A la memoria del virtuoso violinista Higinio Ruvalcaba

Foto de Higinio Ruvalcaba procedente del álbum familiar, dedicada “A mi querida hijita Martha”, en 1946. (Fotos: álbum de Martha Ruvalcaba).

A la memoria del virtuoso violinista Higinio Ruvalcaba

Para mí la música es lo más sagrado y
sublime. Cuando estoy interpretando una
composición, en ese momento esa música
es para mí la más bella del mundo,
porque entrego en forma absoluta mi
sensibilidad y espíritu para transmitir los
sentimientos del compositor y
sus ideas musicales.

Higinio Ruvalcaba

“Ruvalcaba es una de esas raras figuras musicales que se producen en el mundo cada quinientos años”: Arno Roth.

“Fue el talento violinístico más grande que ha producido México y potencialmente, el mejor violinista que he escuchado en mi vida”: Hermilo Novelo.

“Ruvalcaba toca a la perfección casi todos los instrumentos de cuerdas, el piano y algunos instrumentos de aliento”: Carlos Chávez.

“Era un garbanzo de a libra”, decía orgullosamente mi mamá al referirse a su padre, mi abuelo Higinio. Transcurridos unos días del aniversario de su nacimiento (11 de enero de 1905) y de su muerte (15 enero de 1976), recordemos al virtuoso violinista, compositor y director de orquesta jalisciense.

Tras revisar recortes de periódicos, fotos y programas de mano que me dio mi mamá, y al releer algunos de los textos que su hermano Eusebio escribió sobre él, hago un breve (brevísimo dada la magnitud de su carrera) recuento de su vida artística para conocimiento de las nuevas generaciones y regocijo de quienes lo tenemos aún en la memoria.

Antes de ello, quiero reconocer y agradecer la incansable labor de Eusebio, escritor y ensayista, quien además de haber desarrollado una exitosa carrera literaria promovió la vida y obra de su padre, hasta su fallecimiento el 7 de febrero de 2017.

Entre otros textos, Eusebio publicó el libro Higinio Ruvalcaba, violinista, una aproximación, que “no es una biografía sino una compilación de programas de mano y de testimoniales sobre el violinista”, como él mismo señala. Fue editado en 2003 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en su serie Memorias Mexicanas.  Con su peculiar estilo para escribir, incluye las cartas enviadas en la clandestinidad del noviazgo de sus padres que duró 10 años, hasta su casamiento en 1946. En el mismo libro, Gabriel Payerón hace un minucioso recuento de las obras compuestas por el maestro Ruvalcaba.

Además de los homenajes y conciertos que promovió en su honor, los esfuerzos de Eusebio dieron como fruto dos discos compactos de música de su padre. El primero lleva por nombre Higinio Ruvalcaba, homenaje 1993, patrocinado por el Círculo Yahualicense S.C., con grabaciones hechas en vivo de conciertos del violinista con el Cuarteto Lener, con la Orquesta Filarmónica Mexicana y el dueto que formó con su esposa Carmela Castillo Betancourt.

El segundo disco, Higinio Ruvalcaba, su música, fue producido por el Conaculta a instancias del Cuarteto Carlos Chávez que grabó sus cuartetos para cuerdas 2, 4 y 6, en la serie Cuartetos Mexicanos Desconocidos vol. III, los cuales pueden escuchar aquí mientras continúa este relato. Estas obras las compuso entre 1919 y 1920, cuando contaba con 14 y 15 años.

Un violín de carrizos

Desde niño, el violín fue una parte esencial de su vida.

Hecho de madera y carrizos, el niño Higinio fabricó su propio violín a la edad de cuatro. Su padre, que había sido violonchelista de la banda de Yahualica, su pueblo jalisciense natal, le dio sus primeras lecciones de música. Poco tiempo después, ya en Guadalajara, su padrino Atilano González, músico de mariachi, le compró un violín y sin que nadie le dijera cómo, el niño imitaba las melodías que iba escuchando, “con tanta facilidad que les improvisaba diminutas cadencias al tiempo que aumentaba su dificultad” (Ruvalcaba, 2003). El pequeño empezó a trabajar con un mariachi, donde llamaba la atención que tocara con la zurda y que tuviera tan corta edad, por lo que recibió el mote de “El Niño”.

Fue entonces cuando el violinista y maestro Federico Alatorre convenció a don Eusebio de retirar al niño del mariachi para inscribirlo en su modesta escuela, ámbito en donde las obras de Beethoven, Haydn, Mozart y todos los grandes compositores entraron en su vida y se quedaron para siempre.

Su primer profesor formal, Ignacio Camarena, lo corrigió y lo obligó a tocar “como debía ser”: con la mano derecha.  Al respecto, el violinista decía: “a veces pienso que si me hubieran dejado seguir tocando como zurdo hubiera sido una notabilidad” (Ruvalcaba, 2003).

En 1914 su padre lo obligó a estudiar en el instituto de Félix Peredo; tres años después, a la edad de doce, ofreció su primer concierto como solista en el Teatro Degollado, escenario que sería su casa durante mucho tiempo. Peredo lo nombró primer violín de su cuarteto en el que interpretaron obras de todos los autores clásicos. Al no tener más que aprender, Ruvalcaba empezó a crear sus propias obras a pesar de no haber estudiado composición ni armonía. “Entre sus catorce y quince años escribe catorce cuartetos” (Ruvalcaba, 2003).

En 1920 se estableció en la Ciudad de México y se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música en la cátedra del gran violinista español Mario Mateo, convirtiéndose en su mejor discípulo. Al respecto, años más tarde escribiría Carlos Chávez: “Muchos son los aspectos excepcionales de la carrera de Ruvalcaba. Tiene todas las características de un verdadero autodidacta. Sus extraordinarias facultades para la ejecución de instrumentos van unidas a un sentido de observación que asimila con facilidad sin necesidad de rutinas escolásticas” (Ruvalcaba, 2003).

Programa de mano del concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Carlos Chávez en el Palacio de Bellas Artes en 1954.

Formó parte de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara (1917), la Banda del Estado de Jalisco, la Orquesta Sinfónica Nacional (1928-36), y de la Filarmónica de la Ciudad de México, entre otras agrupaciones.

A lo largo de su carrera los cuartetos tuvieron un significado especial para él. Integró varios, siempre como primer violín. Fue el caso del Cuarteto Ruvalcaba, cuya etapa iniciada en 1921 se conformó por Héctor Reyes como violín segundo, Ángel Rocha en la viola y Jesús Escobar en el chelo.

En 1920, Higinio formó el Cuarteto Ruvalcaba con el cual ofreció conciertos en escenarios poco convencionales. (Foto tomada del libro Higinio Ruvalcaba violinista, de Eusebio Ruvalcaba).

Una peculiaridad de este cuarteto fue que sus integrantes tocaban de memoria los conciertos; algo insólito en la música de cámara. Los escenarios de sus presentaciones eran modestos y resultaban marco de cierta incomprensión por parte de los públicos de la época a causa de sus “extrañas armonías”. La segunda etapa del grupo sucedió en los años 30 con la participación de Francisco Contreras como violín segundo, Miguel Bautista en la viola y Luis G. Galindo en el chelo.

Cuarteto Lener

Programa de mano del concierto del Cuarteto Lener en el Palacio de Bellas Artes el 17 de noviembre de 1955, cuando se estrenó el Cuarteto en Do Mayor, No. 6, de Higinio Ruvalcaba (compuesto en 1919).

Fundado en Budapest en 1919, el famoso Cuarteto Lener se integró por Jeno Lener como primer violín, József Smilovits como segundo violín, Sándor Róth en la viola e Irme Hartmann en el violonchelo. En 1942 la agrupación realizó una gira a México y se distanció de Lener por lo que invitó al “eminente violinista Higinio Ruvalcaba” a ocupar su lugar. Es así que sus miembros decidieron radicar en México. La idea de combinar al violinista mexicano con músicos de la escuela europea parecía descabellada pero fue todo un éxito. A lo largo de 25 años el Cuarteto ofreció cientos de presentaciones.

En su concierto inaugural en el Palacio de Bellas Artes el 17 de noviembre de 1955, se tocó por primera vez el cuarteto No. 6 en do mayor de Higinio Ruvalcaba. Al respecto su hijo Eusebio escribió: “Su cuarteto de arcos No. 6 —compuesto en 1919, cuando era un adolescente de 14 años— es radical en extremo. De armonías extrañas, inopinadamente inusitadas e inauditas, de melodías que se adhieren a la piel como insectos, provocó la hilaridad de unos y la estupefacción de otros” (Ruvalcaba, 2015).

Composición y dirección

Además de sus actividades como intérprete y compositor, Higinio Ruvalcaba fue director titular de la Sinfónica de Puebla y de la Filarmónica de México, por breves temporadas, así como violinista y director de huésped de la Sinfónica de Guadalajara.

Higinio Ruvalcaba fue un compositor destacado. Creó 22 cuartetos para cuerda, un quinteto, un concierto para contrabajo y orquesta, tres miniaturas para cuarteto, cuatro conciertos para violín y orquesta, tríos para cuerdas, la transcripción para violín y piano de los 24 Caprichos de Paganini y numerosas piezas de salón para piano solo.

Asimismo, compuso varias melodías de corte popular: Morena mía, Ángela, Felicidad, Josefina, Martha, Ceci, Carmen, Lucy, Esquiva, entre otras, así como doce piezas de foxtrot: Chapultepec, Juventud, Allá en el cabaret, Pretty girl, entre otras.

En su calidad de director de varios cuartetos en los que participó, estuvo al frente de la Sinfónica de Puebla y de la Filarmónica de México. Asimismo, fue violinista director de huésped de la Sinfónica de Guadalajara.

Datos curiosos

Dedicatoria de Carlos Prieto en su libro Dmitri Shostakóvich, genio y drama: “Para Marcela Ruvalcaba, con recuerdos afectuosos de su abuelo Higinio a quien mucho admiré y con un gran abrazo”. (Foto: Marcela Flores Ruvalcaba).

Higinio tocaba las obras musicales de memoria. Mi mamá platicaba que en un ensayo, él era el único que daba diferente una nota por lo que el director detenía el curso de la música para hacérselo notar. Y en cada ocasión, el violinista contestaba firmemente convencido que los equivocados eran los demás. Al revisar la partitura advertían que Higinio estaba en lo correcto y que el error había sido del “copista” (recordemos que se hacían a mano) al haber fallado en la nota en disputa.

Las manos de Higinio eran muy pequeñas; no llegaban a abarcar una “octava” en el piano y sin embargo, cuando ejecutaba el instrumento, al momento de hacer un acorde tocaba con tal rapidez una tecla y después la otra que no alteraba su sonido.

Detestaba viajar en avión, por lo que prefería hacer sus traslados en carro o en tren y optaba por dar conciertos en México únicamente.

No ensayaba, improvisaba. En 2013, al término de un concierto del chelista Carlos Prieto, le pregunté si lo había conocido. Me contestó que sí y añadió: “Cuando iba a tocar con Higinio y le preguntaba a qué hora ensayaríamos, decía: ensayan los malos; nos vemos en el concierto”.

En familia

Reunión familiar en la celebración del cumpleaños de mi hermano y mío en Chapultepec, octubre 1972. De pie, a la derecha de Higinio, su hijo Francisco y a su izquierda, mi mamá Martha; junto a ellos mis hermanos Marta, Ángela, Cecilia y Alfredo; Yolanda, la esposa de mi tío Francisco y yo, la más pequeña.

Higinio Ruvalcaba nació en Yahualica, Jalisco, hijo de Eusebio Ruvalcaba López y Basilia Romero Gómez. Su primer matrimonio de corta duración fue con Sabina Saucedo con quien procreó a su hija Josefina. A los 23 años contrajo nupcias con Ángela Silva Bishop y tuvieron cuatro hijos: Higinio, Enriqueta, Martha (madre de quien esto escribe) y Francisco. Su tercer matrimonio se dio con la pianista Carmela Castillo Betancourt y sus hijos fueron Carmela, Eusebio y Cecilia.

El final

Foto tomada del disco Higinio Ruvalcaba, su música, del Cuarteto Carlos Chávez, en donde el musicólogo Gabriel Pareyón escribe sobre el papel solista del jalisciense en las principales orquestas mexicanas, entre 1924 y 1970.

Higinio nació y vivió para la música; su violín no era un instrumento más, era parte de sí mismo. En una ocasión que Eusebio le preguntó “¿Quién te enseñó a tocar?, Higinio respondió: Dios”. Seguramente tenía razón y por ello los mortales difícilmente lo entendimos. Él vino a este mundo a trascender a través de la música y lo logró.

En 1970, al momento de ofrecer una presentación en Guadalajara mientras interpretaba el concierto de Bach en mi mayor, cayó fulminado por un síncope. A partir de eso dejó de tocar debido a una fuerte artritis. “De ahí y hasta su muerte, se advierten en su rostro las huellas de la desolación. Ya solo aguardaba la muerte” (Ruvalcaba, 2003).

El día de su fallecimiento fue velado en su casa ubicada en San Miguel Chapultepec y posteriormente recibió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes. Meses más tarde, nombraron en su honor la sala de recitales del ex convento del Carmen en Guadalajara, Jalisco, y en 2007 se fundó la Orquesta de Cámara Higinio Ruvalcaba con el objetivo de impulsar a jóvenes músicos y de promover la música mexicana.

Para cerrar con broche de oro los invito a escuchar su interpretación de Carmen (Bizet-Sarasate) con la Orquesta Filarmónica Méxicana, dirigida por Carlos Tirado, con cadencias de él mismo. El concierto fue grabado en vivo en el Auditorio de la XEW en 1963 y forma parte del disco Higinio Ruvalcaba, Homenaje 1993.

Hasta el próximo vuelo del ticús.

mfruvalcaba@gmail.com

23 de enero de 2020.

NOTAS:

Ruvalcaba, E. (2003). Higinio Ruvalcaba, violinista. Ciudad de México: Conaculta.

Ruvalcaba, E. (15 de enero de 2015). Aproximaciones a Higinio Ruvalcaba. Obtenido de https://eusebioruvalcaba.wordpress.com/2015/01/

 

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