
Era mediodía del miércoles 4 de junio en Oviedo y muy temprano en la mañana en México, cuando se dio a conocer que el Museo Nacional de Antropología (MNA) había recibido el premio Princesa de Asturias de la Concordia otorgado por ser, como dice el acta del numeroso jurado que así lo decidió, “Heredero de una larga tradición en defensa y preservación de una parte esencial del patrimonio antropológico de la humanidad que, al mismo tiempo, expresa las señas de identidad de una gran nación en las que su gente se reconoce”.
El premio de la concordia tiene un claro sentido humanitario y no científico o artístico y se otorga a las personas o instituciones que trabajan por la defensa y generalización de los derechos humanos, por el fomento y la protección de la paz, la libertad, la solidaridad y el patrimonio y, en general, por el progreso de la humanidad.
Desde 1986 en que se otorgó por primera vez esta categoría sólo un museo, el de la Memoria y el Holocausto de Jerusalén, había recibido esta distinción. Instituciones de salud, de atención a la infancia o a sectores marginados han sido distinguidas con este galardón, así como notables personalidades recocidas por su compromiso humanitario.
Aunque el título del galardón puede dar lugar a la idea de que se trata de una distinción otorgada por la casa real de España, los premios han sido impulsados por una fundación privada que busca consolidar la relación entre el principado de Asturias y la heredera de la monarquía española. De hecho, en su origen, la institución se llamaba Fundación Principado de Asturias, es decir que se trató desde su creación de un proyecto de esa autonomía española y no de la casa real. El ceremonial que se sigue en la entrega de los reconocimientos en los que es protagonista la heredera de la corona, confiere la sensación equivocada de ser una iniciativa de la corona. A más de cuarenta años de su institución, los premios Princesa de Asturias han alcanzado un enorme brillo internacional cuya amplia lista de destinatarios constituye un universo de creación, ciencia, arte y solidaridad incuestionables. Por cierto, a México le han sido concedidos 19 galardones, dos en este año de 2025.

La postulación a los premios tiene una ruta estrecha, en el sentido de que no se trata de un proceso abierto. Una vez que se abre la convocatoria, prácticamente sólo personalidades que han obtenido el premio en ocasiones anteriores, miembros de los jurados de los ocho premios, y embajadas y representantes diplomáticos españoles pueden presentar propuestas. El Museo Nacional de Antropología, fue postulado por el presidente del jurado de este año, señor Emilio Lamo de Espinosa, quien presentó la candidatura apoyada por Eduardo Matos, premiado en 2022, y Juan Duarte Cuadrado, embajador de España en México. Emilio Lamo es un reconocido sociólogo e internacionalista que ha construido a lo largo de varias décadas muy importantes instituciones científicas y de opinión pública. Ha tenido presencia en los debates políticos de su país en diversos medios de prensa en los que ha sostenido opiniones claras, independientes y comprometidas con la democracia, lo que le llevó en varias ocasiones a distanciarse del poder político como ocurrió con el gobierno de Aznar por sus críticas sobre la participación de España en la guerra de Irak o con el de Pedro Sánchez, al caracterizar su gobierno como sectario.
Es de suponerse que, al menos, la dirección el Instituto Nacional de Antropología e Historia fue consultada sobre esta postulación, como posiblemente lo fueron también la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Presidencia de la República. De este modo al ser anunciado el galardón el pasado miércoles 4 de junio se sabía que el Museo Nacional de Antropología estaba entre los posibles destinatarios. No tendría entonces por qué ser una sorpresa el haber sido merecedor del reconocimiento y, por lo mismo, sorprende la frialdad con que se recibió el galardón y las interpretaciones del mismo.
En una entrevista en Milenio Diario, Antonio Saborit, director del MNA desde hace más de una década y quien ha estado al frente de un encomiable proceso de renovación del museo -sus salas etnográficas se reinauguraron hace apenas unos meses-, se mostró muy entusiasta por el premio.
“Es un gran honor para nosotros ser distinguidos con este premio, que goza de un enorme prestigio, la verdad para mí fue una sorpresa mayúscula, apenas por la mañana me enteré por WhatsApp, al abrir mi teléfono vi que tenía la felicitación de un artista, amigo mío, Miguel Ángel Blanco y me dije: ‘¡Dios mío! ¿Qué pasó?’ Ya lo demás es historia. Ser galardonado es una enorme responsabilidad, agrega, y significa redoblar esfuerzos para consolidar el museo como una obra de muchas generaciones”.
A diferencia de Saborit, la primera referencia al premio por la Secretaría de Cultura fue a través de su cuenta de X y en ella sólo consignó que “El Museo Nacional de Antropología de México ha sido distinguido con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025”. Fue más tarde, en las cuentas de Facebook e Instagram de la misma secretaría, cuando se atrevió a celebrar el reconocimiento.
Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum, en su conferencia de la mañana de ese día, interpretó este anuncio como un paso en la solicitud de petición de perdón esperada desde hace tiempo. En la versión estenográfica de ese día se consignan estas palabras de la presidenta:
“Pues a ver si empiezan por ahí, a pensar en el perdón. Pues sí, ¿no?
“Es un gesto, de parte de la Corona española, reconocer al Museo de Antropología.
“Entonces, ya dieron el primer pasito, espero que continúen en este proceso de reconocimiento pleno a los pueblos originarios, a las grandes civilizaciones del pasado, a los pueblos de hoy, y a las grandes atrocidades que se cometieron durante la llamada ‘Conquista española’”.

Este abanico de posturas entre el entusiasmo del principal gestor del museo, una prudente indiferencia inicial de la Secretaría de Cultura del gobierno federal y la interpretación del reconocimiento como un ejercicio de diplomacia cultural por parte de la presidenta Sheinbaum, puede servir de reflexión sobre los muchos sentidos de la política cultural.
Debe ser muy satisfactorio para quienes dirigen y trabajan en el MNA que se reconozca de una manera tan visible su esfuerzo por hacer del Museo Nacional de Antropología un polo cultural tan relevante. Cierto que el museo ha sido objeto de críticas casi desde su creación por representar, como en diversas ocasiones lo ha expresado Roger Bartra, un cuestionable vínculo de la cultura y las sociedades indígenas con el Estado, pero también es un hecho que el museo es un referente de una idea ampliamente compartida de lo que es México y de quienes con honradez e inteligencia la han tratado de poner en escena. En este sentido, el reconocimiento a la sede más visible del patrimonio material y de exposición de las formas de vida de los actuales grupos indígenas del país es digna de encomio.
La Secretaría de Cultura federal expresa por su parte una dependencia evidente de la orientación que dicte el Poder Ejecutivo sobre este premio y, en general, sobre la política cultural. El paso de la consignación inicial del premio a su posterior celebración parece ser resultado de los cambios en el semáforo que maneja el aparato de comunicación de la presidencia.
La presidencia, por su parte, apostó por hacer que se entendiera el premio como un ejercicio de diplomacia cultural que parecía retomar el camino roto en el 2021 cuando se preparaba la conmemoración de la caída de Tenochtitlan. Recordemos que el presidente López Obrador había diseñado las actividades que se iban a realizar por la efeméride como un escenario de reconciliación con España y el Vaticano, sólo que, para ello, tanto el rey Felipe VI como el Papa Francisco, tendrían antes que solicitar perdón por la conquista y la evangelización forzada de los pueblos indígenas. En las cartas enviadas a estos jefes de estado y hechas públicas fuera de cualquier protocolo diplomático, se dibujaba que el escenario de la reconciliación dependía de un horizonte imposible, lo que dio lugar al enfriamiento de las relaciones con la corona española que, al decir de la presidenta Sheinbaum, aún se mantiene.
La esperanza de que el premio concedido por el principado de Asturias fuera en realidad una señal de la propia corona de España, pareció a los ojos de la presidencia no un reconocimiento a una institución social y cultural, sino un tímido primer paso a asumir el camino que imaginó López Obrador. Esto parece ser el máximo de buena voluntad que puede manifestar el gobierno de México frente al galardón, cuya recepción en octubre puede estar pendiente de la elaboración de un discurso satisfactorio para el propio estado mexicano en caso de presentarse a la cita.

Señalé más arriba que la postulación al premio a la concordia de los Princesa de Asturias fue realizada por el brillante intelectual Emilio Lamo de Espinosa, un pensador que tiene en el cuidadoso análisis político uno de sus compromisos más fuertes. En 2021 expresó en un artículo de opinión que la democracia vivía cercada por múltiples amenazas. En su texto daba cuenta de su preocupación de cómo se veía amenazada por enormes riesgos que la podían liquidar y por movilizaciones ideológicas que se sostienen en relatos a los que la realidad les importa poco. La mentira era otro de sus riesgos: “El Aló presidente, las ‘mañaneras’ de López Obrador o el gobierno por tuits de Trump, siguen la misma táctica: ocupar el espacio público con mensajes cortos, sencillos, emocionales (no contrastables), repetitivos y divisivos” escribió a propósito de la mentida como gran instrumento de la demagogia.
Y en la presentación del libro coordinado por él, La disputa del pasado. España, México y la leyenda negra (Turner), publicado igualmente en el 2021 en coincidencia con el diferendo con la corona española, Emilio Lamo señala con firmeza lo mucho de confuso y turbio que hay en la expresión “memoria histórica” y lo bueno que sería que los políticos dejaran de ocuparse de ella porque
“No podemos cambiar la historia, que es frecuentemente una historia de enfrentamientos, aunque sí podemos revaluarla; lo hacen los historiadores constantemente, y nosotros con ellos. Y podemos aprender de ella para evitar en el futuro esos enfrentamientos. Por ello es bueno dejar el pasado a los historiadores para centrar la política en el futuro, que es el espacio donde sí podemos encontrarnos de nuevo”.
En lo personal me alegro de que este premio muestre el dedicado trabajo que las instituciones culturales de México realizan día a día por el respeto a los derechos humanos y la protección del patrimonio.

Eduardo Nivón Bolán
Eduardo Nivón Bolán es doctor en antropología. Coordina la Especialización y Diplomado en Políticas Culturales y Gestión Cultural desde el inicio del programa virtual en la UAM Iztapalapa (2004), donde también es coordinador del cuerpo académico de Cultura Urbana. Consultor de la UNESCO para distintos proyectos, entre los que destacan la revisión del programa nacional de cultura de Ecuador (2007). Preside C2 Cultura y Ciudadanía, plataforma de diseño e investigación de políticas culturales A.C. que, entre otros trabajos, fue uno de los colaboradores del Libro Verde para la Institucionalización del Sistema de Fomento y Desarrollo Cultural de la Ciudad de México (2012). Entre sus obras destacan La política cultural: temas, Problemas y Oportunidades (Conaculta) y Gestión cultural y teoría de la cultura (UAM-Gedisa).