Baja California: nuevo estado, ¿nueva cultura?

Los centros de las artes han sido una de las políticas culturales más expansivas en Baja California pero siguiendo la línea trazada por el Centro Nacional de las Artes. Estos espacios se encuentran en Mexicali, Tecate, Tijuana, Rosarito y Ensenada, en la imagen. (Foto: cenart.gob.mx).

Baja California: nuevo estado, ¿nueva cultura?

Sergio Gómez Montero

Para Alejandro Ordorica.

¿Qué tanto la cultura se ha convertido, en la época actual, en uno de los renglones que las políticas gubernamentales no pueden descuidar y que, por el contrario, si lo descuidan se presentan como gobiernos rengos, que ofrecen una pésima imagen y que bien pueden ser calificados de Estados incompletos?

(En tanto se comprende que Estado, con mayúscula, es igual a gobierno en su acepción de tres poderes –el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial-, y suma además a las instituciones que colaboran –medios, sindicatos, aparatos electorales– a desarrollar sus tareas).

Es decir, no es suficiente ni mucho menos el anunciar y el promover, en la capital del país, programas de juegos y festividades (Guelaguetzas de esquina, bailes folklóricos diversos y obras de teatro para infantes) al inicio del gobierno, junto con el nombramiento de una burocracia adjunta a la que se le otorgan variados nombres (secretaría, instituto, academia), para considerar que con ello se cumple con el complejo compromiso de promover la cultura a nivel estatal, sin tomar en cuenta las singularidades regionales de las provincias de donde se proviene ni advertir la compleja especificidad de lo que significa hacer cultura desde la esfera gubernamental, bien sea nacional, estatal o municipal.

Sin duda, lo anterior tiene que ver con las nulas nociones de cultura que manejan tanto el gobierno federal como las instancias estatales (ya no se diga los municipales) relacionadas con el sector.

La cultura como ejercicio gubernamental, escribe la exdirectora de la Unesco, Irina Bokova, en el libro Cultura y desarrollo (2012), se debe centrar básicamente en las siguientes tareas: “Bienes, servicios y actividades culturales; transmisión del conocimiento; cohesión social, y calidad de vida”. Y desde luego que de cada una de esas actividades se desprenden otras múltiples en las que todos los sectores de la población se ven involucrados de maneras muy diversas, sin que de por medio vaya un presupuesto muy amplio aunque sí suficiente, ejercido de manera inteligente. Y eso, inteligencia, es otro factor que desde un inicio se debe incorporar al coctel de arranque de un programa de cultura en los estados.

 

Una vista al Valle de San Quintín, espacio agrícola y de reunión de migrantes de distintos lugares de la república. Con su diversidad cultural, Baja California se apresta a iniciar el primer gobierno en manos del partido Morena. (Foto: Jim Luhr, Smithsonian Institution, dominio público, tomada de Wikipedia).

Tarea difícil, es cierto, dado que en este país  -a diferencia de otras naciones en el mundo- la tarea de hacer cultura aún no se profesionaliza y por ello predomina la improvisación, el “ahí se va” o el amiguismo, a costa de sacrificar la profesionalización que significa casi siempre muy altos costos. Finalmente, a lo anterior habría que añadir que al escapar a una valoración política adecuada, la cultura está marginada generalmente de los programas de gobierno y se le remite casi siempre y con tristeza a las ceremonias cívicas que el gobierno realiza con regularidad para que acompañe a lo que allí sucede.

¿Qué irá a pasar en Baja California, en donde un nuevo gobierno estatal de Morena tomará las riendas de la entidad (¿por dos, por cinco años?, un gobierno en crisis como sea), sin que los previos (nacional, en Ciudad de México, en Chiapas, Tabasco, Veracruz y Puebla), a excepción del segundo, hayan mostrado un interés real por la cultura?

Poco se sabe en Baja California sobre aquello que se hará, más allá de la nueva estructura burocrática que se anuncia (Secretaría de Cultura) y borra de un plumazo (¿por ineficiente, por insuficiente o por qué?) al anterior: el Instituto de Cultura de Baja California cuyos más de 30 años de existencia (nada brillantes, es cierto) fueron pasados por alto sin pena ni gloria, abriéndole paso así, de inmediato, a una actividad centralizadora a ultranza al ofrecerles a las instituciones y a los artistas de la capital del país los foros y los escenarios estatales para que allí (¿nos civilicen, nos muestren sus excelencias, nos ilustren sobre lo que debe hacerse?) vayan ellos y actúen, estén, hablen, disfruten las bellezas del paisaje. Nadie lo sabe, la verdad. A no ser que así se quiera fortalecer aún más el centralismo que desde tiempo atrás arrastra el estado.

¿Eso es lo que ofrece la Secretaría de Cultura federal? ¿No hubiera sido más lógico, en términos de un programa cultural, comenzar por una evaluación del sector (que no existe) que permitiera saber con qué se cuenta, cuáles son las singularidades históricas y culturales de la región y a partir de ello, entonces sí, desplegar un programa de actividades?

El ciclo termina. El Instituto de Cultura de Baja California se transformará en Secretaría de Cultura al iniciar la gestión del gobernador Jaime Bonilla. El primer secretario será Pedro Ochoa, quien por dos distintos periodos fue director general del Centro Cultural Tijuana. En la imagen, el Centro Estatal  de las Artes en Mexicali. (Foto: tomada de www.icbc.gob.mx).

Estoy de acuerdo: no es fácil, pues si algo tiene Baja California es una singularidad que parte de ser una región árido-americana, asiento de pueblos cazadores y recolectores provenientes de Asia (según lo establecen las hipótesis de poblamiento de nuestro continente) y cuyos monumentos se encuentran dispersos por todo el territorio peninsular y que, por ello mismo, poco coincidieron con el desarrollo histórico del resto de la República Mexicana.

Esa tradición migratoria es una característica que se conserva desde tiempo atrás. Inicialmente fue un movimiento del norte hacia el sur entre sus pueblos aborígenes pero en la actualidad va de sur a norte, dando origen a singularidades como la de San Quintín, en donde los “oaxacalifornianos” componen una buena parte de la población. Una población de origen hispano (mayoritariamente mexicanos) asentada en Estados Unidos que se compone por más de 40 millones de personas, cuyas remesas son hoy el sustento de la economía nacional, a la vez que se destaca por sus singularidades culturales múltiples y diversas, pues a la vez que conservan rasgos originarios también han generado nuevas señas culturales.

Quizá esa singularidad del estado ha propiciado el surgimiento desde el siglo XX de generaciones de artistas cuya calidad ha sido reconocida a nivel nacional e internacional, algunos de los cuales guardan refugio en la entidad mientras otros creadores han preferido emigrar a Estados Unidos o han viajado al centro del país para “sacralizarse” allí.

En fin, como puede observarse, mucho tiene el nuevo gobierno por hacer, estudiar y aprender de la cultura regional -si es que tiene nuevas ideas-, para que luego, con calma y tranquilidad, desarrolle un programa cultural sólido y consistente. Creo.

*Profesor jubilado de la UPN.

gomeboka@yahoo.com.mx

24 de octubre de 2019.

 

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