A pesar de siglos de historia, los pueblos originarios, los huicholes entre ellos, distan de ser cabalmente comprendidos. (Imagen tomada de mexicorutamagica.com).

 

La definición proviene de una confusión histórica: al emprender su periplo por el Atlántico, Cristóbal Colón buscaba llegar a las Indias Orientales a través de una ruta menos hostil y prolongada que la emprendida desde la época de Marco Polo. El genovés coincidía con otros que la Tierra era redonda y que circundando el Océano llegaría a su destino. De hecho, cuando logra tocar el Caribe, llama a sus habitantes “indios”, convencido de que era ahí, a las Indias, donde había anclado.

Más adelante, con las expediciones de Américo Vespucio, Occidente quedó convencido de que se trataba de un continente del que tenían menor referencia. Así, en su honor, el continente fue bautizado como América. Pero el indio de América, no era el indio de Asia. Ante tal confusión, se optó por llamárseles indígenas, término que se hizo más popular en el siglo XIX.

La palabra indígena significa “originario del lugar de que se trate”; de alguna manera todos somos indígenas, pues pertenecemos a algún lugar. Por su imprecisión, ambos sustantivos han generado desconcierto. La Real Academia Española de la Lengua define “indio” a lo relativo a la India, o bien a los “indios de América”. A pesar de las confusiones queda claro que el “indio” o el “indígena”, jamás fue partícipe de su autodefinición y dichos términos, además, han tenido una connotación peyorativa, razón por lo cual, se ha más optado por una definición políticamente correcta, que los defina en lo general como miembros de “una cultura, pueblo o comunidad originaria”.

No obstante, la autodefinición sigue quedando de lado. Según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, México tiene 68 pueblos originarios. Es prácticamente imposible y además denigrante llamarlos indígenas, como si se tratara de una entelequia. Lo cierto es que los miembros de dichos pueblos tienden a autodenominarse como pertenecientes a uno en lo partícular y no a indígena en lo general. Es decir, “soy ayuuk” (o mixe), “soy wirárika” (o huichol), soy rarámuri (o tarahumara), soy “binigulaza” (o zapoteco).

Aunque fuera necesaria una definición, ésta debiera sustentarse ontológicamente, es decir, en características basadas en la esencia del sujeto en definición y además sustentada en los propios criterios de éste. Hasta ahora, el término más apropiado es el de “perteneciente a un pueblo o comunidad originaria”.

Alfonso Caso, uno de los “siete sabios” de México. (Imagen tomada de oncenoticias.digital).

 

Desde lo ontológico han sobrado los criterios para definirlo, algunos tan absurdos como el mero uso del huarache. El estudio más apropiado que yo conozco, es el del arqueólogo, antropólogo y jurista, Alfonso Caso, hermano menor de Antonio y miembro de los llamados “Siete Sabios”, integrados, entre otros, por Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín y Antonio Castro Leal.

Además de sus importantísimos hallazgos arqueológicos en Oaxaca, como la Tumba Siete de Monte Albán, Caso tuvo una destacada labor como director del Instituto Nacional Indigenista. Dentro de su obra escrita se halla un breve estudio llamado Definición del indio y lo indio; en éste, afirma que, en primer lugar, es un error común pensar en la existencia de una raza indígena en un sentido biológico, y sería imposible considerar a los rasgos somáticos como un elemento definitorio.

El segundo factor es el cultural; pero también es complejo determinar si un elemento material o espiritual es estrictamente indígena, pues muchos de ellos fueron adoptados particularmente de la presencia española, como el sarape o el rebozo.

Aunque Caso no aborda el tema, el sincretismo fue tan penetrante que pocas culturas originarias adoran a sus dioses milenarios; la Conquista y su labor de evangelización fueron muy efectivas y prácticamente todos los pueblos originarios, tienen en sus altares al Cristo traído de España y a la Vírgen de Guadalupe, símbolo de apropiación cristiana a las culturas originarias.

Por último, volviendo a Caso, el que pudiera ser también un factor determinante es el lingüístico, pero muchas de las lenguas se han perdido, caído en desuso o sincretizado particularmente con el español; sin embargo, no por ello esos grupos dejan de pertenecer a un pueblo originario.

Caso afirma que es la conciencia de pertenecer o no a un grupo el rasgo más importante para determinar quién es “indio”. El indio, pues, es aquel que siente pertenecer a una comunidad originaria; en tal sentido, alguien que no tenga ese sentimiento, no puede ser considerado como tal, aunque tenga abundantes rasgos somáticos y culturales que lo coloquen entre alguna de dichas culturas.

Don Alfonso concluye que es indio aquel que se sienta pertenecer a una comunidad indígena, y es una comunidad indígena aquella en que predominen elementos somáticos no europeos, que hable (o sea heredera) de alguna lengua indígena, que posea usos y costumbres que lo caractericen y que tenga un sentimiento social de comunidad distinta a otras.

Un factor que Caso no determina, pero que también es fundamental para la definición de pueblo o comunidad indígena, es el territorio. Para los mixes, por ejemplo, el Cerro del Cempoaltécatl, es considerado una deidad. El territorio es un elemento fundamental de identidad de las comunidades originarias. Ello fue el elemento disruptivo de los llamados Acuerdos de San Andrés entre el Gobierno Federal y El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1996; pero esto merece un análisis por separado. Quedémonos, pues, con que es el sentido de pertenecia el rasgo fundamental para definir quién es o no miembro de una comunidad.

Dos anotaciones para ejemplificar a Caso: una, Gonzalo Guerrero naufragó hacia la Península de Yucatán donde fue acogido por los mayas. A la llegada de los españoles luchó contra su antigua nación del lado de la que entonces sentía ya propia. Dos, en la serie televisiva Outlander, basada en la obra de Diana Gabaldon, el joven Ian Murray, migrante escocés, se autoentrega a los Mohawks a cambio de la liberación de Roger, esposo de su prima. Años después, cuando se reencuentra con su familia, Ian se ha vuelto un temerario guerrero, diestro en el manejo del arco y la flecha, rapado, con tatuajes mohawks en la cara y vistiendo atuendos de dicho grupo; está casado y espera un hijo. Ian le confiesa a su tío James Fraser que en ocasiones se debate por saber quién es; que nunca dejará de amar las tierras altas de Escocia, pero que en realidad es un mohawk en energía, espíritu y corazón.

Nos encontramos pues, ante dos posturas, aquella que ve la necesidad de definir al “indio” desde la perspectiva del “otro”, y de tal manera ponerlo en una categría, para así establecer la relación que tendrá con éste, y por la otra, la de los propios grupos, que no es hegemónica ni pertenece a una categoría de “indios”, sino diversa y como integrantes de culturas específicas, con sus propias manifestaciones y cosmovisiones.

Estatua de Gonzalo Guerrero en Akumal, Quintana Roo, conquistador español que se sumó a los mayas. (Imagen tomada de es.wilkipedia.org).

 

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