¿Vivir del arte? Y tú, ¿cómo le vas a hacer? (y 2)

Lo que el lector puede ver es un proyecto para espacio arquitectónico, elaborado en cartón y pintado a mano por integrantes del taller Desembocadura, empresa cultural de artes aplicadas que ofrece servicios creativos de diseño y producción a despachos de arquitectura e interiorismo en Xalapa, Veracruz. (Imagen, cortesía del autor).

 

XALAPA. “En algún momento de nuestra historia hablar de dinero cuando uno escribe, pinta, compone una canción o crea se hizo de mal gusto”, nos dice Remedios Zafra. La precariedad económica del trabajo creativo se esconde con altas dosis de motivación e individualismo, en ocasiones se reciben pagos inmateriales o simbólicos que hacen sentir a los creadores que ya han tenido una ganancia.

A veces esa “ganancia” es un “reconocimiento” mediante un certificado o diploma que les hacen creer que servirá para tener un mejor currículo. Vivir de la creación implica enfrentarse a toda una tradición de las escuelas de arte en México, que han reforzado la idea de que la creación conlleva un pago “distinto”, cuántas veces se escucha decir “qué afortunado soy por dedicarme a lo que me gusta”.

Tengo la sensación de que las escuelas de arte animan a vivir el arte como un entretenimiento o como un intervalo en lo que llega después lo que interesa y no como una profesión de la que si se puede vivir. “No piense, relájese, disfrute, aquí no se trata de vender, lo que debe hacer es pintar, es lo que mermará su angustia un rato”.

Estos mitos son los que han reforzado el individualismo en el arte y privilegiado ante todo el proceso de realización de la obra frente al sueldo o retribución que esta merece, que han alimentado ideas en las que hablar de dinero en el arte es de mal gusto. “La precariedad en los trabajos creativos funciona como forma de domesticación, porque es engañosa y tiende a hacer pensar que es temporal o que es necesaria como fase para trabajos mejores, más estables (…)”, insiste Remedios Zafra.

El propósito de las escuelas de arte debería ser dotar a los estudiantes de una visión “problematizada” del arte y no reforzar ideas preconcebidas. Proveer de algunas estrategias o procesos autocríticos para evaluar el proceso creativo y su posible incorporación en un nicho de recepción o de mercado. Haciendo énfasis en la última fase de consolidación y de ventas.

Vivir del arte es posible, hay experiencia de negocios creativos regionales que han sido relevantes como Desembocadura, un proyecto de José Antonio Flores Fulladosa. Desembocadura es un taller de artes aplicadas que ofrece servicios creativos de diseño y producción a despachos de arquitectura e interiorismo. Su creación obedece a la necesidad de incorporar proyectos en espacios arquitectónicos, urbanos y paisajísticos sustentados en el estudio y entendimiento de la propuesta arquitectónica del cliente, para ofrecer la solución más coherente y sensible que un espacio demanda, consolidando una propuesta estética personal.

Aprender más sobre cómo vivir del arte siempre es posible.

 


 

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