Durante las últimas semanas me he encontrado con tres series en las plataformas digitales que de alguna manera coinciden en sus tramas. Las tres se desarrollan en ciudades estadounidenses: “Su señoría”, que puede verse en Netflix, en Nuevo Orleans; “Se presume inocente”, de Apple TV, en Chicago, y “Defender a Jacob”, de la misma plataforma, en el pequeño poblado de Newton, cerca de Boston. En ellas representantes del Estado se ven inmersos en la disyuntiva ética de anteponer su deber para defender a un miembro de su familia que habría cometido algún delito.
En la primera temporada de “Su señoría”, a mi gusto la mejor de las tres, Bryan Cranston, el actor de la maravillosa serie “Breaking Bad”, le da vida al juez Michael Desiato, un funcionario honorable que no duda romper con sus principios para inculpar a una persona inocente del crimen que su hijo había cometido. Desiato toma esa decisión al ver que la vida de su hijo corría peligro, pues el líder de la mafia de Nuevo Orleans resultó ser el padre de la víctima. El juez aprovecha su posición para manipular el juicio, desechar pruebas, mitigar la fuerza de la fiscalía e incidir ante el jurado.
Similar disyuntiva enfrenta el fiscal Rusty Sabich en “Se presume inocente”, quien resulta inculpado por un crimen pasional que en realidad fue cometido por un familiar cercano. Sabich también aprovecha sus relaciones internas en la fiscalía, su conocimiento profundo del sistema de justicia y sus capacidades de investigador, para enfrentarse a Tommy Molto, un fiscal que le es antipático y que pareciera incluso actuar de manera vengativa, pues la víctima es otra fiscal de quien Molto se encontraba enamorado.
Por último, en “Defender a Jacob”, a mi gusto la de menores actuaciones, es nuevamente un fiscal, Andy Barber, quien se ve inmerso en una espiral de acontecimentos perversos ante la presunta culpabilidad de su hijo Jacob, por el asesinato de un compañero de secundaria. Barber y su esposa tendrán que enfrentar la disyuntiva moral para ocultar la culpabilidad de su hijo ante dicho crimen. En esta serie nuevamente se ve al fiscal aprovechando sus vínculos internos para sesgar el procedimiento a favor de su hijo e inculpar a otro inocente.
A mi parecer estos dramas resultan interesantes por dos razones. En primer lugar para ejemplificar que los jueces, los fiscales, los abogados e incluso los miembros del jurado como seres humanos llegan a enfrentar situaciones ante las cuales tendrán que resolver una disyuntiva moral. No quiere decir, sin embargo, que los sistemas judiciales estén completamente corrompidos, sino que en ellos participan sujetos que pueden inclinarse a realizar conductas prohibitivas. En todo caso, depende de los controles legales y humanos que se diseñen al interior de dichos sistemas para castigar actividades ilícitas.
En segundo lugar nos dan una noción de cómo funciona el sistema de imaprtición de justicia en Estados Unidos; en particular el ámbito penal. A diferencia de México, cuyo derecho proviene de la tradición francoromana a través de códigos y leyes escritas, en nuestro vecino país del norte, el derecho es casuístico y los juicios son orales; es decir, la ley se construye a través de los precedentes que se van marcando en cada juicio. Las partes que se encuentran en los procedimientos judiciales son: el fiscal, quien tendrá que presentar las pruebas; el acusado, representado por la defensa; el juez, que valora las pruebas presentadas en el juicio y dirime entre las partes, y el jurado, ciudadanos que tendrán la carga de señalar, con base en las pruebas que se presenten, si el acusado es o no culpable. El juicio concluye con la sentencia que dicta el juez, una vez que el jurado haya dado su veredicto.
A diferencia de los sistemas judiciales como el de Estados Unidos, donde el veredicto depende del convencimiento que las partes ejercen sobre el jurado, basados en las evidencias probatorias, en los sistemas de tradición francoromana como el mexicano, el fallo depende de la valoración que dé el juzgador a las pruebas presentadas por la fiscalía; en específico, si éstas se encuentran tipificadas en un código. Para ello se requieren conocimientos profundos de la técnica jurídica y experiencia en el campo de la impartición de justicia. Incluso la adopción de los juicios orales que he hecho México al sistema de impartición de justicia, principalmente en el ámbito penal, si bien coadyuva a que los juicios sean más expeditos, también requiere de un profundo conocimiento de la técnica jurídica.
Estas series, desde luego, son ficciones, pero de alguna manera ejemplifican comportamientos que puede llegar a cometer algún miembro de la sociedad. Como se consigna en estos dramas, es cierto que en los sitemas judiciales pueden presentarse conductas indebidas e incluso delictivas, como la corrupción, tanto de los jueces, como también de los fiscales. Sin embargo, como se deduce también, tomar la decisión de corromperse es al final de cuentas un acto de propia voluntad.
Andrés Webster Henestrosa
Andrés Webster Henestrosa es Licenciado en Derecho por la UNAM con maestrías en Políticas Públicas y en Administración de Instituciones Culturales por Carnegie Mellon University. Es candidato a doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM–CCM, donde también ha sido docente de las materias Sociedad y Desarrollo en México y El Patrimonio cultural y sus instituciones. Fue analista en la División de Estudios Económicos y Sociales de Banamex. Trabajó en Fundación Azteca y fue Secretario de Cultura de Oaxaca. Como Agregado Cultural del Consulado General de México en Los Ángeles creó y dirigió el Centro Cultural y Cinematográfico México.