno sea colombiano, puede decirnos algo…).
Así que Lázaro bateó de cuatro esquinas. Cuando uno suma esta exposición con las disertaciones que se dieron en otra de las sesiones dedicada a “Cultura y creatividad: métrica e indicadores”, coordinada por el economista Ernesto Piedras, queda en claro cuán lejos están las estructuras gubernamentales de la 4T de nosotros, de quienes acompañamos el foro, de sus potentes contenidos y propuestas. Pero como dijeron las amigas y amigos periodistas culturales, aquí vamos a seguir.
Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.