En memoria de Rossana Rossanda, entrañable
y aleccionadora camarada
En esta temporada de recuentos iniciales, antes de que –como lo anuncian las bolsas de valores de Europa– nos alcance el rebrote de la pandemia, vale la pena comenzar a valorar lo que ha cambiado entre nosotros -la comunidad que lee y escribe en el país- luego que atravesamos por estos tiempos difíciles. Así, por ejemplo, pienso en una herencia que, creo, todos creíamos consolidada y que poco a poco se derruye irremediablemente y ahí, parece, no habrá INAH que acuda a su rescate.
Me refiero, claro, a la herencia que Rafael Tovar y de Teresa dejó al sector cultural del país, como prolongación del nacionalismo que la Revolución del 10-17 trajo consigo e imprimió en la educación y la cultura del país. La primera, la educación, no tuvo su Tovar y de Teresa que lograra, como en la cultura, dejar su impronta. Un estigma que hoy, con la pandemia, parece terminó, sin que las autoridades del sector cultural del país ni siquiera supieran por qué, quizá porque esas autoridades son virtualmente neófitas en todo y por eso su imposibilidad para pensarlo y mucho menos para remediarlo.
A qué me refiero en concreto: al papel benefactor que Tovar y de Teresa pensó que era obligatorio del Estado en todo tiempo y lugar en el país, incluyendo, claro, sin precisarlo nunca, el por qué el sostenimiento pecuniario de la creación y difusión de las artes debía ser obligación estatal, sin precisar nunca, bien a bien, en qué se sustentaba ese por qué. El nacionalismo se explica -muy, pero muy resumidamente- como parte de la consolidación de los cambios que el movimiento armado generó; pero la función pecuniaria que se genera con Tovar parece más bien identificarse y correr paralela con el corporativismo que malamente existía en las relaciones entre sindicatos y Estado (o partido del Estado: PRI), en particular desde la época de Miguel Alemán, cuando se consolida el charrismo sindical.
Es decir que mientras esa herencia no se borre de la mente tanto de los creadores culturales como de los funcionarios del sector cultura del gobierno de la 4T, la creación y la difusión artísticas seguirán pasando etapas complicadas, pues los tiempos del nacionalismo revolucionario, con sus luces muchas, sin duda- y sombras -igualmente muchas y muy opacas- comienzan a quedar atrás y aún no queda claro con qué se irá a sustituir. Porque, ojo, no es sólo una cuestión presupuestal, como es el enfoque que se le quiere dar (y que se justifica en estos tiempos complejos de pandemia), sino algo mucho más complicado que fundamentalmente tiene que ver con nuevas formas de promover una vida cultural integral y acorde con las nuevas sociedades que nos toca vivir.
Desde luego, los temas hasta aquí esbozados requieren de tratamientos ensayísticos mucho más completos, que ojalá y algún día tenga oportunidad de abordar. Por hoy aquí le dejo.
gomeboka@yahoo.com.mx