Centro de Exposiciones de la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Se ubica entre las puertas 4 y 5. (Fotos: Marcela Flores Ruvalcaba).
Consumo cultural (I)
En sus artículos sobre los Espacios Culturales Independientes en la Ciudad de México, mi colega Patricia Chavero nos ha presentado un panorama puntual, desde la particular visión de los diversos actores sociales involucrados, sobre la consulta y la elaboración de la Ley de Espacios Culturales Independientes para la Ciudad de México, tema medular partiendo de la premisa de que el desarrollo cultural y artístico requiere de lugares en donde los creativos puedan exponer y, por qué no, comercializar sus obras.
Para crear un ciclo virtuoso de producción-promoción-consumo en el sector cultural es necesario entender el último eslabón, que no se refiere a un dispendio como tal y que no está relacionado con los grandes bombardeos publicitarios en los medios de comunicación.
El antropólogo Néstor García Canclini define el consumo cultural como “el conjunto de procesos de apropiación y usos de productos en los que el valor simbólico prevalece sobre los valores de uso y de cambio, o donde al menos estos últimos se configuran subordinados a la dimensión simbólica” (1). Es decir, que el producto que la persona consume tiene, además de su valor mercantil como bien o servicio, un valor simbólico, significativo y estético.
Para los creadores y espacios culturales independientes es prácticamente imposible contrarrestar el impacto de los productos de las grandes televisoras que ofrecen entretenimiento a bajo costo, pero de contenido pobre. Es por ello que es necesario impulsar estas iniciativas de todas las maneras posibles y buscar áreas de oportunidad en los lugares menos esperados con el fin de fomentar un crecimiento cultural, social y económico, y a la vez desarrollar nuevos públicos o consumidores.
Otra perspectiva de la sala. Su impecable duela es testigo de que los viajeros no pasan a visitarla, posiblemente para no ensuciarla. La foto fue tomada el pasado 30 de mayo cerca de las 3 de la tarde, mientras cientos de paseantes se documentaban para disfrutar un puente vacacional.
Centro de Exposiciones de la Terminal 1 del AICM
Ha llamado mucho mi atención el Centro de Exposiciones de la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), ya que en los últimos meses he pasado por ahí en varias ocasiones. Mi mayor inquietud y preocupación ha sido verla vacía. Mientras cientos de pasajeros circulan por los pasillos de la terminal, en la Sala C del área nacional, entre las puertas 4 y 5 existe un espacio magnífico, recubierto de madera, que no es visitado o siquiera conocido por los transeúntes.
La página del aeropuerto detalla que en el espacio “constantemente se exhiben exposiciones sobre temas diversos en materia de aviación y su desarrollo en México, presentaciones relativas a la flora, fauna y ecosistemas del país, exhibiciones artísticas y culturales de reconocidos artistas y otras exposiciones que contribuyan a la difusión de la riqueza cultural y turística en la república mexicana”. No se hace referencia a cómo se realiza la selección de las obras que se exhiben, pero se hace énfasis en que está abierta las 24 horas del día.
Sin embargo, en la primera exposición que pude ver no había nadie que ofreciera informes o invitara a los miles de viajeros a visitarla. De hecho, su inmaculada duela y la guardia que se encontraba ahí custodiándola no eran la mejor invitación a pasar.
Exposición de Fernando Andriacci, quien es originario de Cuicatlán, Oaxaca. Nacido en 1972, estudió pintura, escultura y grabado en la Casa de la Cultura Oaxaqueña.
En la última ocasión que fui a la terminal 1 llegué con anticipación a fin de tener tiempo de conocer la exposición que en mi visita anterior estaban montando. Al llegar vi una cantidad sorprendente de esculturas y pinturas que ocupaban el área colocadas de manera irregular, y me dio miedo pasar con mi maleta entre ellas. Hice un recorrido alrededor para conocer algo del autor; en unas grandes mamparas se leía en pequeñas letras Fernando Andriacci. ¿De dónde será? ¿Es una exposición de la Secretaría de Cultura federal o del INBAL? ¿Se hizo algún tipo de curaduría?
Al frente había un letrero que decía “Oaxaca”, las demás mamparas solo repetían el nombre del autor. Una persona preguntó sobre el precio de una pieza mientras una mujer lo buscaba en una tableta. Me acerqué a ella para averiguar los datos del autor, me preguntó si quería saber el precio. Le dije que no, quería conocer más sobre el creador; un poco desconcertada me enseñó un libro con el nombre del artista sin la mínima intención de prestármelo. Me comentó que la exposición era organizada por el autor y no por una institución. ¿El espacio se renta? ¿Quién lo renta?
Esta visita me produjo una mala sensación, el vender por vender deja en un segundo plano el valor simbólico. No obstante, me parece importante que haya espacios públicos como este que propicien el comercio cultural, el cual esperamos que cuente con reglas claras de operación y transparencia ya que pertenece al gobierno federal.
La galería de arte Divart refiere que desde 1983 Andriacci ha participado en exposiciones en Oaxaca, Ciudad de México, Guadalajara, Aguascalientes, Estados Unidos, Alemania y Japón.
A modo de sugerencia
A continuación, propongo una lluvia de ideas con el fin de aportar a que este increíble espacio pueda ser mejor utilizado.
- Pensar en un espacio para paseantes. No es turismo cultural, son transeúntes que están ahí, cansados y fastidiados de esperar su salida. Hay cientos de ellos que deben aguardar ahí durante horas o días, ya sea por horarios de conexión, demoras o por tener un boleto sujeto a espacio.
- Ofrecer información visible sobre los artistas, su disciplina y todo lo que pueda hacer que el viajero se relacione más con la obra. En tiempos de austeridad y nuevas tecnologías el uso de códigos QR es una herramienta eficaz para acceder a sitios donde de manera amplia puedes obtener información.
- Poner una persona amable que invite a pasar y explique de qué trata la exposición. La gente muchas veces teme entrar a este tipo de espacios, sentirse cobijado puede ser un elemento importante para decidir ingresar.
- El tema del equipaje es algo delicado, ya que la indicación en estas terminales es no dejarlo desatendido, por ello se debe pensar en un montaje que te permita entrar con todo y maleta.
- El espacio es bellísimo, sería fabuloso que hubiera intervenciones de música o danza, además de las visuales; o mejor aún, un proyecto interdisciplinario, sin olvidar que es un área de tránsito.
- Es importante publicar la permanencia de la exposición, así el viajero puede recomendarla y regresar si le gustó o si quiere saber qué novedades hay en la sala.
El público no nace, se hace
Lucina Jiménez refiere que el público “no es una identidad con la que se nace, o a la que se evolucione de manera natural, sino que es más bien una capacidad, una habilidad, una experiencia o una vivencia que se aprende” (2). En el caso de una galería, un teatro, una sala de lectura, el público al que va dirigido está de alguna manera focalizado, o mejor aún, es muy factible que busque este tipo de manifestaciones si ya son de su gusto.
El centro de exposiciones mencionado, así como cualquier espacio público, constituye una oportunidad para desarrollar nuevos públicos. García Canclini, en su texto “El consumo sirve para pensar” (1995), refiere: “Vincular el consumo con la ciudadanía requiere ensayar una reubicación del mercado en la sociedad, intentar la reconquista imaginativa de los espacios públicos, del interés por lo público. Así el consumo se mostrará como un lugar de valor cognitivo, útil para pensar y actuar significativa y renovadoramente en la vida social”.
Repensemos el consumo no nada más como el hecho de obtener un bien material o servicio, hagámoslo imaginando toda esa información que un pasajero se puede llevar en sus últimos momentos de permanencia en una ciudad. Tal vez su viaje se haga más placentero al ir recordando esas imágenes que vio en su paso por esa sala de exhibición; tal vez en su próximo viaje llegue antes para ver las novedades de la misma; tal vez vaya al aeropuerto, a la central de autobuses o al metro solo para verla. En el mejor de los escenarios, después buscará galerías, teatros, salas de lectura, porque cuando el “gusanito” del arte y la cultura entra en nuestra mente, difícilmente sale de ahí.
¿Qué puedes hacer el primer viernes del mes? En el próximo vuelo del ticús te lo platicaré.
mfruvalcaba @gmail.com
24 de octubre de 2019.
(1) Néstor García Canclini, “El consumo cultural: una propuesta teórica”, en El Consumo cultural en América Latina, de Guillermo Sunkel, Convenio Andrés Bello, 2006.
(2) Lucina Jiménez, “Teatro de arte y públicos en la Ciudad de México: la puesta en escena de dos modelos de gestión”, tesina, UAM, 2000.
Marcela Flores Ruvalcaba
Bailarina, gestora cultural, docente con especialidad en danza contemporánea; empresaria y productora cultural. Miembro del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Colima, donde forma parte de la mesa directiva. Maestra en Promoción y Desarrollo Cultural, licenciada en Artes Escénicas y egresada de la Escuela Nacional de Danza Contemporánea del INBAL. Fue docente del Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima y de varios grupos de danza y teatro de Colima y la CDMX. Productora de obras de teatro, danza y música. Colabora como dictaminadora de artículos para la revista Estudios sobre las Culturas Contemporáneas de la Universidad de Colima.